domingo, 1 de septiembre de 2019

Un brindis...

El hombre debe al vino ser el 
único animal que bebe sin sed.
Plinio el Joven.

El vino es la única obra de
arte que se puede beber.
Fernando Olaverri.

Si los amantes del vino y el amor van
al infierno...vacío debe estar el paraíso.
Omar Khayyam


En este placido domingo primero de septiembre, una curiosidad, 'El brindis' conocido ritual que se ha venido usando hasta nuestros días y de manera inmemorial por todas las culturas y en especial las occidentales...

Cuenta una de las historias, (hay varias) la que más acogida y más avalada está entre los tratantes de la Enología, o tratado de los vinos, que en la peligrosa edad media, cuando se efectuaba algún banquete en honor a algún personaje de la realeza -por lo general- los sirvientes (cuando no los obligaban a probar) llenaban las copas con vino hasta el borde y las chocaban... esta actitud tenía la función de 'salpicar' y mezclar el contenido de ambas copas (en veces mas de dos); sobre todo entre los reyes y sus nobles que tenían  'la maña' de utilizar el veneno para eliminar a sus rivales.

De ésta forma se demostraba por parte de los anfitriones, que ninguna copa y su contenido de vino estaba envenenada y al chocar la copa con fuerza, el contenido -es decir el vino- saltaba de una copa a otra, y en un acto de sinceridad, el primer sorbo lo tomaba el anfitrión luego de decir unas palabras de bienvenida o agradecimiento... ¡Salud!

Después de esta curiosidad del medio-evo europeo, encontré en el cuaderno de 1978, "Escribo para no ser Silencio" de Farwel, una poesía que precisamente se llama como el tema propuesto en ésta entrada, que intituló:

¡Salud...!

Un brindis...

Y me consumí de ayeres
arañando la piel de lejanías
herido mi cuerpo de agonías y
amputado todo mi ser desde
las raíces de mis venas rotas.

Expoliado el tesoro de mi juventud
y envenenado mi cuerpo de recuerdos,
no pude encontrar consuelo a mi dolor
que horas prisioneras inundan mis
deseos perdidos por el miedo a que se
conviertan en simples quimeras mágicas.

Y entre lamentos que ya nadie recoge hoy,
ya nadie me nombra ni tan siquiera tu boca
amada, insomnio que alimenta mis madrugadas
frías en un verbo que se convierte en blasfemia;
nostalgias perdidas en heridas de sangre y dolor
soberbia de un ego que no quiere claudicar...

Éxodo de hambre y cansancio de tedio en ecos
de una vida hastiada que se sin más se perdió y
que solo recuerda lo que quiere... vida fugaz y
traicionera en una clausura letal de rumores idos
en medio de mi soledad...
¡brindo por tu presencia muerte inútil!

                                                        Farwel 1978


¡Kampai! (salud en japones)

Hortensio.