sábado, 19 de junio de 2021

Acuérdate de soltar el vaso y otro cuento para pensar...


Entre más tiempo dure en nuestras almas
algún sentimiento negativo, más se pudre
y su intoxicación nos puede matar...
Hortensio Farwel.

Sinceramente desconozco el autor de esta reflexión, pero trataré de narrarla como a mi me la contaron en este atípico sábado sabanero para Ustedes... Se cuenta que en una sesión de grupo un psicólogo levantó de su atril un vaso de agua y claro todos los asistentes se miraron pensando que iría a hacer la típica y recurrida pregunta: "¿Está medio lleno o medio vacío?". Sin embargo el anciano profesor, alumno de Jung, preguntó:- ¿Cuánto piensan Ustedes que éste vaso pesa? Las respuestas variaron, unos decían que 200 gramos y otros que 250 y más o menos discrepaban.

El vaso de agua...

Pero después de un rato de silencio, el maestro continuó: -"El peso absoluto no es importante, para nada. Todo depende de cuanto tiempo lo sostengan. Si lo sostienen un minuto, pues no hay problema, pero si lo sostenemos más de una hora, empezará a dolernos el brazo. Y si lo sostuviésemos muchas horas o un día, pues el brazo se entumecerá y llegará la parálisis y desde luego el peso del vaso no cambiará, es siempre el mismo. Cuanto más tiempo lo tengamos, más pesado y más difícil de sujetar se vuelve"-

Después de una breve pausa de necesaria expectativa, continuó: "Las preocupaciones, los pensamientos negativos, el resentimiento y los rencores, son como el vaso de agua. Si se piensa en ellos por un rato, no pasa nada pero si se piensa en ellos todo el día, empiezan a doler. Imagínense pensando en ellos todos los días de la semana y más, pues se paralizan y se sentirán incapaces de hacer nada; saquen Ustedes la conclusión"... un cerrado aplauso se oyó en el recinto. Cuando todo se calmó, el maestro con voz firme y fuerte, le dijo a los presentes:

                                           ¡Acuérdense de soltar el vaso!


***


¿Cómo Pudo...?

Había una vez dos niños que patinaban en una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo reventó y uno de los niños cayó al agua. El otro viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpearlo con todas sus fuerzas hasta que logró romper el hielo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron; - ¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que lo haya podido quebrar con esa piedra y esas manitos tan pequeñas. En esos momentos cruzaba por allí un anciano cazador que al oír las dudosas preguntas que se hacían los bomberos, les dijo: - "Yo se como lo hizo..."

- "¿Como?" le preguntaban al viejo y el sin inmutarse sabiamente contestó: - "Simple, no había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo".


Un fuerte abrazó y si se puede soltar el vaso como también quebrar el hielo...

Hortensio.














lunes, 14 de junio de 2021

Hace seis meses (4a parte)

 Lo malo de lo bueno es que pasa,
lo bueno de lo malo es que pasa.
Rabatté
De paso otra vez por esta ruta pandémica y siendo de verdad un atípico lunes festivo, nos encontramos ya- Pepita y yo- en las congestionadas calles y avenidas de la 'Gran Ciudad'... serían cerca de las 7 a.m. y habrán pasado revista a los cuartos, constatando nuestra ausencia, buscarán por todos lados, de golpe Oswaldo, encargado de las cámaras con una angustia muy fingida, llama a la jefe Ester y retrocede la cámara número uno que enfoca la vereda que lleva a la entrada principal y allí nos encontrarán huyendo, activan los protocolos de emergencia y dan aviso a la policía de la bella localidad de La Calera, para iniciar la búsqueda y rescate de la parejita de ancianos "extraviados"... pero la verdad es teníamos a favor 2 horas de ventaja y ya fuera del alcance de los policiales.

"La huida"

Pasamos el único reten que separa esa bella región andina de la Capital... y ya en la gran avenida oriental que atraviesa la ciudad de lado a lado y que se conoce como la carrera 7a o "camino real" como 'In illo tempore' se le conocía, Ramiro, el primo de nuestro 'cómplice necesario' el ya recordado Oswaldo, nos desembarcó y ayudó con gran comedimiento a apearse de su 'nave' -como él le decía a su desvencijado jeep- a Pepita, corrí la cremallera de mi chaqueta y de un bolsillo secreto saqué un billete y se lo di de propina... muy merecida.

Quiero contarles que esa prenda para el frío, la mandé modificar con un sastre amigo, le habíamos cambiado el forro y al nuevo le puso una serie de muchos bolsillos con la clara finalidad de 'encaletar' dinero y cualquier otra cosa, yo solo los cargué de billetes de alta denominación ($50 y $100.000) que venía guardando desde hace muchísimo tiempo y para no tener que pedirles nada a mis hijos y menos a mis nietos, salvo un poquito de amor y compañía... ¿comprenden ahora de dónde salían mis 'ahorritos'?

Allí Ramiro nos ayudó a tomar un taxi que nos llevó hasta el aeropuerto de "El Dorado" en donde nos esperaban dos pasajes de ida solamente, que me había comprado un viejo cliente dueño de una agencia de viajes y al que siempre le compré mis pasajes aéreos cuando los necesité, al estafeta le pagué el importe de los mismos y esperamos abordar el avión que nos llevaría en esa búsqueda interminable que es ese mito insaciado de "la felicidad" basado lógicamente en la imperturbable libertad... el destino, Santa Marta en el bello y siempre azul 'Mar Caribe' y dejo constancia que fue a petición de Ella, que siempre anheló pasar sus últimos días junto al mar y yo de mil amores le concedí ese inefable deseo... un día en nuestro "Club" me musitó casi al oído, que eso era algo que soñaba hacía más de 30 años, volver a pisar descalza las payas del Tayrona y respirar su aroma tropical. ¿Cómo negarme?

Playa Cristal en el Tayrona...

Y la lacónica misiva que llegó al "Club Senior" con la sola intención de exonerarlos, en alguna medida, de su responsabilidad por habernos dejado escapar, decía: "Muy apreciados miembros de la junta directiva de la Fundación: La decisión premeditada y libre de haber abandonado su muy bello y acogedor hogar, no tubo más motivación que tomarnos -si nos dejan- unas largas vacaciones antes de mirar a los ojos profundos de 'la Gran Resignación'. Quedamos inmensamente agradecidos por sus atenciones y reiteramos que fue una decisión muy libre y espontánea por parte de los dos. Espero que ésta  despedida sea para siempre. Atentamente sus gratos ex-inquilinos. Pepita y Fernando" (siguen sus firmas y huellas). El sobre de correo certificado tenía como remitente una oficina de correos de la ciudad de Cali. Desde el Caribe, envié a un viejo colega la misiva para que a su vez la remitiera de nuevo a la Fundación, quien de seguro les contaría a nuestras respectivas familias de la decisión de estar en Cali pasando unas largas vacaciones. 

Llegados al aeropuerto Simón Bolívar de Santa Marta, un amable señor con un cartelón que tenía pintado mi nombre, salió a recibirnos por recomendación de mi gran amigo y colega el doctor Absalón Diazgranados, quien nos trasladó a El Rodadero, a tan solo 10 kilómetros de distancia hasta el edificio 'Cristal' una hermosa mole de 8 pisos de aparta-estudios totalmente equipados, que alquilaba a turistas por temporadas vacacionales, nuestro nuevo 'hogar, dulce hogar' quedaba en el segundo piso cuyo balcón daba una hermosa vista al mar y a la playa que quedaba pasando la calle... con un precio muy especial le adelanté tres meses de alquiler... a Pepita le gustó mucho y yo no tuve objeción alguna, en verdad era muy acogedor...

Perdidos en El Rodadero...

Para estar en Paz, con nosotros mismos hicimos el pacto de no recordar el pasado, ni siquiera los momentos buenos que siempre llegan de la mano con los malos recuerdos, viviríamos solo "el rabioso presente" llenándonos de vida despacio, sin afanes ni preocupaciones. Así dimos forma a la aventura que iniciamos hace algo más de seis meses atrás en el 'ancianato' en el que nos conminaron nuestras amadas familias a quienes teníamos al tanto de nuestra nueva vida desde ese enlace de lejanías que era Cali. Fue impresionante sentir que nuestros achaques físicos y de los otros, casi que desaparecieron como por gracia de magia y literalmente se nos olvidó que éramos viejos pues no nos faltó nada, nos llenamos de afecto y fuimos felices hasta donde recuerdo. 

Todo estaba previsto y cubierto económicamente, extremamos nuestra seguridad personal para evitar accidentes, y qué decir de la salud y los dolores, pues que casi no nos visitaban; viajamos por el litoral caribe casi todas las semanas, no se nos quedó una sola playa, ciudad o pueblito por visitar y luego regresar a nuestro 'Hogar, dulce hogar' en El Rodadero, que era nuestra base de operaciones. Sobra decir que hicimos en ese tiempo, muy buenos amigos que nos hicieron más amable nuestra estancia allí... No quiero aburrirlos con detalles -que hubo muchísimos- de nuestras permanentes vacaciones, solo decirles que esos seis meses se nos convirtieron en años de Paz que estaban ahí para ser vividos, olidos y sentidos.

Una tarde Pepita, me dijo algo bello dándome un beso en la frente y un muy quedo 'gracias' : "Me hiciste creer que era nuestra última aventura e ilusionada lo acepté y creí, pero en realidad me diste a ver que la vida es hermosa si se tiene a su lado un ser tan especial como tú, me regalaste un hermoso tiempo que vivir, gracias loco amigo" y tomando mi cara entre sus delicadas manos, me besó tiernamente en la boca. Quedé mudo y unas acuosas lágrimas asomaron a mis ojos rodando imperceptibles rumbo a mis mejillas, cuando sentí el dulce cosquilleo de su caminar, me pase la mano y las limpie... tarde, Pepita las había notado y también soltó las suyas lindas y prístinas que anegaban sus azules ojos como las aguas del Caribe, no se imaginan que momento más dulce y sentido, nos abrazamos como dos adolescentes enamorados y así permanecimos unos interminables minutos, entonces pensé, ¿qué más le puedo pedir a la vida? Me incorporé y la dejé sentada allí mirándome a los ojos con esa dulzura muy de su mirada sin poder definir si era de agradecimiento o de amor, hubiese sido estúpidamente imprudente haberlo preguntado, eso solo se siente. La miré y le dije: "Vida nada me debes... Vida estamos en Paz". Y poniéndose de pie, me contestó: "Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo vida..." y en coro repetimos, Amado Nervo; sonreímos como niños y cogidos de la mano salimos a la playa a contemplar el más bello ocaso de sol que jamás hubiésemos visto.
Un bello ocaso de sol sobre El Caribe


Un abrazo pletórico de vida!!!

Hortensio.

Post escriptum: Los invito a leer el epílogo de ésta historia que se convirtió en un cuento algo largo y es nada menos que la misma aventura, pero contada desde la óptica y el lado femenino de Pepita. 







  

domingo, 13 de junio de 2021

Hace seis meses (3a parte)

No huímos para escapar de la vida,
huímos para que la vida no se 
nos escape...
Hortensio Farwel.
En éste Placido domingo, estamos de nuevo en el “Club Senior” cerca de Bogotá, y el plan de escape había comenzado a caminar, Oswaldo me ayudó a ‘cranear’ -como él decía- los últimos detalles después de haber acordado cuánto me iba a costar “el chistesito” de ese escape, puestos de acuerdo en el precio de sus servicios, nos llevó una semana ultimar cada paso a seguir, la hora, la fecha y el ‘modus operandi’ de la operación: “Hasta Nunca”.

La hora de la huída...

Olvidaba comentar, que no fue fácil convencer a Pepita de ser mi compañera de viaje, cómplice de mis locuras, Ella era una señora muy púdica y decente, desde luego mi propuesta tenía un alto grado de “indecencia impúdica decente” pero comprendió que aún tenía muy buena salud fruto de su pasado como deportista de ‘alto rendimiento’, y aceptó sin condiciones la propuesta ilusionada de un soñador  de ‘bajo rendimiento’ y alto sentido de la libertad, se ilusionó de tal grado que se convirtió en la anotadora de cada detalle a realizar, pues acordamos que no teníamos derecho a un plan B si fracasábamos, nos separarían y a mi me expulsarían por ser un "viejo verde" pervertidor de ancianas con propuestas deshonestas y quién sabe que más cargos... hasta judiciales.


Y como “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue” ese día de abril uno antes de mi cumpleaños al despuntar el alba o crepúsculo matutino, antes de que el sol despuntara por detrás de los bellos cerros que circundaban al Club, partiríamos con lo que teníamos puesto y dos mochilas llenas de recuerdos. En el turno de noche del día anterior se encontraría doña Ester, una muy eficaz y competente enfermera especializada en geriatría; de cierto genio atravesado fruto de lo estricto de sus funciones que las tomaba muy en serio como profesional responsable que era y como apoyo, Oswaldo, el fornido y eficiente auxiliar de enfermería, que todo lo miraba a través del cristal del negocio y la oportunidad del “servicio eficiente”.

El portón de la libertad.
A las cinco de la mañana, mi amigo Adolfo, el arquitecto, empezó a fingir un espantoso dolor de estómago y que a gritos sacaría a doña Ester de su cubículo y a Oswaldo de su puesto de observación de las cámaras, la puerta principal estaría sin seguros y el camino estaba allanado. Aprovechando el escándalo Oswaldo nos dio la despedida y un ‘hasta nunca’ desde la puerta del cuarto de mi amigo y 'hermano' Adolfito. Las cámaras, al otro día, nos mostrarían caminando hacia la reja metálica del portón de lo que alguna vez había sido una finca agrícola, tomados del brazo y acompañados cariñosamente por los dos mastines guardianes hasta el hermoso portón centenario que habían conservado como un recuerdo de pasadas épocas.

Cruzado ese último obstáculo, nos siguieron sigilosos por el borde opuesto de la malla de alambre galvanizado que encerraba el potrero frontal y terminaba en una curva de la carretera, que se perdió tras un montículo de tierra coronado por un gigante Sauce Llorón y ya en un punto ciego al que no llegaban los acuciosos ojos mecánicos con sus potentes lentes...

En un recodo del camino estaba la anhelada libertad.

Unos cincuenta metros adelante del gran árbol y al recodo del camino, un 'jeep' de modelo antiguo nos esperaba, el propietario del automotor era un primo del querido bribón que hizo que la "Operación Hasta Nunca" llegara a su feliz término en esa primera fase de la huida. Subimos al destartalado automotor que tenía un agradable olor a libertad y éste emprendió su ruidosa marcha rumbo a la gran metrópolis...

En el próximo y último capítulo, -es una promesa-, el desenlace de "La última aventura"...

Un abrazo de incertidumbre e ilusión.

Hortensio.