El Califa... Abderramán III. |
El último Emir y el primer Califa de Córdoba. |
conocido en el mundo hispánico como Abderramán III. como lo narre, fue el primer Emir Omeya, que tomo el título de Califa a imitación de los de Bagdad. En este Plácido domingo y de la mano del historiador Omeya, Ibn Hayyan, les contaré como fue la vida - en anécdotas- de este gobernante Omeya, en una resumida biografía desde su nacimiento en el Alcázar de Córdoba, en un jueves 7 de enero del año 891; 20 días después de su nacimiento, su padre el infante Muhammad, es asesinado a golpes traidores por su medio-hermano Mutarrif, que aliado al guerrillero muladí (nombre que recibían los descendientes cristianos que se convertían al Islam) Omar Ibn Hafsún, conspiraron para emboscarlo y matarlo e impedir su ascenso al trono cordobés ya que era el preferido de Abd Allah, aunque fuera hijo de una esclava cristiana.
Su abuelo lo acogió y protegió en la corte con su madre, una vascona llamada Muzayna, que en árabe significa lluvia, el azar, a veces caprichoso, lo destinaría a ser el más célebre de aquella dinastía, y contra todo pronóstico llegó a ser el octavo y último Emir y el primer Califa Omeya de Córdoba... pero decíamos que el abuelo le tomó especial cariño al niño y no lo ocultó a los ojos de los demás llegando a ser el nieto preferido del Emir, -grave cosa en esa época- cosa que más adelante les contaré.
Su infancia fue en medio del lujo harén de su abuelo; bien difícil, por cuenta de su tía, al-Sayyida, 'La Señora'. Desde luego era la hermana uterina de Al- Mutarrif, el asesino de su padre y con la orden perentoria del Emir de que lo educara, pero no le hizo la vida fácil al pequeño tratándolo con rigor y llegando hasta el maltrato. Cuenta el cronista, que un día que jugaba en los jardines del Alcázar de su abuelo, uno de sus primos resultó mordido por una víbora, muriendo al poco rato entre estremecedores gritos de dolor ante los ojos despavoridos del futuro Califa... ese terrible terror quedó gravado para siempre en el inconsciente del niño y por toda la vida lo acompañó. Siempre corrió el 'chisme' de que esa culebra estaba destinada a morder a Abderramán, por orden de su tía que algún día lo pagaría...
Y así llegó a su adolescencia y el amor del abuelo se hizo más notorio, en alguna ocasión y con motivo de la fiesta de un aniversario del reino el Emir lo hizo sentar en el trono y él se sentó a su lado y en otro momento culminante de su amor de abuelo, ante la vista de toda la corte se quitó su anillo y lo colocó en el dedo de su nieto y lo destinó a ser su sucesor. Y así sucedió a la muerte del viejo Emir, nadie discutió la sucesión y su primer acto de gobierno fue expulsar su tía del Alcázar perdonándole la vida; la princesa se refugió en 'La casa noble de los Banu Hudayr' que eran visires del Emirato; murió lejos de la corte en donde perdió todos los privilegios de princesa 18 años después de ser expulsada, Abderramán nunca olvido los malos tratos de ella y el intento de matarlo por la mordedura de aquella víbora que forjo su personalidad extremadamente cruel y dura contra los que se opusieron a él y la inmensa fobia por el veneno de las culebras.
El Califa era de piel blanca (como la mayoría delos Omeyas) de ojos azules y su cabello rubio tirando a pelirrojo y que por no perecer cristiano, los teñía con tinte de alheña, atractivo y de finas facciones y modales aprendidos de señorío y majestuosidad, de corta estatura pero de complexión gruesa se destacaba cuando iba a lomo de sus caballos pura sangre árabes, pero de destacaba por su fuerte personalidad fruto de su esmerada educación, astuto y constante en lo que se proponía junto con un gran valor personal propio de los Omeya, era de una inteligencia aguda y ágil y de un acertado sentido de la realidad... sucedió a su abuelo, a la edad de veinte años.
Su primer acto de guerra fue contra el asesino de su padre y en esos momentos señor de el Al Andalus Oriental, Omar al Hafsún, luego vendría la sumisión de Toledo, pero su reinado sería de guerras continuadas porque los cristianos del norte no dejaban de hostigar sus fronteras, logró unir todo el califato de Córdoba, que le concedieron el título de Imán de Al- Nasi- Ledín-Alla (Amparador de la Ley de Alá) pero una vez consolidado su poder, quizá como desquite a la austeridad a que lo había sometido su tía, Abderraman, relajo sus costumbres... mandó a acuñar monedas con su nombre y títulos, y se entregó al vino y los placeres, se acrecentaron su crueldad y prepotencia que pesaron sobre él como deleznables...
Un ejemplo fue el castigo de sus enemigos condenados a muerte a quienes entregaba a los leones hambrientos que sus aliados africanos le habían regalado, pero su crueldad no se quedaba en la batalla o para el escarmiento, le dio por ser cruel con sus concubinas, cuenta el cronista que en una ocasión en el que se encontraba borracho a solas en el jardín de Madinat Al Zahra, con la más bella de sus concubinas, éste quiso besarla y morderla, pero ella se mostró esquiva haciendo malos gestos, el Califa montó en cólera y mandó a llamar a unos eunucos para que la sujetaran y le quemaran la cara, de modo que perdiera su belleza y fuera botada del Alcázar... ¡qué impunidad!.
Su abuelo lo acogió y protegió en la corte con su madre, una vascona llamada Muzayna, que en árabe significa lluvia, el azar, a veces caprichoso, lo destinaría a ser el más célebre de aquella dinastía, y contra todo pronóstico llegó a ser el octavo y último Emir y el primer Califa Omeya de Córdoba... pero decíamos que el abuelo le tomó especial cariño al niño y no lo ocultó a los ojos de los demás llegando a ser el nieto preferido del Emir, -grave cosa en esa época- cosa que más adelante les contaré.
Su infancia fue en medio del lujo harén de su abuelo; bien difícil, por cuenta de su tía, al-Sayyida, 'La Señora'. Desde luego era la hermana uterina de Al- Mutarrif, el asesino de su padre y con la orden perentoria del Emir de que lo educara, pero no le hizo la vida fácil al pequeño tratándolo con rigor y llegando hasta el maltrato. Cuenta el cronista, que un día que jugaba en los jardines del Alcázar de su abuelo, uno de sus primos resultó mordido por una víbora, muriendo al poco rato entre estremecedores gritos de dolor ante los ojos despavoridos del futuro Califa... ese terrible terror quedó gravado para siempre en el inconsciente del niño y por toda la vida lo acompañó. Siempre corrió el 'chisme' de que esa culebra estaba destinada a morder a Abderramán, por orden de su tía que algún día lo pagaría...
Y así llegó a su adolescencia y el amor del abuelo se hizo más notorio, en alguna ocasión y con motivo de la fiesta de un aniversario del reino el Emir lo hizo sentar en el trono y él se sentó a su lado y en otro momento culminante de su amor de abuelo, ante la vista de toda la corte se quitó su anillo y lo colocó en el dedo de su nieto y lo destinó a ser su sucesor. Y así sucedió a la muerte del viejo Emir, nadie discutió la sucesión y su primer acto de gobierno fue expulsar su tía del Alcázar perdonándole la vida; la princesa se refugió en 'La casa noble de los Banu Hudayr' que eran visires del Emirato; murió lejos de la corte en donde perdió todos los privilegios de princesa 18 años después de ser expulsada, Abderramán nunca olvido los malos tratos de ella y el intento de matarlo por la mordedura de aquella víbora que forjo su personalidad extremadamente cruel y dura contra los que se opusieron a él y la inmensa fobia por el veneno de las culebras.
El Califa era de piel blanca (como la mayoría delos Omeyas) de ojos azules y su cabello rubio tirando a pelirrojo y que por no perecer cristiano, los teñía con tinte de alheña, atractivo y de finas facciones y modales aprendidos de señorío y majestuosidad, de corta estatura pero de complexión gruesa se destacaba cuando iba a lomo de sus caballos pura sangre árabes, pero de destacaba por su fuerte personalidad fruto de su esmerada educación, astuto y constante en lo que se proponía junto con un gran valor personal propio de los Omeya, era de una inteligencia aguda y ágil y de un acertado sentido de la realidad... sucedió a su abuelo, a la edad de veinte años.
La proporción de las tierras del califato en comparación con los reinos cristianos del norte. |
Un ejemplo fue el castigo de sus enemigos condenados a muerte a quienes entregaba a los leones hambrientos que sus aliados africanos le habían regalado, pero su crueldad no se quedaba en la batalla o para el escarmiento, le dio por ser cruel con sus concubinas, cuenta el cronista que en una ocasión en el que se encontraba borracho a solas en el jardín de Madinat Al Zahra, con la más bella de sus concubinas, éste quiso besarla y morderla, pero ella se mostró esquiva haciendo malos gestos, el Califa montó en cólera y mandó a llamar a unos eunucos para que la sujetaran y le quemaran la cara, de modo que perdiera su belleza y fuera botada del Alcázar... ¡qué impunidad!.
De sus once hijos barones tenia el califa dos preferidos, Abdalá y Alhaken, a los que educó con esmero... prefirió a Alhaken y lo declaró "Wali alahdí" principe heredero, Abdalá quien era el mayor se sintió ofendido y por consejos de su entorno y supuestos aliados movidos por su propia ambición lo llevaron a la rebelión y trató de derrocar a su padre; la conjura fue descubierta y depuesta, el Califa lo mando apresar y encerrar por una semana en una oscura azmorra del palacio de Al Zahra, al final de la cual fue presentado ante su padre...
- Te tienes por ofendido porque no reinas?
Por respuesta el Califa recibió solo las lágrimas de Abdalá.
Abderramán, sentenció a su hijo a muerte para el mismo día en que iba a estallar la conspiración.
Alhaken, aterrado por la sentencia de su padre y en medio de su nobleza imploró súplica y perdón para su hermano, Abderramán le contestó:
- Bien está de tu parte interceder por tu hermano y si yo fuera un hombre privado y pudiera escuchar solo los sentimientos de mi corazón desde luego que accedería a tus súplicas... Pero soy el Califa, sí pues, que ni tu desconsuelo ni las lágrimas de toda nuestra casa pueden liberar a mi desgraciado hijo a la pena debida a su crimen...
El día de la fiesta de los Sacrificios, Abdalá fue llevado a la musallá, oratorio al aire libre, donde fué degollado delante de la multitud...Se cuenta que fue la única vez que vieron llorar al Califa de Córdoba. Durante sus últimos años se auto-recluyó en su ciudad dorada de Madinat al-Zahara, allí permanecia la mayor parte de su tiempo compartiendo con sus más allegados consejeros y amigos; entre los escasos privilegiados siempre estuvo Hasday Ibn Saprut, su médico personal y confidente quien fue el único ser en el reino que jamás le tuvo miedo, presumía el médico el saber el porqué le quería tanto el Califa, porque conocía su más profundo y mejor guardado secreto: su obsesivo terror a morir envenenado a causa de la mordedura de una serpiente y Hasday, conocía los antídotos.
En la fría primavera del 961 enfermó El Califa y su gran médico lo curó sorprendentemente y al llegar el verano Abdarramán, volvió a su normalidad en el palacio y sus audiencias de estado; pero llegados los frescos otoñales el anciano monarca empeoró en su salud y ya ni Hasday, podía hacer nada por su amigo y Abderramán extinguió sus dias un martes de ese octubre del 961 tras cincuenta años en el poder y setenta años de vida. Se encontró una especie de diario que el gobernante de Córdoba tenía consigo y en el se pudo lee:
"...Y en todo ese tiempo, he contado los días de pura y genuina felicidad que he vivido: Montan un total de catorce... no cifreís por tanto vuestras esperanzas en las cosas de éste mundo."
El día en que murió Abderramán III, toda la corte acompañó el féretro de su palacio a la gran Mezquita y el gran cadí elevo la plegaria a nombre del 'Príncipe de los Creyentes' a Alá, en unos multitudinarios oficios religiosos en donde el pueblo doliente se mezclo con los dignatarios venidos del todo el Califato y otros reinos vecinos y aliados...de allí al panteón del 'Alcazar', en un jardín (bustän) de la Qarafa de Córdoba, entró en su última morada (Rawda al-Julafa) a esperar la llegada de los dos ángeles para el interrogatorio del difunto (su tumba se perdió). Así termino la 'era dorada' de Al-Andalus en donde de la mano del gran Califa, conocieron la tolerancia religiosa y política las religiones de los tres "Libros sagrados".
Un abrazo andalusí...
Hortensio.