Serge Daney,
Vida ciudadana: millones de
seres viviendo juntos en soledad.
Henri Thoreau.
Hoy en éste atípico sábado, adelanto esta entrada para hacerle un homenaje a
Bogotá, la cuidad de todos los colombianos y su capital histórica. Y qué mejor regalo que leer unas poesías que ha inspirado a los bardos de esta gran urbe donde convivimos más de Ocho Millones de almas y en donde vivieron y murieron en nostálgicas y románticas noches al cobijo de sus cerros y montañas raramente 'siempre azules' y sus versos llenos de cariño y agradecimiento por haberlos cobijado en sus ya míticas entrañas de concreto y acero... en sus vidas.
Dos muy crudas poesías contemporáneas de dos poetas contemporáneos que muestran lo difícil que es vivir en una megalópolis como es Bogotá... oigámoslas en su lectura:
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Un breve pedacito de Bogotá. |
BOGOTÁ 1982
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el
recelo entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo en todos los
zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae como diluvio: ciudad
de mundo que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de
parecerse a algo como una muchacha que
comienza a menstruar, precaria, sin belleza
alguna.
Patios decimonónicos con geranios donde
ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato en los que habitan
calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas de
alabastro, ocurren escenas tan familiares como
la muerte y el amor; estas calles son el laberinto
donde he de andar y desandar todos los pasos
que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles y de los habitantes
el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y
sereno, un verde Patinir de laguna o río, y tras
los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece a mi vida; nos
unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable
y el viento.
María Mercedes Carranza.
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La ciudad que no duerme... |
MI QUERIDA CIUDAD AUSENTE.
Con la mirada ausente que no significa nada
de nada, solo un sórdido y callado sinsentido;
solo un ir y venir por esas, sus calles viendo
caras monótonas y frías que saludan como ausentes,
sombrías las miradas se diría que... ¡tienen miedo...!
Miedo al vivir
Miedo al placer
Miedo al equivoco
Miedo al amor fugaz
Miedo a morir...
Miedo a lo irrazonable
Miedo a lo desconocido. ¿Yo...?
Ciudad vorágine de prisas y más prisas que no
son otra cosa que miedos y más miedos...
de nauseabundos parajes secados al sol y al viento
seres descarnados en rutinas siempre obedientes por temor.
Miedo necesario... bienvenido, en ésta ciudad ausente,
si no te miro de frente un puñal de veneno en la espalda
encontrarás y penetrará con grande sobredosis de asco,
nausea y recelo de hipocresía y falsedad..
Pero también es mi ciudad ausente donde puedo encontrar
porciones de simples esquirlas de piedad impregnadas de
sutilezas, ternuras y hasta candidez que le pondrá cara de
dolor a la cotidianidad de la maldad... a la degradación, a las
perversiones, y a las cochinas perversidades.
Pero cosa extraña, adoro su presencia y muero por su olor,
su ruido y su frío calor... ¡qué le voy a hacer! te amo
ciudad ausente y pienso que mucho te debo por eso y mucho
más de regalo te dejaré en mi sentir y en mi triste testamento...
mi pútrido cuerpo al morir.
Farwel a su Bogotá en 2009
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El monstruo... |
Un abrazo muy citadino.
Hortensio.
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