domingo, 10 de octubre de 2021

Dos poemas de Borges.

El poeta argentino, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, conocido simplemente como Jorge Luis Borges (1899-1986) no necesita mayor presentación en la literatura latinoamericana, hoy en éste Plácido domingo, una muestra de su lírica en dos poemas que a mi personalmente me gustan mucho.  Leámoslo:

Borges.

 ARTE POÉTICA

Mirar el rio hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro rio,
saber que nos perdemos como el rio
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus sueños
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara,

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde, el arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como rio interminable.

                                   Jorge Luis Borges.








            AJEDREZ

                  I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


                       II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrio y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

                                   Jorge Luis Borges.


Si pasas por aquí, recibe un fuerte abrazo poético.

Hortensio.


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