jueves, 19 de septiembre de 2013

Pornografía, Erotismo y Literatura

                                                                                   
                 Esta es una traducción de Fernando Lida García, por allá en 1969 de un artículo del escritor y cronista norteamericano David Loth, que yo conociera en la década de los 70s, lo tenía guardado para hacerle alguna reseña y algunos de comentarios, pero nunca se me dio la oportunidad... hoy quiero desempolvarlo para Ustedes y es mejor dejarlos con el texto que empezar a opinar... así se refería David Loth a lo que es el nombre de la entrada, tal ves sacado de su libro 'Pornografía Erotismo y Literatura:

'Bajos instintos'

          "Cualquier lector puede distinguir la obscenidad del resto de la literatura a su propia satisfacción. Pero no puede, con igual facilidad, explicarle a otra persona cómo la distingue, porque la pornografía, como como la belleza, esta por entero en los ojos del que la contempla. Esta no es una guía muy clara para ofrecer siquiera un criterio válido que permita decidir qué debería prohibirse.

            Lógicamente, adonde primero se recurre en procura de una definición autorizada es el diccionario, y éste nos informa que es la "descripción de las prostitutas y de la prostitución en relación con la higiene pública". Si no nos desanimamos demasiado pronto, podemos seguir la búsqueda hasta la aceptación secundaria: "La expresión o sugestión de lo obsceno en el habla, la escritura, etc.; arte o literatura licenciosos" No obtenemos mayor información a medida que proseguimos éste tipo de indagación de los significados de obsceno, licencioso y todos los demás sinónimos.

              Muchos hombres competentes, estudiosos, han propuesto explicaciones más específicas. Sería un alivio poder aceptar sus versiones. pero, por desgracia, se contradicen los unos a los otros dogmática y categóricamente. Y no siempre en el sentido que cabría esperar.

             Por ejemplo, una opinión digna de respeto es la de D.H. Lawrence, que fue perseguido durante casi toda su vida activa porqué, según las opiniones de muchos de sus contemporáneos, era un proveedor de obscenidad. Y, bien, Lawrence hubiddrea prohibido novelas del siglo diecinueve, tales como Jane Eyre porque las consideraba pornográficas. También estaba dispuesto a proscribir el Ulises de su contemporáneo James Joice, ¿por qué? Sostenía que la pornografía entra en lo que se escribe cuando hay en ella "excitación sexual con el deseo de ofender el sentimiento sexual, de humillarlo y degradarlo". Tanto Joyce como Charlotte Bronté - decía- eran culpables de eso, cada uno a su modo, no obstante ser éstos tan diversos.

                Un argumento literario más popular sostiene que la obscenidad existe sólo cuando el autor se lo propone, aunque generalmente se lo enuncia al revés diciendo que si un escritor tiene buenas intensiones no se lo debería calificar de obsceno. George Meredith expresó sucintamente este punto de vista cuando dijo: "Si ha sido concebido profundamente no puede ser inmoral". Algunas gentes agregarían que también la realización  debe ser artística. n cualquiera de los dos casos ninguna obra de genuino mérito literario podría ser pornográfica. El doctor Kinsey se atuvo a ésta orientación cuando definió la pornografía como "literatura o imagen cuyo objetivo deliberado y primordial o único es excitar eróticamente al lector u observador".

¿Porqué siempre la mujer y la culebra...?

               Esta corriente del pensamiento la contradice en forma tajante un crítico muy dotado, Clifton Fadiman, quien afirma que sólo las obras de verdadero mérito pueden jactarse legítimamente de ser pornográficas.

               La pornografía es una de las artes literarias más restringidas y aún estaba por decir una de las más puras -escribe- . Es trabajo estrictamente para profesionales. Su finalidad es sencilla: proporcionar el placer peculiar e inenarrablemente humano que brinda la contemplación vicaria de imágenes lascivas".

            El difunto George Orwel sostenía que la pornografía es sinónimo de sadismo, y un jurista noruego más culto que lo corriente, el juez Thrap, de la Corte Suprema, expreso la opinión de que un libro podría ser obsceno aunque "satisfaciese completamente los criterios literarios y artísticos". Y explicó: "Estoy pensando sobre todo en los libros cuyo contenido y tendencia son marcadamente perversos y sádicos".

                Para contribuir a la confusión, el profesor y filósofo Abraham Kaplan, al escribir sobre la "obscenidad como categoría estética (Obcenity as an Esthetle Category), declara que la pornografía nunca es arte. Pero dice que la obscenidad a menudo si lo es, porque ella puede ser "la sustancia misma de la imaginación". "La pornografía -asegura- es seria y vehemente y sólo se nutre de la frustración".



             Los antropólogos saben que entre cualquier grupo de gente, en cualquier época, una obscenidad no es otra cosa que un simple artefacto más, uno de esos objetos producidos artificialmente que revela algo de la cultura que lo produjo, como una olla o un vaso adornado. Ninguno de los conceptos, vocablos o situaciones que para nosotros han sido tabú lo son universalmente ni mucho menos. Los pueblos para quienes hablar de sexo o mostrar el cuerpo desnudo o aún practicar públicamente el coito resulta perfectamente  lícito tienen sus propias ideas acerca de lo que es vergonzoso: para unos, ser vistos mientras comen; para otros, sonarse la nariz; para los de más allá, sacarse los zapatos.

               Los japoneses consideraban el besarse como mucho más obsceno que la exhibición del cuerpo desnudo, en tanto que las mujeres esquimales en el interior de sus iglúes visten modestos taparrabos en presencia de extraños, sin sentir vergüenza, mientras conservan puestas sus botas. Entre los bagandas de África las mujeres pueden hallarse desnudas en cualquier compañía, pero los hombres deben permanecer cubiertos desde el cuello hasta las rodillas aún en compañía exclusivamente masculina. Algunos malayos consideran que mostrar el pene es sumamente incorrecto, pero exhiben los testículos con toda naturalidad. Y, así, casi ad infinitum.



                Para muchos de estos pueblos resulta sencillo determinar lo que es obsceno: lo es todo aquello que sus antepasados tenían por tal. Pero como han intervenido tantas culturas diferentes y tantos estadios de cultura en la formación de los usos sociales, nos sentimos bastante incapaces de decidirnos firme y unánimemente por ningún criterio.

Bueno espero que les haya inquietado, en mi próxima entrada dos casi desconocidas poesías de dos 'monstruos' de la poesía contemporánea...

Un erótico abrazo.

Hortensio.














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