Y aquellos que fueron vistos bailando
fueron considerados locos por aquellos
que no podían escuchar la música.
Friedrich Nietzsche.
Es uno de los tantos cuentos de Farwel y sus vivencias personales, que lo llevaron a escribir sobre lo que había visto en el cementerio central de Bogotá hace ya mucho tiempo, con su prosa sencilla y muy clara nos convoca a que leamos esta pequeña historia que según él fue tan real que quiso plasmarlo y compartirlo en sus apuntes como un recordatorio de la debilidad de la mente humana ante la inevitable muerte:
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Ella robaba flores... |
La mujer que robaba flores para llevarlas allí...
Cuando quiero darle un significado a la muerte, voy a visitar tu tumba para hablarte y decirte la falta tan infinita que me haces y que siempre te amaré y además llevarte un ramito de siempreviva como muestra de mi amor... ese día la ví.
La ví quitándole las flores frescas a una lápida cercana y de inmediato me intrigó esa extraña actitud; el sepulturero que también observaba cruzó mirada de complicidad conmigo como si me entendiera y alzándose de hombros se me acercó y me contó que Ella entraba sagradamente día de por medio al camposanto sin importar el clima y cogía las flores más frescas y bonitas de otras tumbas para llevarlas allí... su indice derecho me señaló hacia el fondo del cementerio y "yo la dejo porque se el inmenso dolor que debe sentir y no le hace mal a nadie menos a los muerticos."
¿Porqué lo hacía y cual sería su historia? Una tarde de otra semana tropecé intencionalmente con Ella y nos cerramos el paso, tenía un ramo de clavellinas amarillas dormidas entre sus huesudas y blanquísimas manos - quien sabe de dónde las robó - sus ojeras guardaban unos profundos ojos verdes de mirada perdida que tropezaron con los míos sin brillo alguno, sus lívidas mejillas parecían hechas del mármol de las tumbas saqueadas de sus flores con dolor y lo decían todo, qué duda cabe...
Saltaba a la vista que estaba enferma y desnutrida siendo una mujer todavía joven; bajó la mirada y se quedó estática como si su pecado de hurto la hubiese delatado y agotada suspiró sin poder articular palabra, su cabeza estaba cubierta con una mantilla 'sevillana' negra bordada a mano; con una disculpa le cedí el paso y así continuó con su camino hacia allí en el fondo del cementerio. La seguí con la mirada y su falda de un gris oscuro parecía no moverse con su lento caminar; mi curiosidad pudo más rompiendo los frenos de la prudencia y me puse detrás de Ella a una distancia corta pero con cierta cautela y discreción.
Y llagamos allí... era una tumba sin ostentación y sobre su lápida de un mármol muy blanco se mostraba un nombre de hombre que por mero respeto no lo diré pero si sus fechas de vida... 24 de abril 1948 - 15 de octubre 2016. Sin dudarlo un hombre maduro pero no provecto. De su pequeño bolso sacó una botella plástica con agua con la que humedeció una gran servilleta de percal y comenzó a limpiar la tapa del sepulcro luego depositó las flores en un pequeño cuenco adosado a la lápida.
Notó mi presencia pero sin inmutarse, se sentó y reclinó su frente sobre la fría losa y con unos muy quedos sonidos parecidos a lamentos y sollozos allí se quedó, sentí un gran respeto por ese dolor y muy despacio me retiré. La muerte, una realidad que la mente humana no puede comprender puesto que cada muerto es un hecho único y cada quien lo siente a su manera, Ella... frente a la tumba de su ser amado entraba en un desvarío febril y devastador (por lo que ví) una pasión de agonía, rapto y desesperación llena de una tristeza que no quería o no podía superar.
Su bella rutina la había delatado, pero uno se cuestiona ¿hasta que punto y estado de angustia depresiva, la muerte de un ser amado puede desquiciar una mente débil como la de aquella joven mujer que la estaba llevando a la demencia? era un trastorno emocional y solo una pregunta queda para los que leen esta pequeña historia... ¿quien se mete en la rutina y mente de alguien como Ella? nadie, la compulsión obsesiva no tiene cura.
Meses después de un largo viaje volví a visitar tu tumba y llevarte un ramito de siempreviva y sin una disculpa válida, fui hasta allí y la tumba solo tenía un ramo de flores marchitas y secas, la lápida sucia, salí en busca del sepulturero, el simpático y afable anciano al verme me atajó y con voz suave pero ronca me dijo: "Se nos fue... nunca volvió."
Un saludo y ahí te dejo pensando, a mí me dejo nostalgia y sobretodo intriga y frustración al no poder saber la historia de aquella mujer que robaba flores para llevarlas allí...
Hortensio.