domingo, 8 de octubre de 2017

Una diosa llamada Frine.

Lo bello, lo inefablemente bello, es 
aquello que es inteligible sin reflexión.

  Hortensio Farwel.

Inmensamente desgraciados 
somos los que como yo,
No tuvimos la gracia de los
 dioses de haberla conocido.

Hortensio Farwel. 


Hola amig@s, en éste Plácido domingo la pequeña biografía de alguien que en su momento fue considerada como la encarnación de la diosa Venus, inefable en su belleza clásica, de rasgos perfectos y de una sonrisa irresistible que era la idea de belleza de todo griego, mejor, el ideal de la belleza de una mujer; de una euritmia perfecta en su proporción y sus formas; es decir era la armonía perfecta de sus partes con el todo de su cuerpo que no solo provocaba admiración por  su hermosura, sino también por su sencillez y modestia de la que emanaba una energía de Áglade (belleza deslumbradora), como la describe Esíodo y desde luego, provocaba una extraña excitación para aquellos que miraban de cerca a esta 'diosa', expresión viva del agrado y la gracia (que es el más lindo requisito de la belleza), que atraía las miradas y despertaba el amor.
La Afrodita de Cnidus, obra
de Praxísteles y cuya modelo
fue la bella Friné.

Era un encanto que acariciaba y seducía, a la vez era dueña de una voluptuosidad que embriagaba y tenía una aptitud especial en su mirada y sus gestos, su forma de hablar con la propiedad que da la superioridad de su inteligencia abierta y educada que fascinaba a los hombres y mujeres de su tiempo y ¿qué decir de sus rostro?  perfecto en sus líneas de expresión, era una mezcla sutil de dulzura y ternura alegre que resumía amor y dignidad cuando atrapaba a alguien con la mirada de sus deslumbradores ojos color verde aceituna, brillantes y embrujadores, qué más les puedo decir de su belleza... era Venus, era Afrodita...era Friné.

Se sabe que Friné, cuyo verdadero nombre era Mnésareté (que significaba "conmemoradora de la virtud) no se sabe su fecha exacta de nacimiento tal vez en el 328, pero ciertamente nació en el siglo IV a.C. en la pequeña ciudad de Thespies, Beosia (Grecia central) cuya capital era Tebas, y se crió junto a su padre Epicles, de origen humilde quien era agricultor y pastor igual que la jovencita Friné. Ella un día bajó a su pueblo al mercado y allí fue descubierta por un artista de la corte de Alejandro que pintaba muros, al verla pensó en llevarla a Atenas a una escuela para hetairas y presentarla a Praxísteles, el gran escultor de la época y uno de los más grandes en la historia de la escultura clásica ática antigua, como modelo. Al verla el maestro se prendó de Ella y se volvió su protector y amante. No se sabe quién la llamó por primera vez Friné, apodo, que era una total antífrasis (lo contrario), según Plutarco, quería decir 'rana' por el color aceitunado de su piel... ¡qué rana más bella! o ¿por su proverbial belleza?.

Farwel en su novela "Una deliciosa Esquizofrenia" hace un detallado estudio de la inefable belleza de Friné y se expande en detalles sobre lo que fue su vida, pero aquí nos interesa son aquellos detalles y anécdotas que le dan a la historia su verdadero sabor y esencia. Era reputada como  honesta y codiciada por todos desde su retiro privado impuesto por ella misma, apenas se dejaba ver lo que le daba un aire de cálido misterio, todo esto desató la envidia del resto de las hetairas de Atenas, que veían como Friné, se llevaba para sí todos los mejores partidos de Atenas, su casa era frecuentada por políticos, poetas, generales, artistas de todas las disciplinas y su fama se iba extendiendo por toda Grecia, los ricos viajeros que llegaban a la gran ciudad, preguntaban por la casa de la bella hetaira.
Friné, preparándose para las fiestas de Poseidón.

En alguna ocasión llegó a Atenas, un rico comerciante que se enamoró perdidamente de Friné, quien en un principio lo recibió gracias a sus grandes y desmesurados regalos, su nombre Utrías. Cuando La Bella se dió cuenta de que las intenciones del comerciante era convertirla en esposa y llevarla lejos de Atenas, empezó a rechazarlo hasta el extremo de que en algún determinado momento terminó tajantemente con esa malsana relación y lo echó de su casa (para siempre) a lo que el infame herido en su amor propio, tramó un complot en compañía de otras envidiosas hetairas para hacerle pagar el rechazo al que Friné lo había sometido.

Una culta y hermosa hetaira quien había leído sobre el juicio a Sócrates; por una gruesa suma de dinero que le dió el despechado Utrías, (que no quiero volverlo a nombrar) urdió una trama parecida a la que le costó la vida al gran filósofo, y no era otra cosa que acusarla de Asebeia a saber, impiedad hacia la divinidad por el hecho (infame y mentirosa acusación) de haberse comparado con Afrodita y el de haber quebrantado de palabra el sacro secreto de los Misterios Eleusinos.

Y la acusación se llevó a cabo ante el tribunal de los Heliastas o el Areópago -asamblea de los ancianos 'senator' (seniles o senadores) con hetairas y testigos falsos obviamente pagado por el miserable comerciante; Praxiteles convocó angustiado a quien era considerado el mejor abogado u orador de su tiempo Hipérides, pues la acusación era verdaderamente grave, se dice que 'la diosa' al verlo se arrojó a sus pies y le rogó que la defendiera, la irresistible no tenía que porqué  haberlo hecho ya que el orador ya había sucumbido a su belleza y se enamoró sin remedio, entonces empezó a preparar la defensa.

Hipériades, hizo gala de sus mejores recursos oratorios y de su ingenio, pero los jueces seguían incólumes, silenciosos y fríos ante sus metáforas y argumentos que eran proverbiales; angustiado quebró su voz y llenó sus ojos de lágrimas -sinceras- aunque histriónicas y los argumentos se desoyen y nada cambiaba, la causa se estaba perdiendo... entonces llevado por el paroxismo, el abogado acerca a la sindicada a los jueces y con un golpe centelleante le rasga y despoja de su túnica inmaculadamente blanca dejándola desnuda e invoca con una inmensa convicción una súplica a la belleza por antonomasia y arrancar de la muerte a la misma Afrodita transmutada:

 "- Olvidad si os place todos mis argumentos, ¡pero ved! ¿no os dolerá lanzar a la muerte a la misma diosa Afrodita?... ¡Piedad para con la belleza! "
"Friné ante el areópago".
La famosa obra de Jean-Léon Gérome de 1861

Como buenos griegos y luego romanos, eran piadosos y temerosos de algo que ellos conocían como miedo al "misterium - transformatienus". Ateneo, describe la escena como temor al aspecto "sacral afrodítico" los jueces concluyeron que no iban a cometer semejante sacrilegio. Sustanciada la causa los varones ilustres procedieron a deliberar, el fallo -que proviene del verbo antiguo 'hallar'- los jueces llegaron por unanimidad y en forma "in pectore" a su fallo: Friné era inocente de los cargos.

Friné, como era su costumbre, se retiró con dignidad de su vida de hetaira y envejeció bellamente y se ignora el lugar y la época de su muerte; sus amigos en cabeza de Pausanias y sus compatriotas reunieron una gran suma de dinero para erigir en su memoria una estatua de oro en el templo de Diana en Efeso, con ésta inscripción: "Friné -debajo de su nombre - Esta estatua es obra de Praxísteles" .  

Para terminar ésta entrada, quiero que lean, queridos amig@s, una poesía de la poetisa guatemalteca Luz Méndez de la Vega, que ella intituló:
Una diosa llamada Friné.

Friné ante los jueces
Indefensa y vulnerable.
Sola,
sin otro puñal
o espada heridora,
que mi palabra
y sin otro escudo
que mi belleza,
dejo caer mi túnica
ante vosotros.
Desnudo mi cuerpo
que adoraríais
si fuera mármol frío,
o si estuviéramos solos,
sin otros ojos
que nos vieran
acariciarnos en el lecho,
¿Quién puede culpar
 a la belleza plasmada
 en carne y no en mármol,
por entregarse desnuda
-igual que la estatua-
a las manos que la acarician
y que en ellas se deleitan?
¿Quién puede culpar a la flor
que impúdica exhibe
la fresca plenitud
y el sexual aroma de su corola,
o a la fruta que sin ropaje
reluce bajo el sol e incita
voluptuosamente
a ser mordida?
Como la flor o la fruta,
aquí, yo, ante vosotros,
desnuda
como me vieran tantos ojos,
estátua viva
que modelaron tantas manos
y que gozan tantos cuerpos,
os pregunto:
¿Es delito escuchar
la dulce voz de Eros
que incendia nieves?
¿O es crimen obedecer
el mandato
de la divina Afrodita
que me señaló el camino
donador de placeres?
Inerme y vulnerable,
como mi desnudez,
Yo,
sólo cumplí con mi destino.

EPÍLOGO
Cuando todos se fueron
el cuerpo de Friné
brillaba bajo el sol poniente
como una estatua de oro
y el más viejo de los jueces
se acercó
y, como si fuera a la diosa,
le puso un casto beso
sobre el sexo.

***

Un abrazo lleno de belleza.

Hortensio.