El unico medio de conservar
el hombre su libertad es estar
siempre dispuesto a morir por ella.
Diógenes de Sinope.
Se cuenta que Diógenes se hallaba una vez de simple espectador en los Juegos Olímpicos de Grecia, durante cuya celebración los jóvenes mejor dotados por la Naturaleza, pugnaban por conquistar el triunfo ya en la carrera, por medio de las piernas, ya en las justas del pugilato por medio de sus brazos y puños.
De pronto, sin que se supiera cómo ni porqué, se vio al filosófico con el laurel triunfal sobre su cabeza y la frente, sin embargo, él no era de esos que habían inscrito su nombre en los registro de la Liza... nadie supo cómo saltó a la arena del estadio ni mucho menos de que hubiese participado en ninguna disciplina deportiva, y desde luego con su débil y contrahecho cuerpo pensar en conquistar la corona de laurel que ceñía en su calva testa.
Era de ver entonces, cómo los otros, los que se bañaban en sudor en la pista o en el caliente redondel de la lucha, protestaban con grandes muestras de disgusto, por esa expresión de triunfo inusitado que mostraba el cínico que al oír esas voces de descontento y que nunca había pedido laureles para él, levantó sus brazos hacía la gran concurrencia y sereno como un dios bañado el rostro con la Paz de las cimas, pidió silencio para poder hablar (Diógenes era muy conocido y hasta respetado por su sabiduría y salidas memorables) se expresó en estos términos:
"Si tener piernas ágiles y correr velozmente es el ideal del mundo, deberían coronar a los venados; si lo perfecto está en los músculos, os superan con mucha ventaja los bueyes y los búfalos. ¿Creéis acaso que el ideal humano debe ser el retorno del ser humano hacia los cuadrúpedos, hacia el venado y hacia el buey?
Si es que pensáis así, razón tienen de sobra vuestras protestas clamorosas; pero antes de decir en firme, primero oíd lo que yo soy, sabedlo, amigos. Yo he vencido a contrincantes mil veces más temibles a esos a los que ahora estáis pretendiendo vencer."
"Yo he vencido a la pobreza, a la proscripción y al infortunio; yo tengo músculos más poderosos que los vuestros; porque los vuestros buscan el halago del Lauro como estímulo, y los míos en cambio, han rechazado los halagos de los príncipes y los potentados; porque los vuestros os atan, mientras que los míos me liberan; yo he vencido al placer, al dolor, al qué dirán, a la cólera, al miedo, al amor y a la muerte; y por último, he vencido a un campeón mil veces más terrible que todos ellos juntos, porque me he vencido a mi mismo".
Limpiándose el sudor que perlada su rugosa frente, el sabio concluyó ante el silencio de todo un estadio: "Ahora, decidid por vosotros o por mí; si vosotros podéis conquistar en vuestras lizas una victoria semejante a esa, si es así, serán mis propias manos las que coloquen sobre vuestras frentes la corona del triunfo".
Diógenes de Sinope. |
Tras unos segundos de silencio sepulcral, la gente del estadio irrumpió en gritos y aplausos para el héroe de la jornada y en homenaje a la sabiduría del gran Diógenes de Sinope.
Un abrazo si es que pasas por aquí...
Hortensio.