Amor platónico, bello y verdadero;
que trasciende el tiempo y la memoria,
porque se ama sin poder recibir
nada a cambio, contemplación plena
porque nunca nos amaran como
nosotros lo hacemos...
Hortensio Farwel.
En alguna oportunidad y jugando con las luces y las sombras del gran lobby del aeropuerto internacional de "El Dorado", la silueta de una mujer de perfil, se interpuso entre su mirada de frente a la puerta de salida y su espectacular masa corporal que al voltearse de frente, todo lo lleno... el poder de la memoria lejana acudió en su ayuda al ver a esa hermosa mujer de melena platinada que se cruzaba en su camino y aunque el ruido no fuera el entorno natural para recordar las historias ya que ellas necesitan de las palabras silentes para vivir, en éste entorno ellas amenazan con perderse, éstas -las historias- palidecen, enferman y mueren... luego empieza la tragedia, pues sin compasión comienzan a perseguirnos.
Y es en ese momento y por el fenómeno de asociación, que pensó en Ella la mujer mas hermosa que el neurótico y misántropo poeta hubiese visto jamás cuando adolescente la miró por primera vez, fue tal su impresión que su sublime imagen jamás se le borraría hasta ya entrada su edad provecta, pero ¿como describir someramente éste portento de imperturbable hermosura? Afrodita, Venus, la Frinè que todos añoran talladas en el mármol de antiguas civilizaciones ya olvidadas, a golpe de primera mirada se podía observar el exquisito arco de sus cejas, la curva despajada y suave de sus pómulos, la linea y proporciones impecables de la nariz salpicada con algunas diminutas pecas, la piel que cubre con precisión inacabada aquellos extraordinarios huesos, posee la luminosidad opaca del alabastro, y parece aún más pálida en contraste con su melena platinada dispuesta en torno a sus delicadas sienes y por debajo del cuello fuerte y elegante...
Como si éste derroche de belleza no fuera suficiente, ahí estaban sus ojos de un azul profundo y esa inefable mirada de niña coqueta y su sin igual sonrisa que al mostrar sus dientes hacían que aquellos se cerrasen sutilmente... solo me quedaba una reflexión al recordarla con mis palabras silentes: no puedo dejar de admirar el hecho de que la combinación aleatoria de unos genes humanos lleguen a producir algo tan sobrenaturalmente perfecto. Estoy seguro que en el futuro cuando los arqueólogos logren encontrar esos huesos les parecerán los de una escultura, un producto de la máxima expresión del empeño artístico y no de las herramientas romas de la madre Naturaleza.
Me perdonarán pero solo son palabras silentes desde un amor platónico.
Hortensio.