Cuando ya no te tenga, besaré tus recuerdos y recitaré tus palabras en mi memoria -siempre lúcida-, esas palabras que nunca dijimos porque nos ahogaban, pero no lo dudes renaceré y tomando de la mano tu sombra, caminaré hasta ese paraje lúdico que solo los dos conocíamos cuando extasiados mirábamos la luna de octubre que tanto nos gustaba. Hoy que la miro en medio de mi soledad, solo siento que ella me devuelve el alma que me quitó ese injusto silencio que se volvió quimera.
Un día cualquiera se me hizo difícil versar, ¿cómo no hacerlo ante semejante paisaje bucólico hecho poesía que me extasió de belleza cuando asomó a mis ojos ya cansados de llorar tu ausencia...? Al intentarlo nada rimaba, no tenía métrica ni cadencia melodiosa alguna, eran versos raramente indispuestos y de dudosa elegancia, fatuos, cursis y decadentes, alejados de toda ortodoxia... Cuando los recité en voz alta, frente a la montaña y al viento como testigos mudos, simplemente me sentí libre y qué crees, amor... me gustaron.
Cuando el eco de mi grito regresó a mis oídos, en segundos se llenaron de silencios, traté de escapar de mis abismos, sabiendo que la muerte estaba por alcanzarme indefectiblemente; entonces busqué alivio en tu recuerdo amado que aún tercamente se niega a morir y aunque trate de esconderse en el fango de un confín en llamas que anuncia el ocaso que se tragará por completo nuestro desvencijado amor, renace con la primera estrella titilante que aparece en el horizonte al morir el sol. Y de nuevo grito tu nombre, fíjate, ese eco me devuelve mil voces que no quieren que encuentre las letras con que construir el estallido de tu voz... ¿Qué debo hacer para encontrar tu nombre...?
Hay viejos recuerdos que nunca se olvidan y eso es verdad, es como aquellos silencios que de manera sutil muy quedos evocan y callan tantas cosas, de esas que sin quererlo caen en el olvido para no dejar fluir esos pensamientos antaño amados y llenos de esa loca 'cordura' que no hace más que asfixiarme. De repente llega la cruda realidad y se interpone entre mi tiempo y la sensual presencia de tu figura que divaga entre los estrechos rincones de mi mente. Entonces solo busco la muerte mientras cierro mis ojos y voy a tu encuentro.
Un abrazo alejado de prevenciones...
Hortensio.
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