En otro cuento de la serie "Cuentos Boyacences", habíamos contado la historia que vivió la pobre campesina Nicacia que al ir a enterrar a su difunto esposo en su parcela y al abrir el hueco de la tumba se encontró con un 'tesoro' un antiguo cofre lleno de monedas (morrocotas le decías los españoles de la colonia) de oro. La historia de Nicacia cobra un nuevo desenlace y es el que me propongo contarles en éste 'placido domingo' y como si se tratase de una segunda parte, ésta la narro así:
***
Y el entierro del viejo Jacinto, fue todo un acontecimiento en el pueblo, a el había invitado doña Nicacia la viuda a todas las autoridades municipales desde el alcalde y su 'gabinete de gobierno', el jefe de policía el cabo Ramirez, la Señora juez promiscua, el gerente de la Caja Agraria, y desde luego al cura y el pastor evangélico que había llegado a el pueblo a ponerle competencia a el Señor párroco y que le fue tan mal, además de todos los vecinos de su vereda...
Entre los invitados estaban "cuatro amigos" jóvenes campesinos vecinos de la parcela de doña Nicacia y que reunidos en un rincón de la finca - y como lo hacía todo el pueblo- comentaban lo de la susodicha 'morrocota de oro' que supuestamente le había regalado su mamá y que el chismoso gerente del banco había regado el cuento entre sus amigos de farra y por ahí como pólvora a todo el pueblo.
Ellos maliciaban (malicia indígena se decía en la colonia) del cuento de 'la vieja' y acordaron investigar por su lado si en aquella pequeña finca guardaba algo más que el secreto de Nicacia. Luego de la desaparición de 'la vieja' y del Pastor (algunos maliciaron que se habían ido a vivir lejos del pueblo) los cuatro jóvenes campesinos, decidieron hacer una inspección ocular al terreno abandonado con la disculpa de ir a echarle una manita al cultivo de 'la vieja' que estaba abandonado y que se iba a perder; con sus ojos expertos de campesinos, recorrieron palmo a palmo los terrenos hasta llegar a la pequeña colina cerca del ciprés en donde de inmediato notaron que la tierra había sido removida recientemente...
Pala en mano empezaron a cavar y dieron con el viejo arcón de las monedas, aunque era una sorpresa, no podían dar crédito de lo que veían sus desorbitados ojos, se quedaron extasiados y boquiabiertos ante tanto oro convertido en 'morrocotas'. Repuestos de su incredulidad y sorpresa José María, que siempre fungía como líder optó por llevar el pequeño y pesado baúl a su 'escondite' de niños en la espesura del 'piedemonte' del Nevado del Cocuy, un sitio inexpugnable no solo por lo inhóspito del terreno sino por el inclemente frío que se desataba intempestivamente a cualquier hora del día... era su guarida y nadie desde que eran niños la había descubierto.
Cargaron el tesoro en la burra de la casa de Eulogio y los cuatro emprendieron el camino del 'escondite'...una vez allí en ese pequeñísimo claro en la espesura del monte, descargaron el tesoro y sobre una 'ruana' de lana blanca volcaron las monedas del arcón y empezaron el conteo para repartirlo en partes iguales... casi 300 monedas y así las dejaron en cuatro pequeños montones las 75 monedas que le correspondían a cada uno y abrieron un hueco cerca a la espesura del ramaje y volvieron a enterrar el arcón mientras decidian lo que iban a hacer con sus monedas...
El día era radiante y José María que siempre tenía la iniciativa propuso recolectar el dinero en efectivo que tenían y que Francisco y Eulogio, bajaran al pueblo y compraran 'aguardiente' pan y salchichón cervecero para celebrar y hacer planes para el futuro.
Sin perder más tiempo montaron en la burra y se alejaron hacia el pueblo para cumplir con lo acordado pero en la mente retorcida de codicia José María ya tenía decidido lo que haría, esperarían el regreso de Eulogio y Francisco y con el revolver que siempre cargaba encima los mataría y allí mismo los enterrarían y repartirían con su complice Metías, las monedas de los otros dos...
Pasaron unas dos horas y se prepararon para llevar a cabo su nefasta y homicida decisión cuando sintieron que los desprevenidos campesinos se acercaban al 'escondite'; en efecto el codicioso de José María se escondió para salirles a las espaldas mientras Matías los distraía y así pasó, les disparó a la cabeza e instantáneamente cayeron al suelo y se pusieron a cavar la fosa... luego del entierro cansados y sudorosos decidieron celebrar con el aguardiente y la comida que los interfectos habían traido consigo.
Al rato de haber consumido las viandas empezaron a sentirse mal y sin entenderlo cayeron al suelo revolcándose entre terribles dolores... en minutos yacían muertos en el piso cerca de túmulo funerario de sus amigos asesinados. Eulogio se había confabulado con su amigo Francisco para envenenar los alimentos y el aguardiente y quedarse con la parte de los otros dos... resultaron más codiciosos y más asesinos que los otros dos y así el oro de Nicacia se perdió para siempre en esas lejanías de la Sierra Nevada del Cocuy...
Cosas de la codicia y del ¿diablo...?
Un abrazo fraterno y siempre repetido.
Hortensio.
Ellos maliciaban (malicia indígena se decía en la colonia) del cuento de 'la vieja' y acordaron investigar por su lado si en aquella pequeña finca guardaba algo más que el secreto de Nicacia. Luego de la desaparición de 'la vieja' y del Pastor (algunos maliciaron que se habían ido a vivir lejos del pueblo) los cuatro jóvenes campesinos, decidieron hacer una inspección ocular al terreno abandonado con la disculpa de ir a echarle una manita al cultivo de 'la vieja' que estaba abandonado y que se iba a perder; con sus ojos expertos de campesinos, recorrieron palmo a palmo los terrenos hasta llegar a la pequeña colina cerca del ciprés en donde de inmediato notaron que la tierra había sido removida recientemente...
Cargaron el tesoro en la burra de la casa de Eulogio y los cuatro emprendieron el camino del 'escondite'...una vez allí en ese pequeñísimo claro en la espesura del monte, descargaron el tesoro y sobre una 'ruana' de lana blanca volcaron las monedas del arcón y empezaron el conteo para repartirlo en partes iguales... casi 300 monedas y así las dejaron en cuatro pequeños montones las 75 monedas que le correspondían a cada uno y abrieron un hueco cerca a la espesura del ramaje y volvieron a enterrar el arcón mientras decidian lo que iban a hacer con sus monedas...
El día era radiante y José María que siempre tenía la iniciativa propuso recolectar el dinero en efectivo que tenían y que Francisco y Eulogio, bajaran al pueblo y compraran 'aguardiente' pan y salchichón cervecero para celebrar y hacer planes para el futuro.
Sin perder más tiempo montaron en la burra y se alejaron hacia el pueblo para cumplir con lo acordado pero en la mente retorcida de codicia José María ya tenía decidido lo que haría, esperarían el regreso de Eulogio y Francisco y con el revolver que siempre cargaba encima los mataría y allí mismo los enterrarían y repartirían con su complice Metías, las monedas de los otros dos...
Pasaron unas dos horas y se prepararon para llevar a cabo su nefasta y homicida decisión cuando sintieron que los desprevenidos campesinos se acercaban al 'escondite'; en efecto el codicioso de José María se escondió para salirles a las espaldas mientras Matías los distraía y así pasó, les disparó a la cabeza e instantáneamente cayeron al suelo y se pusieron a cavar la fosa... luego del entierro cansados y sudorosos decidieron celebrar con el aguardiente y la comida que los interfectos habían traido consigo.
Al rato de haber consumido las viandas empezaron a sentirse mal y sin entenderlo cayeron al suelo revolcándose entre terribles dolores... en minutos yacían muertos en el piso cerca de túmulo funerario de sus amigos asesinados. Eulogio se había confabulado con su amigo Francisco para envenenar los alimentos y el aguardiente y quedarse con la parte de los otros dos... resultaron más codiciosos y más asesinos que los otros dos y así el oro de Nicacia se perdió para siempre en esas lejanías de la Sierra Nevada del Cocuy...
Cosas de la codicia y del ¿diablo...?
Un abrazo fraterno y siempre repetido.
Hortensio.