domingo, 24 de agosto de 2014

El poema de un 'hereje' a sus verdugos.

En el Universo no existe ni
centro ni circunferencia
Bruno.
El día 21 de mayo de 1591 un maldito traidor de nombre Moncenigo (hay que mencionarlo para que la humanidad no lo olvide por el acto miserable y nauseabundo que hizo, para ganarse el favor de un clero corrupto) entregó a Giordano Bruno, "El Nolano" héroe sublime de la libertad de conciencia a la muy 'Santa' Inquisición y encarcelado en el palacio del Santo Oficio, cuyas mazmorras lo vieron cautivo durante diez años, cargados de hambre, frío y humedad, de encierro, enfermedades, vejaciones y torturas.

Bruno, mirando inquisitivamente en dirección al Vaticano.

Llegado el momento de dictar la sentencia de muerte, pronunció sus históricas palabras que resonaron por el recinto con un eco inmortal: "Tremete forse piu voi nel pronunciare la sentenza che io nel riceverla" (Temblais  más vosotros al pronunciar la sentencia que yo al recibirla)... con estas palabras nació su leyenda y entraba a la inmortalidad, más cuando a partir de ese instante los personeros del imperdonable 'Oscurantismo' lo mandan flagelar y colocándole una cinta de hierro como mordaza, antes de su terrible final y cruel asesinato.

Como el peor de los criminales el día 17 de febrero del año 1600, fue llevado al Campo di Fiori y entregado a unos infelices verdugos que nunca nadie supo si fue mayor su crueldad o su estupidez con una de las mentes más lúcidas de toda Europa... su crimen, no reconocer ni reverenciar los dogmas de esa  'extraña Iglesia de Cristo'...

Informe del verdugo al Santo Oficio:

"A las 2 de la mañana fue comunicado a la compañía que se debía hacer justicia a un impenitente; y por eso a las 6 horas de la mañana, reunidos los frailes confortantes y el capellán de Santa Úrsula, y dirigiéndose a la cárcel de la Torre de Nona, entraron en nuestra capilla y después de rezar, nos entregaron al suscrito condenado a muerte, es decir:

A Giordano del quondam Giovanno Bruñí, fraile apóstata de Nola di Regno, hereje impenitente. El cual fue exhortado con toda caridad por nuestros hermanos, y mandados llamar dos padres de Santo Domingo, dos jesuitas, uno de la Chiesa Nuova y uno de San Jerónimo, quienes con mucho afecto y doctrina le mostraron su error, estuvo hasta el fin en su maldita obstinación, dando vueltas con su intelecto y su cerebro con mil errores y vanidades. Y tanto perseveró en su obstinación, que fue conducido por los ministros de justicia a Campo di Fiori, y allí se le desnudó y fue atado a un palo y quemado vivo, acompañado siempre por nuestra compañía que cantaban letanías, y los confortantes lo atendían hasta el último momento para que abandonara su obstinación, con la que al final acabó su miserable e infeliz vida"... ¡Que 'Santa Estupidez'...!


¡Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
levantará la historia una estatua para mí!.

A título de contestación, su poema a sus verdugos y "jueces"...

Decid, ¿cual es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?... Por qué las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.

Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último porqué
he de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia.
los templos por la escuela, la razón por la fé.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande, y quisierais poderme desmentir.

Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir...
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna, divina, inmaterial...
que no es ella el Dios y la religión vuestra
sino la forma con sus cambios, la historia universal.

Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Más sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fé, sois falsos llamando a Dios, ateos,
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!...

¿Cuál es vuestra doctrina? Tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantasía y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
tenéis las bacanales, su pérfida maldad;
como ellos farsantes, hipócritas y viles
queréis, como quisieron, matar la verdad;
Más...¡Vano vuestro empeño!... Si en esto vence alguno;
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir;
"Respeto a los que mueren como muriera Bruno"
Y en cambio vuestros nombres... ¿Quién los podrá decir?

¡Ah!... prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero... no es una muerte ¡no!
Morir así es vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡Soy yo!
decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
decidle que a la muerte me entrego como un sueño
porque la muerte es  un sueño, que nos conduce a Dios...
Más no ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que el hombre da vida y al par su maldición,
sino a ese Dios -idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.

No al Dios de las batallas, sí la Dios que vive en mí,
Al dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fín.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar.

Que niegue Pedro al maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa, no me haréis apostatar.
¡Mas basta!...  ¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?... ¿Teméis al porvenir?
¡Ah!.. Tembláis... Es por qué os falta la fé que a mi me sobra...
Miradme... Yo no tiemblo... ¡Y soy quien va a morir!...



Hasta el día en que escribo éste blog, la iglesia católica no ha pedido perdón por el más vil de los asesinatos de su infame -disque- 'Santa Inquisición' que con su 'Santo Oficio', no tenía más que hacer sino ese oficio el de torturar y asesinar a nombre de Cristo y su 'sicario' en la tierra, el Papa.

¿Cómo les parece...? Por favor, bien vale la pena leer cualquier biografía corta de Giordano Bruno y apreciar la dimensión de semejante 'Héroe sublime de la libertad de conciencia'.

Un abrazo razonado en honor a Bruno.

Hortensio.