domingo, 15 de diciembre de 2013

El emperador de la china.


Hace muchos años, cayó en mis manos un libro de cuentos del escritor argentino Marco Denevi,
Marco Deveni
ojeando en mi 'gran biblioteca' lo encontré sin proponermelo y recordé de inmediato ese bello cuento corto que lleva el nombre de la entrada de este 'placido domingo' y algunos más que por su brevedad son de una delicia poderlos leer... miremoslos: 

El Emperador de la China

Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demaciado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y oculto el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? - dijo-  Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador. El pueblo complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.


Rosaura a las Diez (Resumen de la novela de Marco Deveni por Micaela Szejman)

Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Ciertavez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de joyas y de la platería.

Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. Esta despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría a el autor de crimen. A la mañana siguiente, al entrar a la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble sagacidad de la policía, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario intimo en el que había escrito que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.



La mujer del poeta. (un cortísimo cuento de Farwel)

En la estación de buses, mientras su mujer compraba los pasajes para el viaje, al volver encontró al
poeta con la mano levantada y agitándola en el aire con dirección al bus que partía, le preguntó que hacía... - despido a mis sueños que se van y no regresarán.


Ella con una sencilla reflexión le contestó... - ¿Y quien me dice que los sueños que salen de viaje no regresarán? yo le apuesto a un sí y le pongo esperanza. ¡Vamos que nosotros también tenemos que partir...!
Y el poeta se puso a pensar... razón tiene, muchos de los sueños que se escapan, bien valen la pena recobrarlos:

'El que anda entre la miel algo se le prende'.

Un abrazo estupendo para  todos.

Hortensio.