La miseria ocupa el vacío
que deja la esperanza cuando
el mundo te decepciona...
Hermanos Grimm.
"Érase una vez..."
Desde mi recinto de reflexión del tercer piso de la casita de Serrezuela, acosado por el cansancio físico y espiritual, y asediado por la fragilidad y vulnerabilidad que se han acumulado en tantos días de cuarentena, quiero hacer un alto de tanta pensadera y darle una pequeña licencia a este sufrido y marginado Blog. En este Plácido y longo último domingo de mayo un pequeño cuento de Jacobo y Wihelm, lo famosos Hermanos Grimm contadores de cuentos fantásticos y dos pequeños sonetos...
El pobre y el rico
Murió una vez un pobre aldeano que fue a la puerta del Paraíso; al mismo tiempo murió un señor muy rico que subió también al cielo. Llegó san Pedro con sus llaves, abrió la puerta y mandó seguir al señor rico, pero sin duda no vio al aldeano, pues cerro la puerta y lo dejó afuera. Desde allá oyó la alegre recepción que le hacían al rico en el cielo, con músicas y cánticos.
Cuando quedó todo en silencio volvió por fin san Pedro y mando entrar al pobre. Esperaba éste que volvieran a continuar los cánticos y las músicas, pero todo continuó en silencio. Lo recibieron con mucha alegría, los ángeles salieron a su encuentro, pero no cantó nadie.
Preguntó a san Pedro el porqué no había música para él como para el rico o si era que en el cielo reinaban las mismas diferencias que en la tierra.
-No - le contestó el santo- el mismo aprecio nos merecen uno que otro, y obtendrás la misma parte que el que acaba de entrar en las delicias del Paraíso; pero mira, pobretones así como tú llegan aquí por centenares todos los días mientras que ricos como el que acabas de ver entrar apenas viene uno de siglo en siglo.
Los hermanos Grimm.
El pobre y el rico
Murió una vez un pobre aldeano que fue a la puerta del Paraíso; al mismo tiempo murió un señor muy rico que subió también al cielo. Llegó san Pedro con sus llaves, abrió la puerta y mandó seguir al señor rico, pero sin duda no vio al aldeano, pues cerro la puerta y lo dejó afuera. Desde allá oyó la alegre recepción que le hacían al rico en el cielo, con músicas y cánticos.
Cuando quedó todo en silencio volvió por fin san Pedro y mando entrar al pobre. Esperaba éste que volvieran a continuar los cánticos y las músicas, pero todo continuó en silencio. Lo recibieron con mucha alegría, los ángeles salieron a su encuentro, pero no cantó nadie.
Preguntó a san Pedro el porqué no había música para él como para el rico o si era que en el cielo reinaban las mismas diferencias que en la tierra.
-No - le contestó el santo- el mismo aprecio nos merecen uno que otro, y obtendrás la misma parte que el que acaba de entrar en las delicias del Paraíso; pero mira, pobretones así como tú llegan aquí por centenares todos los días mientras que ricos como el que acabas de ver entrar apenas viene uno de siglo en siglo.
Los hermanos Grimm.
***
En la muerte de Madonna Laura. Soneto 292
Aquellos ojos de que hable ferviente,
brazos, manos y pies, rostro adorado,
que fuera de mi ser me habían llevado
y hecho como un extraño entre la gente,
La rizada melena reluciente,
la sonrisa de un ángel extasiado
que la tierra en edén habían trocado,
ya solo polvo son, que nada siente.
Y ya vivo, no obstante, aunque me duelo;
marcho sin esa luz que he amado tanto,
el barco roto en mar de desconsuelo...
Aquí termina mi amoroso canto:
la vena del ingenio sin anhelo,
y la cítara fiel ahogada en llanto.
Francisco Petrarca. 1323
Aquellos ojos de que hable ferviente,
brazos, manos y pies, rostro adorado,
que fuera de mi ser me habían llevado
y hecho como un extraño entre la gente,
La rizada melena reluciente,
la sonrisa de un ángel extasiado
que la tierra en edén habían trocado,
ya solo polvo son, que nada siente.
Y ya vivo, no obstante, aunque me duelo;
marcho sin esa luz que he amado tanto,
el barco roto en mar de desconsuelo...
Aquí termina mi amoroso canto:
la vena del ingenio sin anhelo,
y la cítara fiel ahogada en llanto.
Francisco Petrarca. 1323
***
Un soneto clásico.
En una mañana de abril soñoliento
en la ventana la lluvia distraída
cae sobre tu vida ya florecida
tocando tu piel suave como el viento.
Miro tu cuerpo y pienso que siente,
qué se siente tocar su propia herida
la que te abrieron para acabar tu vida
mirada suplicante que mira y presiente.
Y trato de buscar en ti una querella
y como respuesta solo silencio en ella
llorando me remite a esa vieja canción
Que habla y susurra amor y confianza
con una tristeza que solo busca esperanza
cuando solo puedo darte mi sola emoción.
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