domingo, 19 de enero de 2020

El abogado de los pobres 2.

En esta segunda parte de "El abogado de los pobres" siendo un Plácido domingo primaveral, el desenlace en la vida del doctor José Raimundo Russi... cuentan que por aquella época turbulenta y violenta, en Bogotá se produjeron varios robos "extraños" sin violencia, sobre algunas casas de cachacos ilustres y aristócratas, que se les imputó a la 'Banda del Molino del Cubo', el pueblo los llamaba la 'Banda del Molino Rojo' por que vestían de negro y usaban ruanas rojas en sus fechoría.

El fantasma del doctor Russi, en un
amanecer de la fría capital, Bogotá.

Estos singulares robos, los hacían a plena luz del día cuando los "distinguidos bogotanos" se divertían bebiendo y viendo toros en la antigua plaza de las Nieves, entraban a las casas sin romper nada menos las puertas por lo que lo hacían mediante la intervención de un cerrajero.

Pero resulta que por esos días malhadados, apareció muerto el artesano cerrajero Manuel Ferro, miembro de la 'Sociedad de artesanos de Bogotá' quien era amigo de Russi, y cuyo cadáver apareció frente a la casa del abogado, el gobierno de José Hilario López encontró la oportunidad de quitarlo del medio e inculparlo de dicho homicidio, como 'chivo expiatorio' y fue capturado y puesto a buen recaudo, empezando a preparar un juicio que terminaría en sentencia confabulada por un fiscal indigno y un juez vendido y prevaricador, que los llevó a proferir sentencia de muerte contra el 'Abogado de los Pobres' para a ser fusilado en la Plaza Mayor a sabiendas de que era inocente.

En la fecha y hora de cumplirse con la sentencia, todo Bogotá se volcó a la Plaza Mayor (hoy plaza de Bolívar) y en uno de los muros de ese recinto fundacional, lo encadenaron con su espalda al muro, los brazos en alto y las piernas abiertas. Los artesanos pedían el indulto y el resto muerte. Junto a Él estaban también Castillo, Carranza y Alarcón, quienes confesaron - bajo tortura- ser de la banda, pero no incriminaron al abogado a quien tildaban de fungir como jefe de la misma.

Se negó el erudito a que se le vendasen los ojos pues quería mirar a sus verdugos, en especial a los del presidente López, a quien le gritó antes de sonar la descarga: ¡"FUI ABOGADO NO LADRÓN"! Con el transcurso inexorable del tiempo, su fantasma empezó a hacer milagros, prodigios y maravillas en favor de los pobres y marginados de la capital.

El cráneo del doctor Russi, en el Museo Nacional.

Unos años después, saquearon su tumba y hurtaron su cráneo en donde se notaba en el occipital derecho el hueco en donde impactó uno de los tiros que cayeron sobre él, lo marcaron con una caligrafía antigua con el apellido del abogado y lo llevaron al Museo Nacional, en donde se exhibe en la actualidad junto con la acuarela "Enigmático doctor José Raimundo Russi" del maestro José María Espinosa.

Un abrazo enigmático.

Hortensio.