Toda habitación, tu cuarto debe ser por si
solo anónimo y muy privado; es lo más
privado que hay en el mundo pues ahí
está la cama y está el amor...
H. Farwel.
El cuarto de Vincent van Gogh |
Pero el sueño persistía, la verdad hace años que no duerme, solo dormita; vive en un duermevela continuo en el que el día se le confunde con la noche. De nuevo se dirige a eso que llama cama donde echaba su cuerpo en busca de descanso, -en realidad era un 'somier' doble botado en el piso de una esquina del cuarto- y en el mismo sitio en el que 'murió su viejo' de un ataque o coma hepático resultado de una severa cirrosis que cargaba hacía años. Las paredes están pintadas de colores viejos y hastiados que se asomaban gracias a un pequeño rayo de luz que se filtraba por la abertura de la mitad de una cortina de raso azul que colgaba desde lo alto ensartada en un tubo de hierro galvanizado y que tapaba la única ventana de aquella habitación.
La herencia de su padrastro... |
De regreso al cuarto en busca anhelada de su 'cama', nota que hacia la pared y entre sus ajadas cobijas hay un bulto... la angustia se apodera de su cerebro agitado y adolorido por la resaca; en décimas de segundo su mente empezó a divagar por un sin fin de posibilidades inescrutables. ¿Quien será? de dónde salió, la 'laguna etílica' lo estaba volviendo loco. Miraba y no se atrevía a mover el bulto que respiraba fuerte y pausadamente; repasó con la mirada la pequeña estancia del cuarto y encontró una pista que lo alivió por el momento, unos zapatos de tacón, era una mujer. La duda llegó de nuevo: "¿y si es un transexual, qué?
La decisión estaba tomada, puso sus rodillas en el extremo derecho de somier y halo con fuerza las cobijas dejando al descubierto un cuerpo que en medio de la penumbra mostraba unas piernas muy blancas casi que brillaban, estaba vestida al igual que él... descartó el sexo. Algo llamaba poderosamente la atención, el pelo era blanco también. En esos largos y eternos segundos la mujer empezó a darse la vuelta hacia él y con un ¡hola...! muy suave y femenino tranquilizó un poco 'su ánimo' perturbado como si esa palabra mágica fuera una disculpa para que éste empezara su correspondiente interrogatorio. Su cara no le era familiar y la penumbra no le dejaba mirar bien ese rostro "enigmático" si así decir se puede.
Pero adivinaba sin temor a equivocarse que se trataba de una mujer anciana. Una idea lo atacó al instante y buscó la palabra que no pudo encontrar por el momento. "¡Hola...! contestó en automático. Un silencio pesado como el hierro llenó el espacio que mediaba sus cuerpos. Él lo rompió: "Perdóname - la empezó a tutear - pero no me acuerdo quien eres. Anoche bebí con frenesí como si mi mundo se fuese a terminar; y tengo un paréntesis enorme donde puede caber cualquier cosa, ¡me enlaguné! y no se que haces en mi cama. No te ofendas, es que no puedo recordar nada. ¿cómo llegamos hasta aquí y en dónde estábamos? porque de seguro estábamos los dos".
Ese era su aparta-estudio |
Se incorporó y fue hacia la ventana con la intensión de abrir la pesada cortina de raso azul. "¡Espera! -de nuevo su voz lo detuvo-: "¿hay un baño por aquí?". Su dedo indice derecho y su mirada marcaron la ruta, - : "Sí allí en el fondo". Con alguna dificultad gateó hasta los pies de la "cama", se sentó y se irguió, era más bien alta y caminó con lenta gallardía -eso le pareció- cuando desapareció tras la puerta del baño. Decidido abrió de par en par el trapo azul que tapaba una ventana de vidrios sucios cubiertos de una pátina de polvo acumulado de años, la luz golpeó sus ojos que instintivamente cerró, a tientas buscó la manija y abrió la ventana, una ráfaga de viento frío acaricio su cara descompuesta por el malestar general que sentía... respiró profundo.
Hasta aquí la parte inicial. No te pierdas el desenlace...
Hortensio.