La muerte y el olvido van cogidos de la mano, por
eso trata de no olvidar tus más bonitos recuerdos.
Hortensio Farwel.
Si nos espera el olvido
tratemos de no merecerlo.
Alejandro Dolina.
El dolor es poco lo que enseña, y poco, muy poco lo que enriquece el tesoro de la experiencia, de la conducta moral. La garantía de los sentimientos no radica en la certidumbre de que la infracción a sus normas naturales, crea, a la postre, dolor y amargura, sino en la creencia de que la fidelidad al sentimiento es por sí sola una fuente de satisfacciones y placeres.
Pero se dirá que las relaciones entre los sentimientos y el olvido son singularmente difíciles y complicadas, llenas de azar y de contradicciones. En rigor, es así. Y no podría ser de otra manera. El olvido renueva la ilusión del sentimiento, y es, en verdad, el ámbito de donde se dispara la flecha invisible hacia el futuro, hacia los cielos desconocidos de amor, de la amistad, de las inéditas conquistas y satisfacciones. Si el olvido no brindara a los hombres esa especie de gentil finiquito que extiende sobre los hechos pasados, nada podría emprender que llevara en sí el ímpetu de una creación. La maravilla del mundo es sólo posible porque el olvido trabaja con eficacia imponderable en el corazón humano.
No nos defendamos del olvido, no tratemos de dominar con involuntaria resurrección del recuerdo, su fuerza inextinguible. Pensemos que sin el piadoso olvido que cubre las cenizas de tantos amores, de tantas tumbas abiertas en la entraña de la tierra y en el fondo de los corazones, la vida resultaría una inútil e insoportable tortura. A la condición humana aparece adscrita por designio natural, la capacidad de renovación, de restauración del complejo universo de los sentimientos, en la cual hay una siega constante y un florecimiento continuo, una ruina diaria y una restructuración sistemática. Esa perentoria inestabilidad explica cuánto hay de imprevisible en la expresión y en el sentido de la conducta, pero asegura, al mismo tiempo, la posibilidad de sobrevivir a las innumerables catástrofes sentimentales que escalonan la historia de los seres humanos.
El martirio de no poder olvidar... |
El martirio de no poder olvidar debe ser un supremo martirio porque en él va sobrentendida una negación a la vida, a la vida que es una cotidiana victoria sobre el pasado, sobre la hora antigua o sobre la hora que acaba de fugarse, en cuyo seno, acaso, viajaba el dolor, el hastío, la desazón, la inconformidad, tal vez la indescifrable tristeza de envejecer estérilmente.
Esta Bagatela deja en evidencia, la cultura y la visión humana de este gran pensador colombiano de la primera mitad del siglo XX, la conciencia de la importancia del olvido en la salud mental y afectiva... la ruina de la propia y personal existencia a la que se expone el 'desgraciado' y pobre infeliz que no logra, no puede o no quiere olvidar. Bueno no puedo agregar un solo concepto más a estas meditaciones del maestro; solo espero que como a mí, después de leerlo me dejó un agradable sabor de boca... ojalá te pase lo mismo.
¡Abrazo repetido...!
Hortensio.
Un por cierto: Tal vez Téllez, desconocía para su época el terrible e inusual síndrome de la 'Memoria Autobiográfica' o HIPERTIMESIA, -maldición o bendición- que ha sido estudiado recientemente por neurocientíficos, psiquiatras y psicólogos clínicos; definido sencillamente como el conjunto de síntomas por medio del cual algunas personas pueden recordar cada detalle de su vida. Lo totalmente opuesto al necesario OLVIDO, un lujo que no todos se pueden dar... ¡dejemos todo aquí!
Almas en pena que no pueden olvidar... |