El 'Ashaverus' (el judío errante) de la poesía latinoamericana, eso fue 'Porfirio Barba Jacob' último seudónimo de Miguel Ángel Osorio Benítez (1883- 1942), que como todos los personajes de su época fue poeta (posmodernista) y periodista (panfletario) colombiano, en su éxodo de 25 años por las tres américas y el Caribe, tres destierros, en una vida de andanzas y dificultades, de lujos y derroches, avaro e inmoral, de amigos y enemigos, de vicios y enfermedades, 'dandi decadente' y vividor empedernido, anarquista, adulador y bohemio, un esplendido charlatán marihuanero y alcohólico que vivió de su lengua, fabulador de su propia vida y de algunos inspirados poemas, poeta maldito y desgraciado, homosexual, inestable de "lealtad dudosa". Talentoso como todo farsante, su vida fue una impostura. Una máscara detrás de la cual no existió nada... creo que no me faltó nada y ya de por sí se hicieron una imagen de El. Hoy quiero invocarlo para Ustedes...
Porfirio Barba Jacob (1883-1942) |
Nacido en Santa Rosa de Osos, así describe el escritor antioqueño 'el antipatriota' y misántropo Fernando Vallejo, a ese pueblito y da su opinión sobre sus coetáneos, los antioqueños: "... con sus casitas blancas de tejados rojizos, sus calles tortuosas y su plaza empedrada. Y nada más, la tierra yerma. Sin un huerto, sin una arboleda, sin un cultivo. Nada. Porque lo único que cultiva el antioqueño es su pereza ladrona y su fama de trabajador honrado. En un principio se dedicaron los antioqueños al laboreo de las minas y a la tala de árboles. Todo lo escarbaron y lo desolaron.
Con "el hacha que mis mayores me dejaron por herencia "talaron los inmensos bosques de robles que cubrían el Valle de los Osos, donde se fundó Santa Rosa, y cuando nació el poeta solo quedaban las cañadas y los cerros cortados a pico y azadón por toda la comarca, para dar testimonio del paso de sus antepasados por la faz de la tierra... y de ahí la razón de la leyenda del poeta: el antioqueño ha tenido que marcharse siempre en busca de otras tierras donde tumbar árboles; es la colonización antioqueña y el poeta se largó de su tierra porque ya no había 'árboles que talar' a esa América que era toda suya, sin fronteras, sin nacionalidades.
En ese panorama se levantó el poeta en ciernes quien empezó a llamarse a si mismo Ricardo Arenales y su obra no es sino el reflejo de su vida apasionada, trágica, aciaga y nostálgica. Asesino a Arenales y tomo el nombre de Porfirio Barba Jacob... En una entrevista con un incógnito personaje a una pregunta: ¿Cuál es su profesión de la fe como escritor y como poeta? éste le contestó: - "Yo soy yo, expreso mi dolor metafísico, mi angustia vital, mis alegrías y mis terrores, mis transiciones espirituales, mi esperanza de un modo personal, con las formas que me son conocidas y cuyo dominio creo poseer, pero sin que me importe la filiación a determinada escuela, ni las rutas seguidas por otros poetas. He dicho en mis poemas precisamente lo que anhelaba decir. No me querello de la inutilidad de la palabra, ni del ensueño estrangulado ni de la voluntad que fracasa. He realizado en algunas de mis producciones - las que yo llamo poesías perfectas - lo que deseaba realizar. La moda y la notoriedad nada me importan". (farsante)
De vuelta a México, quiso asesinar el nombre de Porfirio y tomar el de Juan Pedro Pablo pero no lo logró ya que murió en la miseria más lamentable, corroído por la cirrosis, la sífilis y la tuberculosis el 14 de enero de 1942... aquí dos de sus poesías más sensitivas, bellas e inmortales (-futuro- fue su epitafio).
De vuelta a México, quiso asesinar el nombre de Porfirio y tomar el de Juan Pedro Pablo pero no lo logró ya que murió en la miseria más lamentable, corroído por la cirrosis, la sífilis y la tuberculosis el 14 de enero de 1942... aquí dos de sus poesías más sensitivas, bellas e inmortales (-futuro- fue su epitafio).
Futuro
Decid cuando yo muera... (¡y el día esté lejano!)
soberbio y desdeñoso, prodigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento...
Vagón sensual y triste, por las islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, su fuerza... Y era una llama al viento.
De simas no sondadas subía a las estrellas;
un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
fue sabio en sus abismos, y humilde , humilde, humilde,
porque no es nada una llamita al viento.
Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trágico lamento...
Era una llama al viento y el viento la apagó.
Tumba del poeta y el último verso de 'Futuro' como epitafio. |
Canción de la vida profunda
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres , tan lúgubres,
como las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Más hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!
"Todo lo que debe acabar es efímero" escribió un místico y creo que al final de sus días el poeta anhelaba la quietud del sepulcro, donde nada se desea.
Un abrazo muy sensitivo.
Hortensio.