domingo, 23 de marzo de 2014

Cuadernos de "Piedra y Cielo".

          En el año de 1.939 aparecen en Colombia y por iniciativa del poeta boyacence Jorge Rojas los 'Cuadrenos de Piedra y Cielo', santo y seña tomado de un libro de Juan Ramón Jimenez (1881-1958) "un andaluz amante de los asnos, neurótico y depresivo", y hermanos de la famosa 'Generación del 27' (Machado, García Lorca, Luis Cernuda y Gerardo Diego). Y así introducen el primer cuaderno en ese año: "Un día cualquiera, de súbito y sin proyecto que asegurara el vuelo sobre el mundo, aparte de su propio empeño, - saeta de aventura igual que la poesía- pensamos echar estos cuadernos a la calle para decirle a los hombres ciegos nuestra entrañable verdad. Creemos  en la poesía. Respiramos su imponderable materia y transitamos su misterioso rumbo. Queremos reflejar claramente sobre el huidizo espejo del tiempo cuanto de eterno ha dejado entre nosotros su duro mandato y tremenda predestinación.
          Esa nuestra empresa espiritual que iniciamos hoy con este primer cuaderno de "Piedra y Cielo", a golpes de alma y canto pasaremos el círculo que nos encierra porque ya es hora que nuestra poesía sea sopesada y medida y se lance resueltamente a la conquista de sus ocultas y permanentes minorías.
          El logro de nuestro intento marcaría la anunciación del canto.


PRESENCIA


Sabemos posar un beso como una mirada.
Plantar miradas como árboles.
Vicente Huidobro.



TEMBLOROSA en mi frente la nocturna
mariposa que baja hasta sus hombros;
El poeta bogotano de Piedra y Cielo, Carlos Martín (1914- 2008)
y en mi oído la fruta de los besos
diciendo ruiseñores y raíces.

Enciende sus miradas como llamas,
me acarician sus llamas como manos,
deja caer sus manos como lluvias
y me besan sus lluvias como labios.

Me cantan esos labios como mar,
cultiva ese mar como amapolas
y desliza amapolas como ríos
y despierta los ríos como alondras.

Hace decir alondras como versos,
hace crecer los versos como árboles
y pasan como un árbol sus pestañas
cuando no está conmigo y cuando está
me siento leve como sus pestañas.

Inclinada a la orilla de la muerte,
como rosa desnuda sobre el tiempo,
su presencia es la gloria de la aurora
en la torre del sueño y las campanas.

                                 (Carlos Martín)



LA CIUDAD SUMERGIDA (fragmento) 

                                                                                      Ciudad, entre mi pulso te sentía,
El poeta boyacence 'Piedracielista' Jorge Rojas (1911-1995)
sumergida también, entre mis venas,
volando tus campanas de alegría.

Alzada en corazón, presagio apenas,
escudo y soledad te levantaban
la piedra secular de las almenas.

Igual que a mi ciudad, te circundaban
lianas de amor, los ojos, desvelados
y abiertos a los siglos que pasaban.

Hoy entre amor y amores naufragados,
que guarda el corazón, a ti he venido,
para dormir mi mar a tus costados.

Y tu sabor de pan, tan conocido
de la mies, me darás, y tus colmena
llegarán rumorosas a mi.
Ciudad que entre mi sueño de azucenas,
                                                                                        lugar que entre mi sangre transitoria
                                                                                          estás creciendo y mis espacios llenas
                                                                                         con la sangre que viene de tu gloria.
.
                                                                                                                                (Jorge Rojas)


Presagio del amor.
(fragmento)

Estoy aquí teñido de relámpagos
con el justo sabor de mi existencia,
El poeta tolimense de Piedra y cielo, Arturo Camacho (1910-1982)
entre un mundo de vientos apagados
que rodean la flor de mi presencia.
Y el amor con su río rencoroso
y sus nieblas de sangre renegada,
con sus estrellas de esmeril oculto
y su clima mordiendo las entrañas,
con sus planetas de humo devorado
y su turbio satélite de lágrimas.

Presencia del amor; no era la muerte,
ni su lengua de azufre calcinada,
ni su horario siniestro repetido
en segundos, momentos, circunstancias,
ni su alarido de pasión suspenso,
ni su barco de sangre disparada:
era el amor de límite imposible,
de unánime expresión atormentada,
de nube sin contornos y de espejos
y mesetas de luna despoblada,
con su muda materia y sus acentos,
amor, amor, en número y palabra.

                (Arturo Camacho Ramírez)





Soledad
sobre
su blanco
  lucero

El poeta llanero 'piedracielista' Eduardo Carranza (1913-1985)
Por tu sola dulzura, Soledad,
se aclara dulcemente la amargura
y es claramente azul la desventura,
Soledad, por tu sola claridad.

Y es más bella que el sueño esta verdad
de verte clara, sola, dulce y pura:
tan alta de pureza y de dulzura
sobre el lucero blanco de tu edad.

Iguales tu presencia y tu recuerdo,
tu voz y tu mirada están de acuerdo
y por tus ojos habla la belleza.

Soledad solamente acompañada
por la luna de mi alma desvelada
en el bruno jazmín de cabeza.
                                                                                     (Eduardo Carranza)

   

Instante. 
Poeta y novelista Santandereano
 de 'Piedra y cielo'(1908-1941)

Y a el trémulo campo de mis voces
yo entregara a criba sometido;
linderos -un recuerdo y un olvido-
para el frió trabajo de tus hoces.

Manos, labios, pupilas, los feroces
deseos y mi sueño escarnecido,
el corazón que ya es de tí transido
y la casa sellada de mis goces.

Manos, labios, pupilas, lo que amas,
para tus negros yelos y tus llamas
yo te entregara, oh muerte, dulce o fiera;

pero una nueva voz está cantando, 
gota al borde de tí, mío, temblando,
y los dos esperamos a que muera. 

                               (Tomás Vargas Osorio)







Ausencia.

                                                                        No puedo ir! No puedo ir!
El poeta Payanes 'piedracielista' Gerardo Valencia,
El último de su generación (1911-1994)
Y sin embargo está tan cerca!

El corazón me dice: vé!
Es una calle, un breve paso.

No puedo ir! No puedo ir!
Hay un abismo en cada huella!

Cada recuerdo nos separa:
yo vi en sus ojos alegría
cuando le dije: no vendré.
No puedo ir! no puedo ir!

Y sin embargo cuánto diera
por recorrer esta distancia
que no es distancia sino tiempo 
que va del ser hasta el no-ser.

No debo ir! no debo ir!
                         Y la canción estrangulada                      
                    me deja un trémulo vacío
                                                                              como una voz ida, fugada,
                                                                               hasta otro verso que no es mio.

                                                                              (Gerardo Valencia)


En una entrada posterior trataré de completar la muestra poética de estos 'Piedracielistas', y su poemario de muestra generacional, que en en verdad marcó todo una época en es Colombia de inicios del siglo XX.

Un abrazo de 'Piedra y Cielo'.

Hortensio.