miércoles, 10 de noviembre de 2021

Zenda 1948. Epílogo…

 

Allá donde la realidad se descose por las
 costuras de la certeza, lo impensable
pasa a ser lo inevitable.
H. Farwel.

El día amaneció gris y esa mañana, como la vez anterior, nuestro personaje que no había 'pegado el ojo', no podía pensar en otra cosa que en esa mujer y una desesperación irracional por ir a la necrópolis a visitar la tumba, lo acosaba. En una forma obsesiva a cada paso que daba como autómata, se disponía para ir a cumplir su compulsiva visita y ya era el tercer día de ese comportamiento tan "ilógico"... Hoy iría preparado.

A las 12 de la noche en el cementerio. 

Antes del medio día bajo una pertinaz cortina de suave llovizna llegó ante la tumba. De una bolsa plástica sacó un cepillo de cerdas metálicas y con el ahínco de un artesano se puso a quitarle la pátina de musgo adherido a la lápida por el paso del tiempo y la humedad de los muchos años. Al cabo de media hora de arduo trabajo se fueron dando los frutos de su esfuerzo y aparecieron las primeras letras esculpidas en el mármol gris vetado... Zen, su respiración se agitó y el corazón se aceleró así como sus manos que no conocían descanso.

Con la pasión de un arqueólogo siguió arañando y rallando el liquen y por fin apareció el nombre completo y una casi irreconocible inicial presumiblemente del apellido, mas abajo un año que por su ubicación a la derecha, sería el año de su muerte 1948 y nada más, total Zenda 1948. El resto lo había borrado el rudo esmeril del tiempo. Ahora iría como detective por los registros históricos del cementerio y quienes eran los inquilinos de esas tumbas, pero eso seria mañana... al salir del 'camposanto' pasó por una librería y en una enciclopedia ojeó en la Z qué quería decir ese nombre: "voz árabe antigua que significa mujer sagrada."   

Como la noche anterior, -la cuarta- Z lo había visitado en una pesadilla sin fin a la que ya no temía, ahora pudo dialogar antes de ser arrastrado a la tiniebla de ese útero negro que era su tumba.

Z a la espera de su víctima...

- ¡Qué quieres de mi Zenda! dime. -con un susurro de voz casi inaudible le contestó-. "mañana por la noche en la 'última lágrima' te lo diré, no tardes"... 

La pesadilla terminó aunque no pudo volver a conciliar el sueño ya que quería seguir hablando con Ella. La famosa 'Última Lágrima' era una pequeña taberna a espaldas del cementerio en donde los deudos iban una vez enterrado el ser querido a reencontrarse, libar licor y dialogar sobre la biografía del muerto y a seguir llorándolo, ya en la noche era un sitio de reunión de dipsómanos y prostitutas. Y como 'no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla' a las siete de la noche entró al bar y la hermosa Zenda lo estaba esperando en una mesa del fondo del antro, se sentó a su lado, pidió una botella de aguardiente y la pagó luego otra más, a las 12 de la noche salió.

Las autoridades lo encontraron muerto al otro día acostado sobre la tumba de sus "afectos", nada le faltaba y no se explicaban cómo había saltado el muro exterior que encierra el cementerio, al hacer el levantamiento del cadáver, dos características presentaba su rostro... tenía los ojos desorbitados en conjunto con una mueca de su boca abierta como queriendo gritar, la otra, tenía en su mejilla derecha una Z tatuada a fuego. Algún forense se atrevió a concluir al verlo: "Murió de miedo". 

"Murió de miedo".

***

Un abrazo y recuerden que si llegan ir a un cementerio y se cruzan con una hermosa mujer, por favor no se les valla a ocurrir seguirla...

Hortensio.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Zenda 1948 (parte uno de dos)

¿Quieres ser valiente? Primero
Tienes que conocer el miedo.
H. Farwel.

Un antiguo cuento que se ha contado con muchas variaciones pero con una sola esencia... La muerte. El mío lo titulé: Zenda 1948. En éste Plácido domingo te lo narro y te participo…

***

Zenda 1948

El ejecutivo de marca de ese prestigioso laboratorio farmacéutico, asistía al entierro de un colega en el Cementerio Central de Bogotá, al terminar la ceremonia se dirigió hacia la entrada lateral del mismo, cuando una muy hermosa mujer pasó muy cerca de él y le cruzó la mirada, de forma irresistible le “invitó a que la siguiera” y lo hizo de una forma irracional.

Quienes conocen el bello camposanto de la 26 -monumento nacional- se acordarán de lo monumental y grande de su arquitectura centenaria, sus calles trazadas alrededor de una inmensa rotonda de donde parten sus vías, se pierden en cientos de callejuelas en donde ordenadamente se apilan los mausoleos familiares y las tumbas de miles de personajes que al dejar de ser recordados han desaparecido de nuevo y para siempre, solo queda la memoria pétrea de sus tumbas como testimonio de que existieron.

El Cementerio de Bogotá.

Bueno, la siguió por los recovecos de la “ciudadela de los muertos” al voltear una pequeña esquina ya no la vio más, miró a todos lados sin poder ubicarla, pero sentía una irrefrenable deseo de buscarla, solo logró quedarse como estático frente a una muy antigua tumba cuya lápida se encontraba cubierta de un musgo grisáceo muerto y muy adherido al eterno mármol… quería seguir pero no podía, era como si una mano invisible muy fuerte lo detuviera allí frente a esa tumba que debió ser muy bonita para su época, sobre la cabecera de ella un ánfora de mármol con una representación de ‘llama eterna’ y encerrada con una cadena de hierro por sus cuatro costados que se anclaban en unos pilares de piedra imitando unas columnas dóricas. Era todo lo que quedaba de aquella tumba olvidada.

Unas personas que pasaron muy cerca lo saludaron y esto como que rompió el hechizo, reaccionó y no supo que había pasado y porqué estaba tan ansioso parado frente a esa sepultura, de inmediato recordó a la hermosa mujer que había seguido y que literalmente se esfumó ante sus ojos dejándolo allí de frente al pequeño monumento. Se incorporó y sacando su pañuelo se limpio las gotas de sudor que perlaban su frente y regresó en busca de la salida que lo llevaría a la avenida.

Una noche en el cementerio.

Esa noche pensó en Ella, la mujer hermosa del cementerio y lo que le había ocurrido, barruntó y llego a la conclusión de que la imaginación le había jugado una mala pasada, pero ¿porqué la siguió? La pesadilla llegó… se veía detrás de esa mujer vestida con un traje muy elegante aunque antiguo que lo llevó a la tumba y entró en ella, lo tomó de la mano y lo arrastró hasta la entraña negra de la cripta, dando un salto en la cama trató de gritar y no pudo, pero quedó despierto de una y se sentó al borde de la cama tomando con ambas manos su cabeza sudorosa, pasó al baño y se lavó la cara, al levantarla se vio en el espejo del gabinete y allí en sus ojos descubrió el callado color del miedo.

Un expectante abrazo, el epílogo muy pronto.

Hortensio.