Ayer me desayuné con una noticia que me llegó por vía de WhatsApp de un amigo y seguidor, aficionado a las estadísticas... la página o sea mi bitácora ('más mejor' el eufemismo) había roto la barrera de las 40.000 visitas; bueno, una bonita realidad que nos da a los Blogueros empedernidos como yo, una grata y emotiva satisfacción. Un día me propuse escribir todos los domingos, por lo general al amanecer sobre distintos y variados temas y sin dejar de publicar mis viejas poesías que sin éste maravilloso medio de la alta tecnología, de seguro habían perecido en el muladar del olvido... ¡gracias amig@s! no sé qué más decir: estímulo para no desistir en este bellísimo espacio de literatura contemporánea... ¡gracias!
Sin palabras... |
Ahora lo prometido, una hermosa curiosidad del arte de la joyería: Los huevos de Fabergé... W. Churchill, dijo cuando sus ojos vieron un huevo original del gran artesano "Es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Y en realidad, como lo dijese Farwel: "Es la belleza sublimada del metal y las joyas amalgamado en una pequeña obra de arte". El gran orfebre, Peter Carl Gustavovich Fabergé, había nacido en San Petersburgo, en el año de 1846, venía de una familia de artesanos joyeros y allí destacó hasta que en la Exposición Panrusa de Moscú, ganó la medalla de oro por la pequeña obra que exhibió y que llamó poderosamente la atención del Zar Alejandro III, quien le encargó algo especial para regalarlo a su esposa la zarina María Fiódorovna, en la pascua de ese año de 1885; el maestro le insinuó un simple huevo y empezó a trabajarlo... éste fue el resultado:
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El gran maestro de la orfebrería rusa |
Un abrazo de orfebre.
Hortensio.