domingo, 29 de noviembre de 2020

Un falsificador llamado Leonardo da Vinci.

"Leonardo, es como alguien despierto
 cuando todos los demás duermen" 
Sigmund Freud


Corría el verano del año de 1482 en las calles de Florencia, cuando encontré en una de ellas cerca de la piazza Signoria a mi viejo amigo Leonardo da Vinci, sentado en un pequeño taburete de madera rústica tocando un desvencijado laúd y rodeado de varios dibujos pegados en la pared de una muralla con una goma hecha de mazapán y clara de huevo. Lo vi negociando el retrato al carboncillo de una jovencita, cosa que me extrañó sobremanera, no me resistí los deseos de saludarlo...


- Hola Leonardo, qué sorpresa tan agradable el volverte a ver...
- Vaya, que si es mi querido amigo Hortensio, ven dame un abrazo y déjame verte, ya son muchos años desde Milán... ¿cierto?
-Tu lo has dicho, desde la época que subió a la regencia del duque de Milán 'el Moro' a la muerte de Francisco, ¿te acuerdas que borrachera nos pusimos aquel día? 
- Cómo....todavía tengo resaca, pero que placer... cuéntame ¿que te trae por esta ciudad de ingratos rústicos?
- Voy camino a Roma en busca de finiquitar un negocio que he venido aplazando...
-¿Ya almorzaste...?
- No, pero por favor déjame que yo invite y tu escoges el lugar, al fin es tu ciudad y yo el fuereño.
- Vale, espera a que recoja mis haberes que son casi todos y nos vamos.

Invirtió el taburete y en una especie de cajón metió su pequeño laúd y sus pinturas, sonriéndome me dijo: - Es todo, vayámonos a buscar el único lugar donde se puede comer en esta bendita ciudad de los Médicis...

***

Leonardo, fue un adorador de la buena cocina y es patológica su sensibilidad por este arte que comienza en su niñez cuando su madre Caterina, se casa con Accatabriga di Piero del Vacca, en segundas nupcias un "encantador repostero, grosero, desaliñado y glotón" quien inculca al joven, todo lo que la cocina tiene de belleza y de arte, desde esos tiernos tiempos aprende a moldear mazapanes, costumbre que lo acompañara por el resto de sus 67 años cuando hacía las maquetas de sus inventos.

El gran polímata

-Aquí cerca del 'Puente viejo' hay un pequeño sitio en el cual me atienden bien y sin tanta polenta que me fastidia y hasta odio...
-Vamos pero con la condición de que yo pago. 
-No es justo, pero acepto...

Serían las 3 de la tarde de un cálido verano cuando terminaron de comer un buen pedazo de pierna de cordero que fue aderezado con las indicaciones del maestro y pasaron a regar el condumio con una cerveza de la famosa casa de Roseti (restaurante en donde se encontraban), muy cargada de malta y lúpulo, fuerte en su fermento.

- ¿Porqué Leonardo está en la calle y en esas condiciones, acaso "el magnífico" le quitó su mecenazgo?
- A ti no te puedo mentir, caí en desgracia pero como se avecina una guerra con el Papa, me ha recomendado con "el moro" Sforza, como profesor de música, valiente estúpido... desconociendo mis cualidades y virtudes para los menesteres de la guerra y de 'arte de Apicio'... mira ésta estupidez.
- ¿El arte de Apicio...?
- Sí, el gran romano Marco Gavio Apicio, más conocido como Caius Apicius, el primer gran cocinero de la historia y quien escribiera un tratado que llamó: "La Summa Cena de Caius Apicio", tienes que adquirir un ejemplar ya que vas a Roma, búscalo no te arrepentiras...
- Que buena recomendación, lo intentaré.
- Ya que estamos aquí en una mesa decente, sé testigo y mira lo que voy hacer...

Se inclinó hacia donde había dejado su precario equipaje y sacó un papel limpio en donde plasmaba sus bocetos y pinturas, lo estiró con cuidado y luego puso la lacónica recomendación de Lorenzo de Médicis, a un lado. Sacó un tintero y con gran cuidado empezó a imitar la caligrafía del escriba del "Magnífico" y redactó lo que ya es conocido por la historia como su Currículum Vitae:

"Estimado Ludovico, con ésta estela te presento formalmente al maestro Leonardo da Vinci,  fiel servidor mío y quien ha de trasladarse a tu gran ciudad, él te cuenta su CV. te lo recomiendo. Vuestro... Lorenzo de Médicis". Firma y sello lacrado. 

CV.: "No tengo par en la fabricación de puentes, fortificaciones, catapultas y otros dispositivos secretos que no me atrevo a confiar en este papel. Mis pinturas y esculturas pueden compararse ventajosamente a las de cualquier artista. Soy maestro en contar acertijos y atar nudos.Y hago pasteles que no tienen igual."

-Que opinas, ésta sí es una verdadera recomendación ¿no lo crees? mírala...
-En cuanto la caligrafía perfecta es idéntica, pero ¿cómo harás con el sello y la firma?
-Observa...

Sus inventos culinario...


Con sumo cuidado digno de un cirujano, con una cuchilla de gran filo, rebanó en sus contornos y desprendió el sello lacrado que trasladó al nuevo papel y lo pegó con alguna fórmula de pegamento inventada por el genial. Luego se concentró en mirar la firma por un largo rato que a mí se me hizo eterno por lo que se avecinaba... mojó la pluma y garabateó la firma de Lorenzo de Médici, el resultado una perfecta falsificación, casi idéntica por no decir idéntica. Me quedé boquiabierto mirando la una y la otra, había completado una nueva obra de arte caligráfico. Guardo con gran delicadeza su CV. y pedimos más cerveza para celebrar el ilícito y ya entrada la tarde preludio de un ocaso bello de verano, nos despedimos con un fuerte abrazo, ya nunca más nos volveríamos a ver... Pero eso sí, supe que fue nombrado en Milán como maestro de fortificaciones y concejal de ceremonias entre otras dignidades. Su pequeña obra de arte había funcionado a las mil maravillas.
En un sueño de verano de 1482.

Un caligráfico abrazo.


Hortensio.






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