Todo hombre es sincero a solas;
en cuanto aparece una segunda
persona empieza la hipocresía.
(Emerson)
Aeropuerto internacional de 'El Dorado' Bogotá... allí me encontraba para abordar un vuelo que me
llevaría a mi aventura por 'El Tayrona', nada había que hacer, el vuelo estaba suspendido por mal tiempo, a poner buena cara y darle cabida a la paciencia. Me senté en la 'sala de espera' y me acomode en una de sus sillas, busqué entre mi maleta de mano el libro que me acompañaría en mi correría... Los Thibault, tomo 4 del premio nobel 1937, Roger Martin du Gard, y me dispuse a continuar con la lectura...
Alguien que había llegado al sitio y se sentó frente a mi en diagonal, llamó mi atención gratamente -en principio- cuando apenas acariciaba la tapa del libro y como buen 'voyerista' y 'fisonomista' no pude, desde ese instante, quitarle los ojos de encima. Se acomodó con aire de 'digna' indiferencia y ademanes delicados... era una hermosa mujer 'madura' que cuando se posó, recorrió con su mirada, lentamente el terreno circundante hasta que me toco el turno de encontrarme con su mirada azul impasible pero triste.
Si, pude leer en su rostro una inocultable tristeza que me impresionó, solo pude barruntar... toda mirada triste esconde un sentimiento ¿por qué situaciones estaría pasando? ¿Qué o quien la tenía así de triste? Jamás lo sabré y de nuevo pasó su mirada triste que la sostuvo un instante más al ver seguramente que yo también la estaba mirando como extasiado, (seguramente estaría acostumbrada a sostener miradas y algo en mí le llamó la atención... ¡estúpida vanidad!) lo cierto es que se leía en ese bello rostro una inmensa tristeza que se podría romper -como el más fino cristal de Murano- en un segundo en llanto... eso me pareció, fue un momento fugaz pero de verdad inquietante.
De repente ese semblante de tristeza se trocó en una suave sonrisa que desdibujó su tristeza; se levantó como en 'cámara lenta' llena de una dignidad solo adquirida en la realeza europea ¿sería una princesa en línea sucesoral? y levanto su mano derecha al aire y la agitó, tomó su maleta y se alejó en dirección de dos amigas a las que saludó de beso en mejilla, entonces oí su risa suave pero franca...
Baje la mirada y abrí como 'en automático' las tapas del libro y no pude leer ni una sola letra, tenía clavada esa mirada triste en las arrugas de mi cerebro y vino de repente en mi ayuda, una vieja sentencia o más bien un viejo escolio de Farwel, que es casi que un axioma; más o menos así dice:
"Basta dejar a alguien solo un breve momento a solas, para que brote en su cara lo que en realidad se es y que no se quiere mostrar al mundo"
Levanté instintivamente la mirada para verla alejarse con delicado contoneo de su cadera al vaivén del ritmo 'alegre' de su frondosa cabellera, en medio de una charla rica en carcajadas; pero esa mirada que leí en su rostro como de 'conformada tristeza ausente', era pura y sincera. Y así, sin temor a equivocarme, somos todos cuando estamos a solas, a la cara nos brota como un reflejo nuestro verdadero sentimiento interior.
Un abrazo sincero... sin careta.
Hortensio.