domingo, 29 de agosto de 2021

BAGATELA SOBRE EL OLVIDO. (Un primer segmento)

Yo no hablo de venganzas ni perdones, el
olvido es la única venganza y el único perdón.
Jorge Luis Borges. 

En este Plácido domingo es un honor tener en estas páginas al maestro Hernando Téllez (1908- 1966) y su prodigiosa prosa, en mi concepto la más fluida, limpia y clara que colombiano alguno haya poseído en muchísimos años, dominador del tan difícil idioma castellano, son sus Bagatelas, un conjunto encantador de pensamientos, meditaciones y opiniones sobre temas eternos que se renuevan sin cesar, en éste nuestro caso, nos lleva a meditar simplemente sobre el olvido... escuchémoslo:

El maestro...

    En medio de la silenciosa catástrofe de los años, el olvido progresa, avanza, invade inmensos y profundos territorios del alma. Es la suya una marea implacable, tenaz, persistente, que cubre cada vez con mayor sigilo y precisión etapas y sucesos, palabras y nombres, amores extinguidos, desvanecidos rostros de amigos, de seres amados con locura sin par un lejano día de la existencia.

El imperio del olvido...

     "¿Cómo era, Dios mío, cómo era?", podemos repetir una y otra vez con el verso de Juan Ramón Jiménez. Y no hallaremos una respuesta fiel a la demanda angustiosa de la conciencia en busca del pasado. El imperio del olvido resulta absoluto y despótico, despiadado y cruel al mismo tiempo. Ese antiguo amor que perfumó unos años de la vida y cuya interna llama iluminó el espíritu, cómo era, cómo fue, ¿Qué imponderables y sutiles agentes de atracción cautivadora puso en juego para que tal manera cristalizara en el fondo del alma? No sabemos, no recordamos con exactitud las características del pretérito proceso interior; apenas con desencantada curiosidad alcanzamos a entrever en la confusa niebla de los años, un rostro de mujer, el matiz vagamente luminoso de unos cabellos, las letras de un nombre, y, acaso, muy de lo hondo del abismo cavado por el olvido, nos llegue el nostálgico acento de unas frases en las cuales buscó expresarse, a su hora, el amor olvidado.

     Y nada más. Aquella pasión, de la cual prometimos y juramos, una y otra vez, que sería incorruptible mientras la vida animara nuestros cuerpos, y eterna e inmortal porque no prevalecería contra ella el imperio de la muerte, desapareció también en el olvido. De su gallarda forma no quedan sino las frágiles briznas del recuerdo, transformado, gracias al prodigioso auxilio del tiempo, en una memoria incompleta, caótica y oscura.

Una memoria incompleta, caótica y oscura.

     Y, sin embargo, hubo un instante en el cual garantizamos su perennidad, su victoria deslumbradora sobre las fuerzas de la desagregación inexorable. Ahora el olvido, un olvido en el cual no hay amargura, ni desazón, ni inquietud, un olvido tranquilo y perfecto, colmado de total serenidad, cubre esa comarca del pasado. Podemos mirar hacia allá, hacia atrás, indagar como pertinaces vigías en la marina inmensidad del ayer, sin que de allí levante vuelo una sola imagen perfecta. Todo es gris, uniforme, parejo, caduco, todo se ha desvanecido, todo ha perdido su significado y su perfil. Y no obstante, seguimos impasibles sin que el ánimo se conturbe.

***

Bueno hasta el próximo segmento de la Bagatela sobre el olvido... fuerte abrazo.

Hortensio.











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