sábado, 21 de junio de 2014

El miedo a lo desconocido.

Corría el año de 1879 y el día al atardecer era el 21 de octubre, cuando Edison citó a periodistas y vecinos (tres mil) al Menlo Park de Nueva York, para hacerles una demostración de su 'bombilla eléctrica' y hablarles de electricidad... entre los invitados se encontraba un viejo periodista de Syracuse N.Y. que escribió lo siguiente a los dos días de ver prendida en forma ininterrumpida, la 'bombilla eléctrica' en el parque...

Sin un eléctrico comentario...

"La energía eléctrica, un cambio de era. Una verdadera revolución de consecuencias insospechadas. Ésta era es tan radical para el hombre como aquella del Neolítico o la era del carbón y del acero que estamos viviendo. Estamos ante un violento cambio de esquemas, todavía no sabemos de que consecuencias aunque algo... vislumbramos.
Dios, ayúdanos a ser sensatos. ¿A donde vamos a parar?... sin tu guía no hay vida y sin vida ¿para qué queremos estos inventos? que sin duda cambiaran las actitudes, los valores, ¿y por qué no, las creencias? es materialismo y así vamos por mal camino, vamos demasiado deprisa y hay cosas que no deberían cambiar."

¿Algo habrá cambiado desde ese lejano año de 1879 del final del siglo XIX? mucho... muchísimo o nada, según lo veamos. Lo que si no a cambiado y seguimos viendo es una rémora que persiste incólume: El miedo a lo desconocido. Ese que desde el alba de la humanidad, han aprovechado sistemáticamente 'avivatos' para inventar seres invisibles, religiones y sectas de todos los pelambres, colores y sabores, pues sabemos 'desde siempre' que el mayor enemigo del hombre es el miedo, el temor que embrutece y paraliza, de ello habrá quien saque 'tajada', allá ellos y los que se dejen engañar por miedo. 

Yo, sin miedo me repito con las palabras del viejo periodista... ¿a donde vamos a parar y cuales serán sus consecuencias? algo vislumbramos. Sólo que el progreso es inatajable y 'añoro el futuro pues en él pasaré el resto de mis días' ojalá con bellos, extraños y necesarios inventos que nos aseguren nuestra subsistencia como especie en el devenir de los tiempos.

Un abrazo futurista.

Hortensio.




viernes, 20 de junio de 2014

El amor que no pudo ser...

En esta entrada, el poema que la uruguaya Idea Vilariño, le dedicara a Juan Carlos Onetti, según ella se enamoró "del último hombre del que debía enamorarme". Perteneció al grupo de escritores de la llamada 'generación del 45'... poeta, crítica y ensayista, fue traductora, docente y compositora 'murió en abril de 2009, cuando ya todos habían muerto' y 'algún día seremos recordados como los contemporáneos de Idea Vilariño' y se fue con sus bellos 89 abriles, sabiéndose como una de las grandes poetas del siglo XX de la lengua de Cervantes... 

Idea... solo Ella.

YA NO SERÁ YA NO

Ya no será,
ya no viviré contigo, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Yo no soy más que yo para siempre y tú
ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

                                                    (Idea Vilariño)


Una esquirla de Ella...

UNO SIEMPRE ESTÁ SOLO.

Uno siempre está solo
pero
a veces
está más solo.
                                                               
                                                                                              (I. V.)

Una Idea de Abrazo siempre.

Hortensio.


domingo, 15 de junio de 2014

La niña de Guatemala.

'La que se murió de amor'
Es la triste historia de María García Granados, que con sus 16 abriles, se enamoró. Y, el conmovedor pasaje del héroe cubano José Martí quien con apenas 24 años llegó a Guatemala para dar clases de literatura en una escuela para señoritas, en donde la conoció. Ella una bella y dulce adolecente y como tal impresionable, El, aunque no era un hombre físicamente atrayente "cuando hablaba consumía el alma" y era el año de 1.877 cuando todo ocurrió. Del 18 de julio de 2007, el bello blog de Luna y Dragón, habla por Ella... cuando la lucha simboliza el mito.

Este silencio estridente que todo lo invade.
Graba como cuña, las falacias en mi corazón cetrino. 
No hallan la paz estos jirones de piel sin vibraciones.
Mis manos como garras laceran lo que queda
coronas marchitas...

Soy María García Granados, y desde un oscuro pasaje de mi alma, hará brotar sinuosos los fantasmas del ayer.
Martí por esos años.
Recuerdo un día, por 1877, en que descubrí una noticia maravillosa: "El joven maestro cubano José Martí, recién llegado a nuestro país, anuncia que va a ofrecer en la Academia de Niñas de Centroamérica un curso de composición literaria, arte que tanto eleva el valor de la mujer" rezaba el periódico.


El era un joven apuesto y risueño, inteligente e intrépido. Su personalidad rebasaba y enaltecía su figura magna, su espíritu escapaba estrepitosamente por sus poros. Era apenas 8 años mayor que yo. Volvía de México huyendo del exilio. Y allí, en la academia de la cubana Margarita Izaguirre donde normalmente asistía, con mis jóvenes 16 años, sería una de las discípulas de José Martí.

José despertaba en mí sensaciones que me inquietaban. Había algo entre nosotros, una percepción fuera de lo común. Ninguna palabra era necesaria a la hora de comunicarnos, nuestras miradas, el roce ocasional de nuestras manos, el respirar el mismo aliento.

Mi padre, don Miguel García Granados, había sido presidente de la República y el líder de la revolución liberal. José era bienvenido en las tertulias familiares y jugaba al ajedrez con don Miguel, en tanto yo los acompañaba discretamente ejecutando algo de música en mi piano.
 Nuestra atracción fue creciendo voluptuosamente y al cabo de un tiempo nos amábamos con locura. Pero Él se hallaba comprometido con la cubana Carmen Zayas Bazán, a quien le había prometido matrimonio. Así fue entonces que José ese mismo año partió hacia México. Me juró que volvería para hacer realidad nuestro amor mientras sus lágrimas tibias recorrían sus mejillas y humedecían mis manos temblorosas. Yo juré esperarlo fielmente durante toda mi vida.
  A su regreso , cuando salí al mirador, para cerciorarme de su arribo y bienvenirlo, fue que lo vi acompañado de su nueva esposa, y así... como si nada... Días más tarde le envié una misiva. Necesitaba volver a verlo, hablar con él, sentirlo cerca y quizá también sentirlo mío.



"Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tu siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso matrimonio con la señorita Zayas Bazán.
Te suplico que vengas pronto,
Tu niña."
  No hubo respuesta...


A medida que me iba adentrando, la frescura del agua redimía mi pena, acallaba mi dolor, me mecía lacia en un vaivén tornasolado y sin abrigo. Esa caricia húmeda y helada en todo el cuerpo va callando el fuego visceral que me consumía. El arrullo de un oleaje tierno me invitaba a avanzar más y más hacia el abrazo profundo de mi sino.

Te llevaste tu amor, querido mío, y me dejaste vacía. Nada ya podrá salvar del escarnio a este corazón en llamas, que clama exaltado de pasión y de ira. ni siquiera esos tibios versos de tu despedida:


LA NIÑA DE GUATEMALA

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
La niña de Gautemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
Y jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

... Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

... Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ila frente
Que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

                                      (José Martí).


Unos años más tarde, el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, José Martí Pérez también moría de amor... por su Cuba natal.


Un casual y conmovido abrazo...

Hortensio.