Este título merece una sencilla y metafórica explicación. Así me sentí esta mañana después de haber visto un documental de astrofísica, sobre la vertiginosa expansión del Universo, les confieso que para mi sensibilidad fue de verdad impactante por así decirlo... y en éste Plácido domingo me puse a barruntar sobre lo absurdamente ínfimos que somos frente a la infinita inmensidad del Universo.
Nuestra nave azul... |
Y aquí me encuentro yo barruntando, parado no si derecho o de cabeza sobre una gran roca redonda que gira a razón de 1,500 kilómetros por hora sobre su propio eje y a 150 millones de Kilómetros del Sol, surcando por el espacio sin rumbo cierto y sin saber a donde vamos a parar, para cumplir una cita quien sabe con qué ni por qué... ¿inquietante cierto? Ocho planetas, y una pavorosa cantidad de millones de galaxias, me rodean igual que los 7.800 y pico de millones de seres humanos (datos del Banco Mundial) esperando que esa maravilla que es la capa protectora de ozono no se valla a evaporar exponiéndonos a una inmisericorde rociada de los fatídicos y letales rayos cósmicos.
Sí, aquí estoy en esta roca giratoria y veloz arrastrada por la alocada carrera de toda nuestra hermosa y misteriosa galaxia a quien cariñosamente llamamos Vía Láctea, hacia el muro exterior del Universo y rumbo a encontrarnos en cruce de colisión y en algún momento con nuestra veloz vecina espiral Andrómeda, y convertirnos en basura espacial, para entonces y teniendo en cuenta tan inmensas distancias, cuando eso pase ya tendré 980.000 años de edad...
Y sí, estoy aquí parado en mi roca giratoria, "abróchense los cinturones" como todos los días girando a una velocidad media de 107.280 Kilómetros por hora sobre una orbita elíptica de 930 millones de Kilómetros esperando llegar al perihelio para acelerar 3.420 más al acercarnos al punto más cercano al Sol. (La Tierra necesita 365 días, cinco horas, 48 minutos y 45,5 segundos en dar la vuelta al Sol (Getty). Estos pequeños datos los hemos olvidado y la mayoría no lo saben.
Nuestro dador de vida en plena actividad... |
Entonces sin dejar de barruntar, me angustio sin razón. ¿Qué tal que a nuestro inmenso dador de vida se le de por estornudar un poco fuerte en una de esas llamadas 'tormentas solares' o le de por consumirse? ahí si nos jodimos... suplico al dios de lo incomprensible el gran Apolo, que eso no pase antes de cumplir mi primer millón de años de edad. Solo nos queda a los mortales la Ley de Gravedad para darnos la "tranquilidad" de seguir parados sobre esta veloz roca redonda y no salir disparados hacia la materia oscura del absurdo vacío para ser comidos por algún agujero negro.
Pero pasando por el que ya no es el 9° planeta, esa inmensa roca inerte que es Plutón, la nuestra ya no se distingue, es invisible al salir del 'sistema solar'... "El 14 de febrero de 1990, la sonda interestelar Voyager I en su paso por Saturno giró hacia la Tierra y capturó una foto de ella por última vez. Nuestro hogar se veía como una mota de polvo flotando en el suave rayo del Sol" (Carl Sagan) Nada más bello y conmovedor y hay que verlo...
Entonces vuelvo a barruntar dubitativamente, ¿si nuestra roca es 'una mota de polvo' qué seremos nosotros...? sencillo, unos simples microbios ínfimos invisibles, mínimas criaturas creadas por un milagro cósmico abrumadas por millones de problemas para poder subsistir en el único medio ambiente conocido -hasta ahora- y como pasajeros evolutivos o 'polizones' transitorios de la más hermosa nave espacial por ahora conocida y que quedó a la deriva por el camino de los siglos desde su nacimiento y millones de años después del Big Bang... ¿Qué será de nosotros? casi nunca lo pensamos ni parece importarnos.
Un pequeño microbio llamado 'hombre'. |
Barrunten... Barrunten, pues para nosotros, 'simples mortales' no nos queda otra cosa qué hacer.
Hortensio.