miércoles, 19 de agosto de 2020

Cuentos de pandemia 1

Usted cree en lo desconocido,
yo en lo que puedo conocer.
H. Farwel.

El miedo...
En este atípico día, un cuento de cuarentena, de una serie de tres que les voy a narrar, para paliar el aburrimiento que a veces me asalta en esta encrucijada de encierros en que se a convertido ésta pandemia...

Un médico en la pandemia. 

En la antigua época de 1348 la tristemente célebre Peste Negra asolaba a toda Europa. En un pequeño pueblito italiano llamado 'Nuova Campiña' se encontraron el Ángel Caído, Luzbel y Gabriel el arcángel que lo reemplazó en la corte celestial. Ambos venían a llevarse, alguna que otra alma. El rebelde le dijo a su contradictor que Él sería capaz de hacer renunciar a los habitantes del poblado a lo más grande que El Jefe le había dado al hombre... la Libertad. 

Gabriel mirándolo con desconfianza lógica, tratando de adivinar la maliciosa trampa, repitió la premisa de la apuesta: "¿renunciar a la Libertad...? es decir ¿que el pueblo entero sin excepción ninguna renuncian a ser libres, eso entiendo?" lo miró de nuevo a los ojos. "Exacto, si uno solo no renuncia habré perdido, pero se que hasta el último de esos parroquianos renunciará a ser libre y querrá ser esclavo. Puedes intervenir como desees, solo pido un arma". Y Gabriel se repetía a sí mismo "¿el hombre renunciar a su libertad? es imposible... ¡Acepto! ¿cual es tu arma? Sin inmutarse le dijo: "¡El miedo!"... ¡Acepto!

Y entraron a la villa cada cual por su lado. Ya toda la gente estaba enterada de las desgracias terribles de la 'Peste Negra' por viajeros que de paso huían de las grandes urbes como Roma, la ciudad santa. Luzbel, ideó una sencilla estrategia, recurrió al insomnio, durante tres días  no dejó dormir a nadie ni siquiera a los bebés, con pesadillas horribles de cadáveres corruptos y enfermos llenos de llagas.

Rumbo a la hoguera.

El 'capo' o jefe de la aldea, que había llegado frente a Roma, no pudo o no quiso entrar a la ciudad, pues el olor a humo y cadáver descompuesto de las hogueras hiede a kilómetros, vio varios enfermos con los bubones negros tratando de huir de la gran metrópolis y sin que los soldados se lo permitieran; sin dudarlo ni por un instante y poseído de un terror incontenible huyó despavorido a refugiarse en su aldea y preparar la defensa...

Pasto fértil, se dijo Luz Bell, y lo visitó noche tras noche para infundir miedo a sus pesadillas, pero a la vez le insinuaba lo que debía hacer, encerrar la villa y a todos sus habitantes en una estricta 'cuarentena' recoger agua y comida para durar una larga temporada de encierro coactivo. Al tercer día ya los campos habían abastecido las carretas con 'frutos de pan coger' de todas las huertas e impuso un estricto racionamiento a la fontana del pueblo. En una sábana muy grande en letras pintadas con betún del pantano negro, se podía leer: "Viaggiatore vai per la tua strada. Non sei il benvenuto".

Con la ayuda de un súcubo y un íncubo, los hizo aparecer en las puertas de la villa al cuarto día... su aspecto era de ultratumba, su olor nauseabundo se dejaba percibir con una pestilencia tal que todos se llevaron sus manos a la cara para tapar sus golpeadas narices... no dejaban con gritos desgarradores,  de implorar alivio para sus dolores y que los dejaran entrar...

Desde la improvisada empalizada que rodeaba el poblado, el jefe y el cura gritaban como locos uno amenazando que se fueran o los matarían y otro chillando letanías en un viejo latín. Estando en esas y a la vista de todo el pueblo, a la súcubo se le reventó un bubón cuya materia o pus negra, cayó al pasto que de inmediato como si fuese ácido lo quemó, el grito fue unánime.

Los estragos de la 'Peste Negra'

Las flechas untadas de betún en sus puntas e incendiadas, empezaron a llover sobre los demonios que gritando improperios y maldiciones se perdieron a lo lejos por el camino. Todo el terreno alrededor de la villa fue quemado.

El terror se había apoderado de los habitantes que se encerraron en la Villa a la que habían fortificado con zanjas y muros más altos... y los días y las semanas se sucedieron unas a  otras y encerrados en la cárcel que construyeron por terror, perdieron lo más sagrado que el creador le dio a su criatura....¡La Libertad! El arcángel Gabriel , pese a todas las piruetas que trató de hacer, no los pudo convencer que la pandemia ya había pasado y podían salir de su encierro.

Gabriel repasando su derrota...

Dos años después una pomposa comitiva del Papa de Roma, los indujo a salir de su gueto más de la mitad de sus pobladores habían muerto y los que salieron por la puerta de la muralla parecían muertos vivientes, eso sí "muy sanos".

Hortensio.

Apostilla: Satanás había ganado. A Gabriel se le había olvidado que el miedo es el sentimiento más arraigado que tiene el hombre, es muy objetivo porque se percibe por los sentidos... y es real, muy real.
Lo confundió con la angustia.