In memoria de Álvaro Bruguez Diaz-Granados,
mi gran amigo al que no pude disuadir...
La absurda inutilidad del sufrimiento, nos da
el pasabordo para asumir un digno... suicidio.
Farwel. año de 1976 d.C.
De la vida no se
debe huir sino salir.
Séneca año 2 d.C.
En éste atípico viernes, quise rendir un homenaje de cariño y respeto por la memoria de un amigo y compañero de universidad, que en la flor de su "maravillosa" juventud, tomó ésta trascendental determinación de despedirse de éste mundo por cuenta propia, en vísperas de su 'cumpleaños Nº 25'... ¡admiraciòn! solo admiración y un gran respeto por lo que hizo, fue tal la impresión que me causó su muerte, que en un rincón de la cafetería de la facultad, en mi cuaderno de 'Derecho Romano' garabateé estos versos decadentes que luego los traduje en una poesía que llamé:
Mi suicidio.
Y hoy, se hace presente la añeja
diatriba que pregunta:
¿el suicidio es un acto de valentía
o es la decisión de un cobarde...?
¿Cómo puede una persona sensata
decidir por su propia cuenta y mano
despedirse de este mundo?
¡Què importa...!
Sí, que importa lo que piense Dios,
si es mi voluntad y no la de él; y...
desde luego, muero antes que obedecer
el dictum inamovible de una religión.
¿Es acaso un mórbido pecado...?
nunca lo vi así y poco me importa;
¿Es acaso un pérfido delito...?
no lo dudo, si pudiese reincidiría.
¿Es una asquerosa enfermedad...?
la asumo con vehemente dignidad;
¿que no van a enterrar mis despojos?
bòtelos a cualquier apestoso muladar.
Y si van a explicar mi dulce decisión
no la hay... solo se me pegó la puta gana;
y como un vil cobarde voy a quedar,
bien sé que nunca lo fui y menos hoy
en que decido poner ese... el punto final.
¿Pero, valiente por no querer vivir...?
tampoco, cuando se volvió obligación?
que me condenen, deniego el indubio y el
sápido dolor de mis largos y traviesos avatares
sabiendo que de duelo me darán la vergüenza.
Madre, padre, hermanos, amigos y enemigos
de verdad lo siento y solo olvido es mi deseo
y el nuevo día nacerá y la bella Tierra, estará ahí
sin importar de que no quisiera estar yo en él
necesitaba sepultar la memoria que me atormentaba.
Nada de culpa... solo hay duelo cuando hubo amor,
solo pido respeto a mi memoria antes del olvido
pues nunca me sentí tan libre en mi albedrío
como en este instante fatal, pues siento que jamás
nada ni nadie pudo esclavizar mi azarosa vida...
Ahora, tengan presente que mi suicidio es el
único acto libre y el más humano que haya
podido tener en toda mi vida ¡El más hermoso!
Farwel. Universidad de Santo Tomás 1976