domingo, 3 de noviembre de 2019

Shokunin.


En los detalles es donde los científicos
basan sus descubrimientos y plantean
sus axiomas y teorías.
Hortensio Farwel.
En este primer Plácido domingo de noviembre, llego de nuevo con una curiosidad... esta vez con una palabra que abarca una sabiduría que solo los orientales y con énfasis en los nipones, suelen darle a sus pictogramas y uno de ellos es Shokunin. Desde luego no tiene traducción a ningun idioma y menos al español. Dándole una interpretación semántica podríamos aproximarnos como la persona que vive completamente entregado y enamorado, si decir se puede, de su oficio y vive obsesionado con llegar a ser un maestro en su trabajo que lo considera un arte.
Shokunin.
La palabra en sí, encierra también la acepción de llegar a perfeccionar a tal grado su la habilidad o don, solo con la búsqueda del inmenso honor de ser reconocido y llamado 'maestro' entre sus pares o contemporáneos. Hay cientos de ejemplos, uno de ellos: se dice que el alma de un samurai es su espada o katana, y ellos sabían que su dignidad u honor dependía del acero que fabricaban los grandes maestros de la forja es decir acudían a un Shokunin, cada espada era única e irrepetible y costaba todo un capital... no importaba, eso era su orgullo como soldado.

Otro bello ejemplo era aquellas mujeres casi siempre monjas, que bordaban las famosas Fukusas, aquellas que servían de envolturas a los más ricos presentes o regalos que un hombre adinerado daba a su prometida y futura esposa, eran tejidas en hilos de oro y plata, con borlas de oro... se dice que muchas de estas era más caras que el regalo de bodas en sí. Estas tejedoras era consideradas verdaderas Sokunin. 

Fukusa antigua, del año 1012. Representa
el Monte Haurai( (Japón).

El cura jesuita Francisco Javier, hermano en cristo del fundador de la orden de la compañía de Jesús, Ignacio de Loyola, cuando llegó al archipiélago del 'Sol Naciente' en el año de 1.549 curiosamente se fijo en semejante bellezas de telas, pequeñas pero de una riqueza y delicadeza que eran verdaderas obras de arte. Y eso es precisamente a lo que se refiere el pictograma del Shokunin, es la dedicación total a ese trabajo que amas y entregar toda una vida al perfeccionamiento de su arte, día con día y así hasta envejecer en su respetabilísimo oficio y en la humildad honorífica de ser un gran maestro, sin importarles que peyorativamente les dijesen apasionados y obsesivos.

Y sí, eran obsesivos en todo pero sobretodo en la perfección de los detalles; hay un dicho anglosajón que reza: "El demonio está en los detalles" son las pequeñas cosas que a primera vista nos parecen sin importancia y los japoneses lo sabían y sus herederos también pues no escatimaban esfuerzo alguno en perfeccionar eso que son los detalles, así rompieron la hegemonía europea y americana y se infiltraron en sus mercados, dándole un toque de belleza a los detalles de sus mercancía.

Pero llevando esos pensamientos a la vida diaria de las personas, podemos decir sin temor a equivocarnos, que si nos centramos en cuidar las pequeñas cosas de nuestra actividad humana en el campo que sea, funcionará, pues debemos saber que si nos movemos en la imperfección, debemos ser diablos para movernos en la búsqueda de los detalles...y de ahí al éxito que nos dará derecho a que nos lleguen a decir en un futuro que eres un Shokunin.
Una hermosa y peligrosa Katana o sable japones.




Un endemoniado abrazo de Shokunin.

Hortensio.