En días pasados de 'acción de gracias' en la ciudad de New York, se dejaba morir, no sin luchar, víctima de un cáncer, el querido poeta Mark Strand (1934-2014) 'El poeta de la ausencia' y el típico poeta 'gringo' como le decía sus amigos; quería mucho a Colombia, (lo dijo en una entrevista radial en un español fluido... radiante) pues vivió una buena temporada en sus lares cuando de adolecente acompañó a su padre cuando fue ejecutivo de la Pepsi Cola... aquí empezaron sus amores por el castellano, su segundo idioma.
En uno de sus poemas que hoy podemos decir sirve de obituario, decía en aquel entonces : 'La vida es un vals, un delirante vals. Y la vida termina cuando termina la música, esa delirante música...' Bien, es duro decirlo pero se acabó la bella música de ese bello y delirante vals a sus 80 años, para Mark.
Y supo que tenía un irremediable 'liposarcoma' que le quitaría la vida... "Yo no estoy pensando en la muerte, pero la muerte está pensando en mí." Con ese fino y silencioso humor que rayaba en un dulce cinismo puso hablar a la muerte...
Sí, estoy pensando en Strand,
estoy pensando que uno de estos días
estaré de vuelta meciendo mi guadaña
o sujetando mi reloj de arena contra la luna
y Strand aparecerá. Aparecerá de saco y corbata y juntos,
vagabundeando bajo los árboles en los bulevares,
nos adentraremos en la ciudad de las almas."
Con sus 1,90 de estatura y de complexión delgada, de sonrisa permanente y mirada buena, era el típico gringo, que además había ganado entre otros muchos premios el típico premio gringo, el Pulitzer; en alguna ocasión una de tantas y tontas periodistas de farándula le inquirió diciéndole: 'Usted se parece a Paul Newman y a Clint Eastwood, que tiene que decir? a lo que el poeta con esa dulzura que lo caracterizo le contestó: "¡Por favor, niña!... Ellos tienen la gracia de parecerse a mí."
El poeta... |
Y supo que tenía un irremediable 'liposarcoma' que le quitaría la vida... "Yo no estoy pensando en la muerte, pero la muerte está pensando en mí." Con ese fino y silencioso humor que rayaba en un dulce cinismo puso hablar a la muerte...
Sí, estoy pensando en Strand,
estoy pensando que uno de estos días
estaré de vuelta meciendo mi guadaña
o sujetando mi reloj de arena contra la luna
y Strand aparecerá. Aparecerá de saco y corbata y juntos,
vagabundeando bajo los árboles en los bulevares,
nos adentraremos en la ciudad de las almas."
Con sus 1,90 de estatura y de complexión delgada, de sonrisa permanente y mirada buena, era el típico gringo, que además había ganado entre otros muchos premios el típico premio gringo, el Pulitzer; en alguna ocasión una de tantas y tontas periodistas de farándula le inquirió diciéndole: 'Usted se parece a Paul Newman y a Clint Eastwood, que tiene que decir? a lo que el poeta con esa dulzura que lo caracterizo le contestó: "¡Por favor, niña!... Ellos tienen la gracia de parecerse a mí."
Fue muy amigo de Octavio Paz al que tradujo con fidelidad al ingles y éste en reciprocidad lo trajo al castellano por primera vez en el año de 1976, en la revista Plural... de esas poesías, éstas dos que a mi me gustan y que las traigo como homenaje a su partida hacia la 'Gran Resignación'.
El poeta... |
Lo que queda.
Me vacío de los nombres de los otros, vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al lado del camino.
Cuando se hace de noche atraso los relojes.
Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico.
¿De qué sirve? las horas hicieron su trabajo.
Digo mi propio nombre, Me despido.
A las palabras se las lleva el viento, volando una tras otra.
Amo a mi esposa pero la mando lejos.
Mis padres se levantan de sus tronos, y suben
a las lácteas estancias de las nubes ¿Cómo voy a cantar?
El tiempo me revela lo que soy, y cambio y soy el mismo.
Me vacío de mi vida y aún me queda vida.
El final...
Mientras zarpa la nave y observa el muelle
ningún hombre conoce la canción que cantará al final
ni lo que pasará cuando esté atrapado, inmóvil, entre los rugidos
del océano sin posibilidad o esperanza de retorno, allá al final.
Cuando no haya más tiempo para podar las rosas
o acariciar el gato, y el crepúsculo que enciende el césped
y la luna llena que lo refresca no existan,
ningún hombre sabrá como remplazarlos.
Cuando el peso del pasado se apoye en la nada
y el firmamento sea apenas una luz en el recuerdo
y las historias de cirrus y cúmulos lleguen a su termino
y las aves permanezcan suspendidas en su vuelo,
ningún hombre sabe lo que le espera, o la canción que cantará
cuando la nave donde viaja entre a lo oscuro, allá al final.
¡Hasta el próximo vals, Mark...!
Hortensio.
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