domingo, 4 de mayo de 2014

Lo que me queda de vida será para mí...

LO QUE ME QUEDA DE VIDA.

Por el camino de la vida...

Y entonces llegué a los 60 abriles, un 24...
muchos en una vida por ser diferente,
y si serlo es tufo de locura, locura con tufo será
ya que no pude ser un hombre cuerdo de remate.

Llegó el momento de deshacer mis pasos
sobre ese sendero maravilloso que fue mi vida,
para qué negarlo... maravillosa,
y decir un No más, a tantas y tantas estupideces
que cometí montado en un ego pernicioso y
una vanidad espuria que no me dejó nada...
nada por nada y de nada sólo momentos
equívocos e imprecisos, huérfanos de lucidez
en una realidad cruel, concluyente e insustancial.

La responsabilidad de la que un día me ufané,
se que conscientemente la dejaré atrás sabiendo
que si hay algo que de verdad embriaga
es la Irresponsabilidad bella y enajenante
de no ser responsable de nuestros actos...

Y me llegó la hora de mandar al diablo y al carajo
las obligaciones, el trabajo y los compromisos
siempre enfermizos e hipócritas y dejar de pensar
en los demás que no son sino rémoras que de a poco
consumieron mi vida, mi existencia y mi paz...
Maldita responsabilidad fatigante que solo me dio
hábitos errantes e infecundos de tolerancias llenas
de fragilidad, miedos, e inseguridades, fatalidad inútil
que solo son afugias fatigantes que desvelan y angustian.

Ahora, es la hora de sentirme abierto a un futuro de misterios
y buscar la compañía sincera y paradigmática de la soledad,
salir de mis tristezas, buscar un sendero bien propio que me
lleve a esos ineluctables paisajes de colores y esencias lúdicas.
Tocar y limpiar de ese polvo que todo lo llena y todo se lleva...
volver a mi precaria y adorada biblioteca y pagar con lectura esa
deuda que me consume con ella y los grandes sabios y maestros
que habitan allí y que los tengo abandonados en los brazos
quebradizos del olvido con la imperdonable sensación de ingratitud.

Mi ocaso...

Lo que queda de mi vida será para mí...
y en cumplimiento del mandato divino que ordena:
'Amarnos a nosotros mismos sobre todas las cosas' lo cumpliré,
apoyándome en mi propia convicción de que tengo un cansancio
de siglos, fatiga cerval que está estrangulando mis horas y mis días
y con la bella disculpa de que ya estoy por encima del bien y del mal,
me propongo a obedecer el mandato Superior que inspira ese, mi bien.

Lo que fui... fuí, y de regreso nada traeré,
y en esta hora de la hora sabré que ella es para mí,
que solo le rendiré cuentas a mi oscura y estilizada sombra
y sé que aquellos seres que amo y amé, seguirán cada uno
por los torvos caminos de sus responsabilidades, afanes y
preocupaciones inútiles que sin saberlo demarcarán sus vidas...

Y contaminado de ese voraz virus del 'meimportaunculo'
plácidamente volveré a llamar a mis maestros todos muertos
para que con su gran experiencia me ayuden a preparar
el último e ineludible trance... La gran resignación;
dejando ese instinto inconsciente de arraigo y conservación
sucedáneo de tantas y tantas emociones, a los que jamás
supieron apreciar aquello de 'la dignidad por el amor propio'.

Hablaré con Diógenes de Sinope, para que me enseñe a ser
más cínico de lo que he sido y rogaré a Epicuro de Samos,
para que me lleve y me deje entrar a su 'Jardín de las Delicias'
y poder sentir en mi piel lo que es la verdadera idea del placer
y ser así el más sutil y aplicado alumno de su 'Edonismo'.

Con Maquiavelo, para que me guíe sobre cómo no todo fin
justifica esos medios degradados por la ambición humana, su
codicia y sus mentiras y mostrarme cómo le mostró a Lorenzo,
su 'Príncipe' dedicado a ver la inmundicia que es la política pero,
qué necesaria para aquellos mesías perturbados por el poder.

Tomaré las cosas al final de mi recorrido vital, como toman los sabios
sus vivencias con la calma de la brisa que precede al huracán y la
prudente serenidad madre de todas las virtudes, así con toda la calma
 y serenidad que mi ser pueda dar ante los imponderables de la vida.
 Incluida la penuria económica, tomaré el único valor agregado que
 me pueda dar la vejez... la sabiduría y con ella la prudencia lógica
que me acompañará a realizar poemas cargados de vivencias otoñales,
a sabiendas que cuando las escribo ¡las letras se van a regocijar...!

El frágil puente
hacia la vejez

Y ya al final del ocaso construiré un fuerte y bello puente
no para salvarme del caudaloso río de la vida, turbio y feroz,
sino para unir mi destino último con lo que queda de mí...
Sí, lo único cierto que quedó de aquella vida fue ese sincero
amor por mí mismo.
Hortensio Farwel.       
Bogotá, 24 de abril de 2008