En desarrollo de esa verdad indubitada que siempre toma la muerte como cosa del azar y lo absoluto como un antojo de lo incomprendido -porque no se puede probar por inexistente e intangible-, en éste Plácido domingo un pensamiento con aroma de mentira que arrastra al poeta al mundo de las ilusiones perdidas y a preguntarse ¿Quién soy yo...? se responde:
Un tauro misantropo |
Soy un alma contenida en el vórtice de la indiferencia en donde cada día soy más para mi y menos para alguien; un tauro misántropo empeñado en fastidiar a todo un mundo de imbéciles ilusionados maníacamente por culpa de eso que llamamos valores preestablecidos socialmente. ¿Qué quien soy...? soy un amargado que desprecia la gloria y vive en un infierno que me queda a la vuelta de la esquina, cerca de los olvidos y muy cerca del dolor y la tristura.
Soy un alma contenida que transita por los insondables misterios de la desmemoria desviada en abandonos fútiles de encrucijadas sin huellas que me dejan caminar en busca de instantes y destinos intrínsecos cargados de miedos acérrimos, de histerias y amarguras, pero de momentos muy pequeños de satisfacciones lúdicas que de vez en vez asoman a mis ojos y eso me ha permitido vivir -mejor subsistir- en éste mundo acanallado y vulgar...
Un alma contenida y abdicada... |
Soy un alma contenida y abdicada de vieja agorería, cervecero impenitente y casquivano, despreocupado e insensato que no perdió nunca la dignidad apasionada que me ha acompañado desde niño y después del ataque inmerecido de un cura hijueputa, todo por haber dudado de la existencia de su eólico e irreal Dios, entonces pude respirar un poco la atmosfera enrarecida de la ciencia y la razón. Un ser inferior con egos de gigante insomne envuelto en vapores etílicos que hieren sin misericordia el cerebro deshecho pero jamás embrutecido...
Soy en definitiva un alma contenida y abdicada que deambula perdida por laberintos desgastados por el uso del diario ejercicio de la subsistencia, en un sinfín y 'sinfinal' de palabras hirientes paridas para hastiar y mortificar en frases ácidas escritas al desgaire -aunque moribundas- que casi nunca hacen mal. En mis venas hierve el asco y la nausea por este mundo en el que me tocó existir aprendiendo a respirar en la serenidad del dolor y del vértigo atravesado de sombras y resplandores que me conducen al olvido y a la quietud de la Gran Resignación... ¡Total para morir nacimos!
Total para Morir Nacimos. |
Un abrazo fraterno.
Hortensio.