domingo, 13 de diciembre de 2020

La señora Ordoñez.

Hola otra vez en esta bella mañana de domingo pandémico hoy con con algo de literatura erótica y con dos invitados de lujo... la suicida argentina Marta Lynch y el poeta 'gringo' Allen Gingsberg. Espero le tomen el ritmo de erotomanía con que narran sus escritos ficcionados...

La señora Ordoñez...?

La señora Ordoñez. (un segmento)
Todo iba a empezar como tantas otras veces, el mismo acto, los mismos movimientos, hasta el aire del dormitorio tomaba una consistencia espesa, aún las maderas de las camas y el recuadro ancho y gris de la ventana. Con tristeza todavía, sin fuerzas para decir que no, pensó que la cosa se desparramaría sobre ella. Podría haber dictado a su marido cada actitud. A eso la llevaba el largo matrimonio y aún abrió los ojos una vez más y en un ángulo absurdo advirtió la esquina izquierda del cielo raso sin molduras, algo como un chispazo en el que entraba el cuarto, los muebles y la amable realidad, todo sin razón aparente, mientras el rito comenzaba y ya sí, entonces, sobrevino el asco y la rebeldía interior.

Raúl la acostaba hábilmente. Lo sintió con el pantalón piyama sobre la carne y con infinita repulsión bajó ella misma el elástico hasta palpar las nalgas musculosas. Si al menos fuera piedad, pensó desesperada y todo su cuerpo huyó con espanto de la cama, es decir su verdadero cuerpo porque ella se había aferrado a su delicada esquizofrenia como un artista que preserva con pudor lo mejor de sí. 

Pensó: no es posible, ahora insistirá en besarme y si llega a la boca me sentiré muy mal. Tanto mejor -sollozó con un gemido seco que él entendió como de placer- ojalá hubiera sido de esas felices mujeres a las que tanto da una cosa como otra. Pero sólo  tuvo la conciencia de ese beso espeso y el beso vino peor que de costumbre, más húmedo, más absurdo, como son siempre los besos sin amor, mancillándola y mancillar es una palabra para la madre, para la abuela, para las mujeres de otras épocas en que cosas como ésa que ocurría ahora en su cama se absorbían a ojos cerrados, sin comunicación, como un último y necesario sacrificio para retribuir la casa, los proveedores pagos y los hijos entremezclándosen en el afecto. El beso fue entonces hacia el lado izquierdo de su cuello y sobrevino la envidia y la melancolía por aquellos que amaban todavía; el beso de Raúl, el olor de su saliva y su manía de repetir obscenidades para devolver al acto algo de esplendor. 

Pero del comienzo afortunado solo quedaban algunos gestos y la bestialidad , el ridículo despanzurrarse sobre las sábanas revueltas en tanto, un desconocido a veces, un hermano otras, introducía su mano y su hálito por la intimidad. Cuando bajó por el cuello, todo se hizo inevitable porque él acometía la empresa con una última generosidad, con masculina cortesía de procurarle placer, procurándoselo generosamente, sin usura, con caricias que la ofendían y excitaban a la vez. Sabe que si me acaricia todo terminará en seguida, insistió estudiando el hecho con voracidad, como el cirujano sobre el vientre abierto en la camilla. Era curioso asomarse al mecanismo infinito de su cuerpo y a los restos de una sensualidad poderosa, viva aún,  en tanto la sentía despertarse como una bocanada liberadora.





Poema de amor sobre un tema de Whitman.

Entraré silenciosamente en el dormitorio y me echaré
entre el novio y la novia,
esos cuerpos caídos del cielo acostados esperando
desnudos e inquietos,
los brazos apoyados sobre los ojos en la oscuridad,
sepultaré mi rostro en sus espaldas y pechos, respirando
su piel,
y acariciaré y besaré el cuello y la boca y descubriré y
conoceré sus dorsos,
piernas alzadas y encogidas para recibir, sexo en la 
oscuridad atormentado y agresivo
endurecido desde el orificio hasta la cabeza excitada,
cuerpos enlazados desnudos en los estremecimientos,
flancos cálidos y nalgas enroscadas entre sí
y ojos, ojos resplandecientes y seductores, dilatados en
miradas de abandono, 
y gemidos al moverse, voces, manos en los cabellos,
manos entre los muslos,
manos en la humedad, sobre los blancos labios,
palpitante contracción de los vientres
hasta que lo blanco se derrama por las agitadas sábanas,
y la novia implora piedad, y el novio se cubre con
lágrimas de pasión y compasión,
y yo me levanto del lecho pleno de los gestos
íntimos y besos de adiós;
todo antes de que la  mente despierte, detrás de sombras
y cerradas  puertas en una casa a oscuras
donde los habitantes vagan insatisfechos en la noche,
desnudos espectros buscándose entre sí en el silencio.

                                               Allen Gingsberg.



Un erotómano saludo.

Hortensio.

Gracias, muchísimas gracias por haber pasado por ésta página, con más de 80.000 visitas desde su creación a esta fecha, ha sido una bitácora literaria que hizo posible escribir desde mis cuadernos borradores de apuntes, -que me han acompañado desde 'siempre'-, mis conceptos literarios de toda índole y que he podido compartir con todos Ustedes.

No me queda más que agradecer su paciencia para seguirme y lo mejor, leerme sobre todo mi poesía que es difícil y pesada, pero con un estilo que he tratado de depurarlo para evitar enmarcarme dentro de alguna escuela o en el estilo de algún inmenso Vate de aquellos que han sido mi guía por todos estos años.  


Hortensio.