viernes, 25 de marzo de 2016

Éste ocaso lleva mi nombre.

Y estoy seguro que cuando escribí este poema debió ser un Plácido domingo de ese año de 1986, porque fui un "viejo joven" que siempre pensó - con mucha calma- desde su juventud, en la dicotomía de la vida y la muerte, en esa eterna preparación 'hecha de tiempo' que es el sendero que nos llevará sin regreso a la "la Gran Resignación"...


Éste ocaso lleva mi nombre. 

Mi ocaso...


Aunque sereno en mi atardecer,
sigo siendo un caminante solitario,
que descubre a cada paso una vida
inexpugnable y personal, fugaz e inasible,
mirando esas mis huellas que sorprenden
de soledad y nostalgia como aquellos
inmensos campos yermos sin labrar.
Es cuando siento y toco esa sensación
irremisible de pequeñez en instantes que
se desdibujan en el devenir de los días, 
sumergido y absorto en la contemplación 
de esa realidad de que no somos más que
náufragos hechos de tiempo, sin esperanza de
ser rescatados de ese piélago de sufrimientos
que nos enrostra el tirano en sus victorias.
Camino que me acerca paso a paso y poco
a poco a mi destino en la metamorfosis
constante que ha sido y será mi ciclo vital
que se desvanece al confrontar mi realidad...
'Tempus fugit' y yo con él en ese hermoso
paisaje decadente anclado en un pasado que
no dejo sino ecos de mis pisadas que ponen
en duda mi propia existencia... ¿he vivido?
Ofuscada incertidumbre que no me da refugio
en ese feo determinismo que me embarga y
acrecienta el sentimiento de ausencias y lejanías
de soledades y de vacíos, de añoranzas... e ingratitud
porque vivir es sufrir y sufrir es estar vivo.
Por eso al recoger mis pequeños instantes de
"felicidad", los atesoro como diamantes en mi
memoria que es aliento vital en éste ocaso
que lleva mi nombre.

                                                       Farwel 1986.


En 1989 un poema dislocado que habla de esos...

Instantes  perdidos
... como lechos secos.

Y los instantes perdidos son como lechos secos
de esos ríos que malgastaron sus aguas y solo dejaron
sus líneas desiertas, vacías y sin vida que no volverán
a surgir porque nadie llorará su ausencia.

Esos instantes perdidos que ya estaban heridos de muerte,
son como gritos en silencio, son como cuerpos que agotaron
su pasión, en días perdidos, en unos tristes pasos perdidos.

Y, esos instantes perdidos se fueron no porque no luchara
para que se quedaran, o porque no lo intenté o porque me rendí,
ellos se perdieron solo porque tu sigues estando lejos, ausente.

Y yo herido pienso en que me dejaste ir, como aquellos ríos 
que se fueron porque malgastaron sus aguas y solo dejaron
sus lechos secos en instantes perdidos que no volverán.

                                                                             Farwel 1989



Un abrazo en éste ocaso...

Hortensio.




No hay comentarios:

Publicar un comentario