domingo, 3 de enero de 2016

Mis muertos queridos...

"Visitamos unos muertos que conocemos
mejor que a la mayoría de los vivos".

                                                                                                                                                                   (C. Nooteboom)

Nuestros muertos nos acompañan,
son nuestros sigilos y ecos
un remanente de la fuente primera siempre presente.

                        (Elisa Alcántar Cereceda "Lichazul") 


Visitar, - en estos días de verano que nos ha regalado el "fenómeno del niño" - el Cementerio Central de Bogotá, sí, el de la calle 26 o avenida de 'El Dorado'... es inefable, es emocionante, es una experiencia de verdad sobrecogedora, no por lo triste sino por la belleza que encierran todos sus panteones y sus tumbas, es decir su arquitectura, el significado histórico y cultural de los inquilinos de éste museo, los nombres ilustres y no, que están allí... vivos en la memoria histórica del país. Pues en este bello y Plácido domingo, lo hice... me fui a buscar a mis antepasados y de pasada, recorrer las avenidas y calles del gran cementerio (Monumento Nacional). 

En el frontispicio de la entrada al cementerio, se
encuentra una estatua del viejo Cronos, dios del tiempo,
con un reloj de arena que significa el tiempo de
los mortales en la tierra y la oz, la muerte.

Y me aventure a entrar por su puerta principal, tenía que doblar a la derecha y encontrar el nicho de mi bisabuelo materno, el general Alcides Arzayús y allí estaba con la lápida de mármol que reza: 'recuerdo de sus hijas Tulia y Blanca'... dos golpes en su mármol y mi pensamiento que volaba hacia él, recordando las historias que mi abuelita 'Titita' (Tulia), contaba de su padre el general.

El general Arzayús.
Comandante del Ejército Nacional
de 1918 a 1921
Más abajo por la misma hilera de nichos, encontré en pésimas condiciones el nicho humilde de mi abuelita paterna Merceditas Samper, paradójicamente uno de sus hijos José Cepero Samper, tío mío, adquirió un costoso 'mausoleo' a unos cuantos metros del de su madre, desconociendo la historia por la cual no la invitó a compartir su última vivienda... ¡Què tristeza!

Hablando de ver sus lápidas en las tumbas y monumentos, al observarlas podemos decir con Nooteboom, que: "En algún rincón secreto de nuestro corazón albergamos la idea de que esa persona nos ve y se da cuenta de que seguimos pensando en ella. Pues eso es lo que queremos; queremos que los muertos reparen en nosotros, queremos que sepan que seguiremos leyéndolos, porque ellos siguen hablándonos. Cuando nos hallamos al lado de sus tumbas, sus palabras nos envuelven. La persona ya no existe, pero las palabras y los pensamientos permanecen." (fragmento de "Tumbas")

 
Tumba de José Ignacio de Márquez,
mi antepasado y primer presidente
civil y constitucional de Colombia.

Desde luego me entró la inmensa curiosidad y casi que una necesidad de buscar la tumba de José Ignacio de Márquez, quizá el más ilustre de mis antepasados, todo un recorrido por la historia republicana de los comienzos de la Patria con un paralelismo con la vida del general Francisco de Paula Santander, del cual fue su vicepresidente y luego derrotó para llegar a ser el primer presidente civil de la república; eximio jurista y civilista, proyectó y ejecutó el código penal que duró hasta bien entrado el siglo 20.

Por último pasé por el panteón del ejército que fue morada de mi padre Alberto Cepero Samper, por cerca de diez años antes de encontrar su descanso definitivo en los cenizarios del Gimnasio Moderno.

Panteón militar con su bandera a media asta
y sus pétreos soldados como eternos custodios
de su paz.

"La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente." (Mauriac)
   
Francisco Martín Moreno: "Se impresionó al descubrir que los muertos morían dos veces, una cuando perdían la vida y la otra cuando ya nadie se acordaba de ellos ni les llevaban flores al cementerio."

Por mi lado, aunque no lleve flores a sus tumbas, les recordé con mucho cariño y agradecimiento, por ser Mis muertos queridos... espero seguir visitándolos más a menudo y pensando firmemente que no están muertos y que allí tan solo reposan los cuerpos que utilizaron una vez en sus vidas. ¡Firmarìa eso!

Un abrazo sepulcral.

Hortensio.

Una hermosa tumba, las palabras están demás...

Post escriptum: En el camino del cementerio se encontraron dos amigos. -Adiós, dijo el vivo al muerto. - Hasta pronto.- respondió el muerto.



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