domingo, 7 de noviembre de 2021

Zenda 1948 (parte uno de dos)

¿Quieres ser valiente? Primero
Tienes que conocer el miedo.
H. Farwel.

Un antiguo cuento que se ha contado con muchas variaciones pero con una sola esencia... La muerte. El mío lo titulé: Zenda 1948. En éste Plácido domingo te lo narro y te participo…

***

Zenda 1948

El ejecutivo de marca de ese prestigioso laboratorio farmacéutico, asistía al entierro de un colega en el Cementerio Central de Bogotá, al terminar la ceremonia se dirigió hacia la entrada lateral del mismo, cuando una muy hermosa mujer pasó muy cerca de él y le cruzó la mirada, de forma irresistible le “invitó a que la siguiera” y lo hizo de una forma irracional.

Quienes conocen el bello camposanto de la 26 -monumento nacional- se acordarán de lo monumental y grande de su arquitectura centenaria, sus calles trazadas alrededor de una inmensa rotonda de donde parten sus vías, se pierden en cientos de callejuelas en donde ordenadamente se apilan los mausoleos familiares y las tumbas de miles de personajes que al dejar de ser recordados han desaparecido de nuevo y para siempre, solo queda la memoria pétrea de sus tumbas como testimonio de que existieron.

El Cementerio de Bogotá.

Bueno, la siguió por los recovecos de la “ciudadela de los muertos” al voltear una pequeña esquina ya no la vio más, miró a todos lados sin poder ubicarla, pero sentía una irrefrenable deseo de buscarla, solo logró quedarse como estático frente a una muy antigua tumba cuya lápida se encontraba cubierta de un musgo grisáceo muerto y muy adherido al eterno mármol… quería seguir pero no podía, era como si una mano invisible muy fuerte lo detuviera allí frente a esa tumba que debió ser muy bonita para su época, sobre la cabecera de ella un ánfora de mármol con una representación de ‘llama eterna’ y encerrada con una cadena de hierro por sus cuatro costados que se anclaban en unos pilares de piedra imitando unas columnas dóricas. Era todo lo que quedaba de aquella tumba olvidada.

Unas personas que pasaron muy cerca lo saludaron y esto como que rompió el hechizo, reaccionó y no supo que había pasado y porqué estaba tan ansioso parado frente a esa sepultura, de inmediato recordó a la hermosa mujer que había seguido y que literalmente se esfumó ante sus ojos dejándolo allí de frente al pequeño monumento. Se incorporó y sacando su pañuelo se limpio las gotas de sudor que perlaban su frente y regresó en busca de la salida que lo llevaría a la avenida.

Una noche en el cementerio.

Esa noche pensó en Ella, la mujer hermosa del cementerio y lo que le había ocurrido, barruntó y llego a la conclusión de que la imaginación le había jugado una mala pasada, pero ¿porqué la siguió? La pesadilla llegó… se veía detrás de esa mujer vestida con un traje muy elegante aunque antiguo que lo llevó a la tumba y entró en ella, lo tomó de la mano y lo arrastró hasta la entraña negra de la cripta, dando un salto en la cama trató de gritar y no pudo, pero quedó despierto de una y se sentó al borde de la cama tomando con ambas manos su cabeza sudorosa, pasó al baño y se lavó la cara, al levantarla se vio en el espejo del gabinete y allí en sus ojos descubrió el callado color del miedo.

Un expectante abrazo, el epílogo muy pronto.

Hortensio.

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