En este atípico día y pensando lo que por estos primeros días del 2016 ha pasado en una institución de la mayor importancia para los pueblos y en especial en Colombia,- tan azotada por la violencia y el delito - como es 'La Defensoría del Pueblo'... pues su director fue acusado y suspendido por el delito de acoso laboral y acoso sexual, cosa más lamentable y vergonzosa... ¡Acoso!
En su defensa habló de haberse enamorado de una 'reina' que fungía como su secretaria privada, de eso no hay culpa, es inherente a la criatura humana enamorarse y por humano es imposible no hacerlo, pero no a la fuerza que desembocó en acoso, imperdonable ese tipo de violencia de manos de una persona que ostentaba esa calidad de dirección en la majestad de una institución de la importancia de 'La Defensoría del Pueblo'... para el pueblo y por el pueblo. Y el reyezuelo se derrumbó por donde no debía.
De inmediato vino a mi memoria un bello, válido y descriptivo pensamiento del escritor Javier Marías, en su novela "Así empieza lo malo" que encaja al respecto... miren Ustedes y evalúen lo dicho:
"¿Por qué habría de querernos el que señalamos nosotros con dedo tembloroso? ¿Por qué ése justamente, como si nos tuviera que obedecer? ¿O por qué habría de desearnos aquel que nos turba o nos enciende y por cuyos huesos y carne morimos? ¿A qué tanta casualidad? Y cuando se da, ¿Por qué ha de preservar algo tan frágil y tan prendido con alfileres, la más rara conjunción? El amor correspondido, la lascivia recíproca, el enfebrecimiento mutuo, los ojos y las bocas que se persiguen simultáneamente y los cuellos que se estiran para divisar al elegido entre la multitud, los sexos que buscan juntarse una y otra vez y el extraño gusto por la repetición, volver al mismo cuerpo y regresar y volver... Lo normal es que casi nadie coincida, y si existen tantas parejas supuestamente amorosas es en parte por imitación y sobre todo por convención, o bien porque el que señaló con el dedo ha impuesto su voluntad, ha persuadido, ha empujado, ha obligado al otro a hacer lo que no sabe si quiere y recorre un camino por el que nunca se habría aventurado sin apremio ni insistencia ni guía, y ese otro miembro de la pareja, el halagado, el cortejado, el que se adentró en la nube, se ha ido dejando arrastrar. Pero eso no tiene por qué persistir, el encantamiento y la nebulosidad terminan, el seducido se cansa o despierta, y entonces al obligador le toca desesperarse y sentir pánico y vivir en vilo, volver a trabajar si todavía le restan fuerzas, montar guardia a la puerta y rogar e implorar noche tras noche y quedar a merced de aquél. Nada expone ni esclaviza tanto como pretender conservar al que se eligió e inverosímilmente acudió a la llamada de nuestro tembloroso dedo, como si se obrara un milagro o nuestra designación fuera de ley, eso que no tiene porqué ocurrir nunca jamás..."
Nada a la fuerza es dable y mucho menos en el amor... no es posible que cuando se acaba la relación, esa 'prendida con alfileres' se recurra a la violencia o al acoso, 'el obligador' no tiene derecho a ser maltratador y menos esclavizar, eso es ponerse al margen de la ley y perder la dignidad que desde siempre acorrala y que, "invariablemente, nos hará cínicos y traicioneros" y nuestra "designación fuera de ley". Y como dice Marías "eso no tiene por qué ocurrir nunca jamás...".
Tan solo un abrazo.
Tan solo un abrazo.
Hortensio.
Post escriptum: Un anciano padre al retirarse de la dirección de la empresa familiar y entregársela a su hijo, solo atinó a darle este emotivo consejo: "Hijo mio, si quieres que la empresa continúe su devenir con paz y éxito, ¡nunca pero nunca vayas a meter el pipí en la nómina!".