"El fundamento del amor por el arte médico,
está en el amor por el hombre".
Hipócrates (Padre de la medicina)
En éste primer Plácido domingo del 2018 les narraré - a mi manera- la historia trágica y verídica que le sucedió a un amigo médico en éste año que estaba terminando y que me contó transido de dolor en una de esas tertulias de éstas fiestas navideñas y al calor de una "cálidas" copas de licor... yo y con la 'venia' de mi amigo la cuento para Ustedes, de la siguiente forma, tratando de conciliar la esencia de la historia con mi estilo de hacer prosa; ésta es la historia:
Y experimentó la angustia que "conocía" en sus pacientes terminales de cáncer, se había especializado en oncología en una prestigiosa universidad de los Estados Unidos; una a una vinieron a su memoria las veces en que él como especialista había dicho a los familiares del enfermo: "Lo siento, no hay nada que hacer" para luego seguir impasible explicando, con frialdad, el futuro desarrollo de la enfermedad... pero no podía medir ese dolor intenso que sentían el paciente y sus familiares, él solo diagnosticaba y trataba la enfermedad con los adelantos que la medicina moderna ponía su alcance, nada más.
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"Ciencia y caridad" de Pablo Picasso, cuando apenas tenía 15 años.
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"No, no hay nada hasta ahora, nada que pueda hacerse..." fue la forma amable que un colega suyo le presentaba al entregarle el informe de su diagnóstico cruel y sentenciador, sobre el estado de su hija recién operada. Qué duro le resultaba ahora reconocer y experimentar en carne propia su acostumbrada forma de proceder. "Nuestras sospechas resultaron ciertas, mi querido doctor, el tumor extraído a la niña es maligno, la biopsia salio positiva para cáncer y lo peor, ya ha hecho metástasis a otras partes del cerebro..."
Quedó devastado con la nota, un sentimiento inesperado lo sumió en un terrible desamparo, de pronto se encontraba estático y como nulo, su mente quedó en blanco, reaccionó cuando su colega le golpeó la espalda y con un "lo siento", lo dejó con sus pensamientos... una pregunta justa surgió en sus lívidos labios: ¿porqué a mi? trató de negar el hecho, cuando ya no pudo evadir más la cruda realidad, fue en busca de un asiento en donde dejarse caer mientras asimilaba el tremendo golpe.
Allí tomó su cara con sus manos y bajó la cabeza hacia sus piernas, le arrebató el deseo de volver atrás el tiempo y consolar. Sí, consolar y dar lo que él estaba deseando, un poco de comprensiòn al dolor que se experimentaba y recibir, recibir algo de consuelo. Decirle a sus pacientes con toda la sinceridad del mundo: "Sé lo que está sintiendo de verdad, pero puede ser que suceda algo, no se... una de esas cosas inesperadas, 'un milagro' médico o qué sé yo, una reacción del cuerpo, algo que detenga la enfermedad y la pesadilla" consolar y consolar, ofrecer su solidaridad aunque fuera ofreciendo un vaso de agua o posar suavemente su mano en el hombro de su enfermo o los padres de éste para compartir el estremecimiento de su llanto; no sé en qué momento se había vuelto tan frío e impersonal con el trato frente al dolor de los demás, no le importaba...
¿Cómo se permitió mirar sólo la superficie de algo tan profundo y doloroso? no lo sabía, sólo había aprendido a pensar en las posturas prepotentes que asumiría llegado cada caso, pensar en las consabidas frases de cajón para reafirmar y proyectar la imagen de su personalidad imbecilmente postiza, puesto que había que proteger un prestigio que lindaba con la "divinidad", se creía superior por jugar a ser Dios, salvando vidas o resignarse sin sentimientos de mínima culpa, a perder la lucha ante la muerte, era preferible no dar falsas esperanzas que jugar con su prestigio profesional...
Entro al cuarto de su hijita y la encontró postrada y sedada, se acercó a su lecho y le besó tiernamente en la frente, y al observarla sentía que la situación era grave, hasta caótica, su pupila, que por científica y realista no disponía del mecanismo para nublarse con lágrimas, ahora le devolvía la imagen empañada de la niña amada. Como cualquier 'parroquiano de pueblo' se dedicó a sembrarse en sí esperanzas inútiles, secundar sueños irreales, pero sobretodo a tratar de ocultar esa realidad tan evidente de que se encontraba ante una inmensa tragedia personal. El era un médico y especializado en cancerología, sin embargo se sentía totalmente impotente de enfrentar esa triste realidad...
En muchas ocasiones se había repetido aquello que: "el esfuerzo de uno o el de unos pocos, puestos en la investigación de las enfermedades del cáncer, nunca sería suficiente"; hoy tomaba toda su dimensión de tragedia. En éstos momentos -pensaba- ¿de qué servía su prestigio, su aureola de científico número uno del sector y la gran fortuna que había amasado con el ejercicio de su profesión si no podía hacer nada por su propia hija? poco en efecto y triste dilema por de más, ¿en dónde quedaban sus diarios enfrentamientos con el dolor, el desamparo y la muerte? 'Eran meros gajes del oficio', eso le dio la medida de su egoísmo mercantilista. Todo esto lo llevó a darse cuenta de la verdad, todo hasta su honradez había estado encaminada a satisfacer su amor propio.
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El dolor ante la impotencia de luchar contra la muerte...
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Su hijita murió y el doctor, después de un duro duelo en el que pensó en abandonarlo todo, de manejar las dudas, el temor y las preguntas que abrumaba su alma, se dedicó a poner sus sabios conocimientos en orden y a favor de los menos favorecidos, a dictar cátedra de ética médica y pudo llegar a ser lo que todo Galeno sueña: Un Apóstol, de su bella y necesaria profesión, porque empezó a sentir El Dolor de los Demás... como si fuera suyo.
Un abrazo!!
Hortensio.