domingo, 4 de septiembre de 2016

Perdón sí... pero ¿olvido...?


El perdón es el mayor acto de nobleza que pueda surgir del alma humana. A los 'enemigos de la paz' decirles que todo acto que pueda conducir a su consecución efectiva es de valentía, y es desde luego un acto de nobleza, conciliatorio, procedente y un deber Universal de Constitucionalidad...

Platón:

 "El mayor bien no se halla en la guerra ni en la revolución; está a la vez en la paz y en la mutua benevolencia. Incluso hay que dictar leyes bélicas, no para hacer la guerra en sí misma, sino para la consecución de la paz. La paz es el reconocimiento recíproco de la igualdad y de la dignidad como ciudadanos libres".

Ya comentaba el jurista Juan Fernàndez Carrasquilla, acaso con mucha razón, que: "La paz es el valor social, jurídico y político superior a la justicia. Hay que restablecer la paz para que haya justicia". Y que: "La filosofía del perdón (la negrilla es mía) abarca dos dimensiones: moral y social. En sentido moral, es un acto interno, autónomo y generoso de la víctima, para rescatar su propia dignidad y la del victimario. Este perdón no debe ser solicitado ni ser "aceptado"; es un acto unilateral e incondicional".

Pero -siempre los peros- el perdón, en realidad, exige de alguien que se pone en un plano de superioridad moral (justificado) y otro que se "humilla" ante quien perdona. Ahora, si es cierto que el perdón siempre y sin dudarlo es mejor que la infame venganza, lo es también que más de las veces, este acto de perdón no es honesto... ¿¡olvido!? Con una gran contundencia dice el jurista: "Yo creo que el espíritu humano hace posible y lo imposible. Puede derribar muros y perdonar hechos graves e injustificados". Más de acuerdo no podría estar...

"Los estados no pueden perdonar a nombre de las víctimas. En su dimensión social, el perdón  requiere del reconocimiento de la gravedad e irreparabilidad del daño por parte de la víctima y victimario, y el arrepentimiento de éste último como garantía de no repetición. En esta misma dimensión, el perdón exige la reparación integral por parte del victimario". (Fernandez Carrasquilla)

Y para que el perdón sea la clave que el pueblo de Colombia y esencialmente las víctimas necesitan, requieren definitivamente de la verdad, solo la verdad para hacer justicia y reparar para nunca repetir

Quiero pensar que Edward Herbert, barón de Cherbury, ese insigne poeta y militar, diplomático y filósofo británico tenía razón -antes de morir por allá en 1648- sobre el perdón: "Aquel que no perdona a otros, destruye el puente sobre el cual él mismo debe pasar; porque todos los hombres necesitamos ser perdonados". Sí, en definitiva debemos tender puentes de reconciliación.
El perdón de Guayasamín 
Y el pueblo alemán que se ha visto envuelto en las dos guerras más crueles de la historia moderna, tienen un dicho que a cada paso repetían: "Perdonar no es olvidar, y en el perdón sin olvido sobran las palabras y falta corazón" y es cierto el perdón dignifica a la persona y la fortalece "Cuando perdonas, de ninguna forma cambias el pasado, pero de seguro cambiarás el futuro" decía el más famoso de los juristas y fiscal de los 'Juicios de Nüremberg', el abogado estadounidense Bernard D. Meltzer, refiriéndose al postconflicto después de la segunda guerra mundial. Y en su Argentina que fuera tiranizada por una casta de militares asesinos, Jorge Luis Borges, sólo atinó a aconsejar a sus compatriotas que "El olvido es la única venganza y el único perdón".

Tal vez sea verdad eso que se dice por ahí... que el perdón llega cuando los recuerdos ya no duelen. Pero ¿Olvidar... Cómo?. 

Un abrazo lleno de perdón.

Hortensio.

El padre de la cerveza.

De nuevo en éste Plácido domingo, hoy con unos de los personajes más queridos por miles de aficionados o adictos a una bebida que ha acompañado a los hombres desde los albores de la humanidad, se trata nada menos que de Arnoldo de Soisson, el inefable patrón de los cerveceros.
Una fabricante de cerveza en la ciudad
de Péluso, capital egipcia de la cerveza.
Sabemos que la cerveza fue descubierta como una serendípia (casualidad) por cazadores- recolectores de la época neolítica, que habían dejado en odres de barro cierta cantidad de granos de trigo y olvidadas a la intemperie a las puertas de su precarias y primitivas viviendas. Al regreso varias semanas después se encontraron con esas vasijas llenas de agua lluvia que por efecto de los elementos  y sol se habían fermentado, Vencidos por el cansancio y la sed probaron esa extraña y burbujeante bebida y les pareció buena y lo mejor les producía cierta sedación y euforia... había nacido la cerveza como tal, se cree que fue en ese valle fértil que queda entre los ríos Eufrates y el Tigris, la Mesopotamia, quizás hace unos seis mil años antes de la era cristiana.

Después de esta necesaria introducción, volvamos a nuestro personaje quien nace en el año de 1.040 en una pequeña villa enclavada en la región flamenca de Bélgica, llamada Ourdernaarde, vino a morir en 1.087 y durante sus pocos años en que vivió (47) tuvo una vida intensa, fue soldado mercenario que lo llevó a diferentes países y a estar inmerso en varias batallas de esa época, en donde repartía cerveza entre sus soldados heridos; cansado de sus aventuras mundanas que lo aficionaron a la deliciosa bebida, decidió convertirse en monje benedictino de la abadía de Saint-Médard. Con el tiempo y su carisma, fue ascendido como obispo de Soisson, Se cuenta que odiaba las responsabilidades de dirección, cuando lo nombraron abad de su monasterio una noche huyó del mismo para iniciar una vida de anacoreta, pero en el camino se encontró con un inmenso lobo que lo regresó a la abadía dejándolo en la puerta asta que entró. Lo mismo cuando fue nombrado contra su voluntad obispo y tratando de huir no pudo por lo que optó por la estrategia de solicitar por todos lo medios que le nombraran un remplazo... cuando lo logró y nombraron un nuevo obispo, Arnoldo se dedicó a hacer lo que verdaderamente le gustaba hacer: Cerveza.

Arnoldo, que vivió de cerca la peste del siglo XI, y se acordó y recogió las enseñanzas de otro grande que amaba la cerveza, Arnulfo de Metz, el austriaco que enseñó en Francia, los peligros de tomar agua contaminada y más bien consumir cerveza... del quien leyó su inmortal frase: "Del sudor del hombre y el amor de Dios, la cerveza vino al mundo". El benedictino notando que las gentes del común enfermaba por tomar agua contaminada de los ríos, lagunas y estanques, mientras que él y sus compañeros y algunas monjas que siempre consumían la cerveza, no les pasaba nada y en sus homilías empezó a llamarla "Don de Salud" y empezó a curar enfermos e implantó en su jurisdicción y más allá, la primera campaña de salud pública del mundo, al obligarlos a tomar ese "Regalo de la Vida" en vez del agua insalubre que consumían para saciar la sed... él les regalaba la cerveza y enseñaba su fabricación, para difundir su sano consumo.   

Con algunos compañeros decidió buscar un sitio nuevo y muy apropiado para fundar un monasterio - yo diría una fábrica de cerveza- y halló el sitio perfecto en un paraje donde había un muy pequeño manantial de agua pura, pidió permiso eclesial para fundar lo que se conoció como la abadía de Sant Peter de Oudenburg, cerca de la ciudad de Brujas, allí puso todo su conocimiento que a base de libros que guardaba como tesoros sacó a la luz recetas perdidas que el recuperó, desarrolló el arte de la fabricación de la cerveza tal como la hacían los soldados de las legiones romanas, es decir agua, un grano para maltear o fermentar, levadura que se sacaban de los fermentos que se iban al fondo de las vasijas durante la fermentación, y el lúpulo. trajo algunas semillas de sus andanzas y las cultivó con esmero durante toda su vida así como también sembró cebada en los campos aledaños a su monasterio; era una verdadera fábrica de cerveza, allí se fabricaba todo artesanalmente hablando desde las ollas de cobre para fermentar el grano y hervir el agua (sin saberlo estaba 'pasteurizando' la bebida), hacían precarias botellas de vidrio soplado en donde embazaban el líquido y así todo lo relacionado a éste bellísimo arte.
Arnoldo fabricando su elixir de sanidad
el 'Don de Salud' la cerveza.

Mientras la peste azotaba a toda Europa, Arnoldo salvo miles de vidas en la enseñanza de tomar cerveza y aunque desconocía el poder antiséptico de las recinas del lúpulo y de los polifenoles de la misma cerveza ya elaborada, el poder medicinal de la levadura que es el hongo que convierte los azucares en dióxido de carbono y etanol, rico en vitamina B, biotinas y elevadas dosis de proteínas y estimula el sistema inmune y alta cantidad de minerales y ácido fólico, sabía que era curativa, estimulante y de gran alimento, cuando en sus prolongados ayunos sólo se alimentaba con cerveza.
  
Murió en paz un 18 de julio a sus escasos 47 años de los cuales dedicó gran parte a la elaboración cada vez más técnica de su amado liquido dorado, en esa fecha se celebra el día de la Cerveza en Bélgica en su honor. 

   
Salud y brindo por el santo que amó la cerveza.

Hortensio.