Miramos el papelito que tenía en mis manos como una hostia en santa ceremonia y leímos en una bella caligrafía, como si fuera una antífona de las sagradas escrituras, con cuidado y muy despacio, el texto de la nota...
Ad galli cantus (Al canto del gallo) |
¡Me estaba pidiendo que robara su propia casa!
Aquella noche cuando el barrio entero concurriría a la Misa de Gallo, que en esa ocasión se hacia más importante por que la celebraría un obispo, todo estaría solitario y propicio para llevar a cabo el plan que había ideado Ella, contando para llevar a cabo el 'hurto' con algo más de una hora que podría durar la ceremonia. La puerta la franquearía con la llave que me entregaría, sin problema. En la parte de atrás de la casa había una ventana tapada con una muy débil y oxidada malla; romperíamos ambas y sería el señuelo del robo...
"Entras a la sala y a mano derecha se encuentra el estudio de mi esposo, en la biblioteca de la pared en la segunda estantería a su mano izquierda se encuentra un libro grueso, el único de color rojo con letras doradas que en su lomo se lee: 'La Divina Comedia', lo levantas y encontrarás una pequeña llave. Pasas al escritorio y en el cajón de abajo el de la derecha... lo abres y en el fondo encontrarás una caja de plata repujada de arabescos. Allí están mis joyas, las que me regaló mi padre y me guardó como dote mi mamá."
Un hurto sin violencia... |
"El siempre cuida de que yo no me acerque al escritorio y menos al cofre, es todo lo que tengo y es mío; lo quiero recuperar sin violencia. Jamás se imaginará que fui yo, ya que casi nunca me deja un minuto libre y menos sabe que yo sé el lugar secreto de la llave. Antes cierras bien el escritorio y al salir regresas la llave al libro, rompes la ventana de atrás y sales por la puerta que debes cerrar con doble llave."
Cumplimos con la cita y Ella estaba ahí, con esa fragancia antítesis del olor a iglesia y chusma, haciéndome espacio para sentarme a su lado, descuidadamente deslizó su mano hasta encontrar la mía... allí estaba la llave que apreté con mi puño, me levanté y salí.
En menos de una hora ya habíamos concluido con nuestro cometido 'al pie de la letra'. Regresé a la iglesia cuando la gente se empezaba a formar en cola para recibir la comunión. La llave volvió a su mano al instante en que el marido la tomaba de la otra para ponersen de pie, rumbo al altar.
Sus ojos color ámbar... |
La recompensa un buen fajo de billetes pero sobre todo un sensual beso en la boca cuando una semana después le entregué el cofre... una promesa de volvernos a ver cuando lograra separarse de su esposo.
Muchos años después supe que lo había logrado y el huraño inquilino de la casa del frente no hacia otra cosa que preguntarse quien le había robado lo que no era de él. Por mi lado solo me quedó la satisfacción de haber ayudado a mi hermoso amor platónico, que se sentía presa, secuestrada y robada en su propia casa.
Buscar los sentimientos supone un retorno a lo vivido y mi amor por aquella mujer de los ojos color ámbar nunca murió, solo quedó como ausente porque con el tiempo permití que otros sentimientos lo eclipsaran.
Un abrazo de regreso.
Hortensio.
Un por cierto:
Este cuento de Farwel, es una variación del que escribiera Machado de Assis, en sus primeras líneas. El resto es de la cosecha del poeta boyacense.
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