jueves, 11 de enero de 2018

El Pergamino...

No se el porqué, siempre que entro en las nieblas inefables de la lírica, se me hace tan difícil versar  y aunque se rimar, el problema radica en que -sinceramente- no me preocupa hacerlo si la inspiración, esa que tiene que nacer del alma, va fluyendo arítmicamente por las frases que se atropellan en mi mente para salir en sonidos raramente indispuestos, de dudosa elegancia y alejado de la rítmica meticulosamente diseñada para la música, aunque de verdad, trato de que tenga cierta melodiosa cadencia dentro la prosa libre.

El umbral de la lírica...

Y eso me hace 'imprudentemente' libre, sin la atadura que esas cadenas que brillan primorosamente y cautivan a los ortodoxos; de nuevo pienso que no encajo en el mundo de la poesía y con esa sensación de emociones extraviadas con necesidad de silencios, dudo en si llegó el  momento 'botar la toalla' o me doy un espacio preventivo luego de pensar que el mundo de la lírica como la propia vida, tienen un umbral para cruzar en un momento dado por una puerta de entrada y otra de salida que nunca serán herméticas y selladas por lo que si se llegan a abrir desde luego se cerrarán... por ahora estoy parado frente a un portón cerrado de esa inmensa fortaleza lírica en espera de poder cruzarla con mente abierta.

Mientras traspaso ese umbral, una poesía, de esas versada por los años 80's, que dice así:


El Pergamino...
Un pergamino encriptado...

Todo ese tiempo que nos resultó mágico
se perdió con tu despedida ingrata,
espejismo conjurado e indolente que
se escribió entre renglones quebrados por
el olvido y la vergüenza...

Ausencia que se enredó en una malgastada
esencia de promesas inútiles y vacías,
camino que partió del amor y acabó sin
miedo alguno en el abismo letal de la
ingratitud y la desidia...

Fantasía que solo yo viví en lo que nunca
se escribió, ambigua verdad que jamás se
dejo desenmascarar y que no entiende de
certezas, solo dudas que queman y laceran
el alma vilmente traicionada...

Pergamino encriptado de sombras y dolor
que no tiene norte y sí rutas de angustia,
sembradas sin recelo de dolor y tristeza
miedo forzado que atenaza la incertidumbre
cruel de no volver a verte...

Pero sin perder la furtiva y esquiva esperanza,
me hago la ilusión de que algún día podremos
volver a mallar los hilos de nuestro cariño
antes que el ocaso de nuestras vidas nos muestre
el sendero ineludible donde se ocultará nuestro sol.

                                                              Farwel 1986





Un abrazo lírico...

Hortensio.

domingo, 7 de enero de 2018

El Dolor de los Demàs...


"El fundamento del amor por el arte médico,
 está en el amor por el hombre".

Hipócrates (Padre de la medicina)

En éste primer Plácido domingo del 2018 les narraré - a mi manera- la historia trágica y verídica que le sucedió a un amigo médico en éste año que estaba terminando y que me contó transido de dolor en una de esas tertulias de éstas fiestas navideñas y al calor de una "cálidas" copas de licor... yo y con la 'venia' de mi amigo la cuento para Ustedes, de la siguiente forma, tratando de conciliar la esencia de la historia con mi estilo de hacer prosa; ésta es la historia: 

Y experimentó la angustia que "conocía" en sus pacientes terminales de cáncer, se había especializado en oncología en una prestigiosa universidad de los Estados Unidos; una a una vinieron a su memoria las veces en que él como especialista había dicho a los familiares del enfermo: "Lo siento, no hay nada que hacer" para luego seguir impasible explicando, con frialdad, el futuro desarrollo de la enfermedad... pero no podía medir ese dolor intenso que sentían el paciente y sus familiares, él solo diagnosticaba y trataba la enfermedad con los adelantos que la medicina moderna ponía su alcance, nada más.


"Ciencia y caridad" de Pablo Picasso,
cuando apenas tenía 15 años.

"No, no hay nada hasta ahora, nada que pueda hacerse..." fue la forma amable que un colega suyo le presentaba al entregarle el informe de su diagnóstico cruel y sentenciador, sobre el estado de su hija recién operada. Qué duro le resultaba ahora reconocer y experimentar en carne propia su acostumbrada forma de proceder. "Nuestras sospechas resultaron ciertas, mi querido doctor, el tumor extraído a la niña es maligno, la biopsia salio positiva para cáncer y lo peor, ya ha hecho metástasis a otras partes del cerebro..."

Quedó devastado con la nota, un sentimiento inesperado lo sumió en un terrible desamparo, de pronto se encontraba estático y como nulo, su mente quedó en blanco, reaccionó cuando su colega le golpeó la espalda y con un "lo siento", lo dejó con sus pensamientos... una pregunta justa surgió en sus lívidos labios: ¿porqué a mi? trató de negar el hecho, cuando ya no pudo evadir más la cruda realidad, fue en busca de un asiento en donde dejarse caer mientras asimilaba el tremendo golpe.

Allí tomó su cara con sus manos y bajó la cabeza hacia sus piernas, le arrebató el deseo de volver atrás el tiempo y consolar. Sí, consolar y dar lo que él estaba deseando, un poco de comprensiòn al dolor que se experimentaba y recibir, recibir algo de consuelo. Decirle a sus pacientes con toda la sinceridad del mundo: "Sé lo que está sintiendo de verdad, pero puede ser que suceda algo, no se... una de esas cosas inesperadas, 'un milagro' médico o qué sé yo, una reacción del cuerpo, algo que detenga la enfermedad y la pesadilla" consolar y consolar, ofrecer su solidaridad aunque fuera ofreciendo un vaso de agua o posar suavemente su mano en el hombro de su enfermo o los padres de éste para compartir el estremecimiento de su llanto; no sé en qué momento se había vuelto tan frío e impersonal con el trato frente al dolor de los demás, no le importaba...


¿Cómo se permitió mirar sólo la superficie de algo tan profundo y doloroso? no lo sabía, sólo había aprendido a pensar en las posturas prepotentes que asumiría llegado cada caso, pensar en las consabidas frases de cajón para reafirmar y proyectar la imagen de su personalidad imbecilmente postiza, puesto que había que proteger un prestigio que lindaba con la "divinidad", se creía superior por jugar a ser Dios, salvando vidas o resignarse sin sentimientos de mínima culpa, a perder la lucha ante la muerte, era preferible no dar falsas esperanzas que jugar con su prestigio profesional...

Entro al cuarto de su hijita y la encontró postrada y sedada, se acercó a su lecho y le besó tiernamente en la frente, y al observarla sentía que la situación era grave, hasta caótica, su pupila, que por científica y realista no disponía del mecanismo para nublarse con lágrimas, ahora le devolvía la imagen empañada de la niña amada. Como cualquier 'parroquiano de pueblo' se dedicó a sembrarse en sí esperanzas inútiles, secundar sueños irreales, pero sobretodo a tratar de ocultar esa realidad tan evidente de que se encontraba ante una inmensa tragedia personal. El era un médico y especializado en cancerología, sin embargo se sentía totalmente impotente de enfrentar esa triste realidad...

En muchas ocasiones se había repetido aquello que: "el esfuerzo de uno o el de unos pocos, puestos en la investigación de las enfermedades del cáncer, nunca sería suficiente"; hoy tomaba toda su dimensión de tragedia. En éstos momentos -pensaba- ¿de qué servía su prestigio, su aureola de científico número uno del sector y la gran fortuna que había amasado con el ejercicio de su profesión si no podía hacer nada por su propia hija? poco en efecto y triste dilema por de más, ¿en dónde quedaban sus diarios enfrentamientos con el dolor, el desamparo y la muerte? 'Eran meros gajes del oficio', eso le dio la medida de su egoísmo mercantilista. Todo esto lo llevó a darse cuenta de la verdad, todo hasta su honradez había estado encaminada a satisfacer su amor propio.

El dolor ante la impotencia
de luchar contra la muerte...

Su hijita murió y el doctor, después de un duro duelo en el que pensó en abandonarlo todo, de manejar las dudas, el temor y las preguntas que abrumaba su alma, se dedicó a poner sus sabios conocimientos en orden y a favor de los menos favorecidos, a dictar cátedra de ética médica y pudo llegar a ser lo que todo Galeno sueña: Un Apóstol, de su bella y necesaria profesión, porque empezó a sentir El Dolor de los Demás... como si fuera suyo.

Un abrazo!!

Hortensio.