domingo, 2 de febrero de 2020

La Marioneta.

De nuevo en éste primer Plácido domingo de febrero del 2020 con una preciosa poesía llena de realismo 'mágico' que metaforiza no a García Márquez,  que negó su autoría, sino esta vez de la mano de su verdadero autor, el poeta, ventrílocuo y abogado penalista mejicano Jhonny Welch.


El Nobel, la marioneta y el poeta.

La Marioneta.

Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y me
regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso pero, en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría mientras los demás se detienen. Despertaría, cuando los demás duermen. Escucharía mientras los demás hablan y como disfrutaría un buen helado de chocolate.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, y me tiraría de bruces al sol dejando al descubierto no solo mi cuerpo, sino mi alma.

Si tuviera un corazón... si yo tuviera un corazón les escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas, un poema de Bene- detti y un canción de Serrát, sería la serenata que le regalaría a la Luna.

Regaría las rosas con mis lágrimas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos.
Si yo tuviera un trozo de vida, no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero ¡Que la quiero!
Convencería a cada mujer que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuan equivocados están, al pensar que dejan de enamorarse al envejecer, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le regalaría alas, pero dejaría que aprendiera a volar.
Y a los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Dios mio, tantas cosas les he aprendido a los hombres.

He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por primera vez el dedo de su padre , lo tiene atrapado para siempre.
Y he aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de Ustedes pero finalmente de mucho no habrán servido, porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo.

                                                                                       Jhonny Welch.

                                                                                       



Un abrazo de cariño y admiración.

Hortensio.