miércoles, 2 de septiembre de 2020

Cuento de Pandemia 2

Juana Trujillo y La Inquisición.

La tortura de la Inquisición...
La historia general de los pueblos se nutre de las pequeñas historias humanas y en el contexto de su tiempo los sucesos acaecidos en sus vidas dentro de una sociedad en particular, trascienden a otras generaciones que las ven como una lejana curiosidad. En este inicio de mes un pequeño cuento histórico...
 
Es el caso de una joven gitana, que por su hermosura atrajo las envidias de las otras mujeres de la ciudad y la callada admiración de jóvenes galantes que soñaban con un beso de esa lujuriosa boca de grana, pero ella era una doncella (soltera) "casada"...

Se llamaba Juana Trujillo , y era de un pueblito cerca de Granada, Fiñana de donde traía sus raíces ancestrales. Fue acusada - de obvio falsamente-  por dos mujeres cuyos pretendientes admiraban a la bella muchacha, de haber comulgado sin estar en ayunas y de haberse sacado la divina hostia de la boca y haberla escondido en sus ropajes.

La bella gitana torturada...

Corría el año del Señor de 1783 cuando víctima de delación por dos mujeres católicas, fue  detenida y torturada por orden del gran fiscal de la Santa Inquisición de Córdoba, para que confesara su delito por hechos 'sacrílegos superstición heretical', y como candidata sospechosa a la pena de "Abjuración Vehementi", de ser declarada culpable. Su desgracia y gran culpa... ser gitana.

En medio de la tortura la infortunada muchacha confesó que se había casado por el rito gitano, y que su esposo era José Maldonado, de Gavia la Grande de la comarca de la Vega de Granada Andalucía, y allí fue capturado por una partida de "familiares" y puesto a disposición del gran fiscal dominico, quién lo mandó torturar para que confesara que habían hecho con la sagrada forma y como era que se habían casado sin la presencia de un cura. Doble delito amancebamiento y lujuria... ¿qué habían hecho con la sagrada forma? Nunca encontraron la hostia pues Ella se la había tragado, en eso ayudó el párroco.

A Ella le pusieron un abogado de oficio -don Gaspar de Meléndez -que defendería su causa. Un viejo y taimado letrado venido de Salamanca y establecido en la bella y morisca Granada, que conmovido por la forma tan brutal como torturaron a la bella criatura dedicó todo su conocimiento jurídico y su fortuna en salvarle la vida.


Contradijo la peor de las pruebas, la confesión bajo tortura como causa de nulidad, la cual no fue aceptada por el Santo Oficio ya que siempre en este sublime acto se encontraba presente el Espíritu Santo y éso era dogma eclesial; los dos testimonios amañados que sí logró parcialmente desvirtuar la salvaron de morir en la hoguera. Fue condenada a la "abjuración vehementi" es decir a recibir 200 azotes, descalza y con sambenito y con un cordel al cuello con 200 nudos uno por cada golpe del látigo por las calles de Fiñana obispado de Guadix, de donde era oriunda.

Don Gaspar, la pudo salvar a Ella, pero a su esposo lo condenaron a galeras y nunca más se supo de él. Sobornó al verdugo para que fuera benigno en la fuerza que le imprimiera al 'fuete' pero no pudo disminuir el número de golpes que eran contado y cantados por dos frailes.

Llevada al suplicio...

Se supo que al poco tiempo de esta infamia su pueblo viajó rumbo a la Cataluña en donde eran más tolerantes con los gitanos. Esta historia sucedió de verdad y fue contada por un nieto del viejo abogado, de hechos remitidos a la Inquisición un 14 de agosto de 1783 y que reposan en los archivos de tan maligna institución en Granada, bella ciudad de Andalucía...

Un abrazo torturador.

Hortensio.

Post Data: Gracias con abrazo incluido, por haber superado las...


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