En éste Plácido domingo... un invitado de lujo y todo a raíz de que en nuestro país entró en vigencia plena la Ley sancionada el pasado 4 de agosto, es la Ley 1805, que tiene por objeto consolidar la presunción legal de donación de órganos y tejidos para fines de trasplantes y otros usos terapéuticos.
"Todos podemos necesitar un órgano en cualquier momento, por eso no es equivocado que todos seamos donantes" así reza la introducción de motivos que precedió la aprobación de ésta Ley.
A partir de la sanción de ésta Ley, todo colombiano que fallezca se convierte automáticamente en donante, excepto si en vida manifestó a su familia por escrito su negativa a donar... de inmediato saltaron las voces de inconformidad y oposición de los prelados de la iglesia católica : "Se deberá respetar la objeción de conciencia de la persona y el criterio de sus familiares" Claro que sí, pero si no lo manifestó en vida y por escrito...¡de malas! será donante y punto. Las iglesias cristianas pegaron el grito: "Primero está la Biblia y ella lo prohíbe, ¿Cómo sería la resurrección si el cuerpo ha sido cercenado, y al volver a la vida y no encuentra sus órganos, cómo va hacer ese cuerpo para resucitar a pedazos?????" ¡De malas!, si no lo dejas por escrito, será donante y punto.
La donación de órganos es vida y Colombia se puso a la altura de países que llevan años haciéndolo con óptimos resultados como los europeos, en España ya lleva años y es que cuando salió la Ley en ese país, el Premio Nobel de Literatura, el español Camilo Jose Cela, se inspiró para hacer una poesía que llamó:
La donación de mis órganos.
Quiero el día que yo muera
poder donar mis riñones,
mis ojos y mis pulmones.
que se los den a cualquiera.
Si hay un paciente que espera
por lo que yo ofrezco aquí
espero que se haga así
para salvar una vida.
Si ya no puedo respirar,
que otro respire por mí
Donaré mí corazón
para algún pecho cansado
que quiera ser restaurado
y entrar de nuevo en acción.
Hago firme donación
y que se cumpla confío
antes de sentirlo frío,
roto, podrido y maltrecho,
que lata desde otro pecho
si ya no late en el mío.
La pinga la donaré
y que se la den a un caído
y levante poseído
el vigor que disfruté.
Pero pido que después
se la pongan a un jinete
de esos que les gusta el brete.
Eso sería una gran cosa
yo descanso en la fosa
y mi pinga dando fuerte.
Entre otras donaciones
me niego a donar la boca.
Pues hay algo que me choca
por poderosas razones.
Sé de quien en ocasiones
habla mucha bobería;
mama lo que no debía
y prefiero que se pierda
antes que algún comemierda
mame con la boca mía.
El culo no lo donaré
pues siempre existe un confuso
que pueda darle mal uso
al culo que yo doné.
Muchos años lo cuidé
lavándomelo a menudo.
Para que un cirujano chulo
en dicha trasplantación
se lo ponga a un maricón
y muerto me den por el culo.
C.J. Cela.
Desde ahora y como lo deje dicho, al querer morir dignamente, también así dejo por escrito mi manifiesta voluntad de donar mis órganos (aquellos que aún sirvan) para que se puedan utilizar en dar una nueva expectativa de vida a los que recepcionen mis vísceras y demás que se puedan utilizar... el día de la resurrección no recibiré devoluciones de manera que se pueden quedar con eso que en vida les sirvió para vivir un día más qué era lo importante...
Un abrazo trasplantado de cariño.
Hortensio.
Tenemos que evitar el mercado negro de órganos, uno de los crímenes mas abominables de la era moderna. |
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