miércoles, 27 de noviembre de 2013

Incoherencias de una noche febril...


Y el tiempo que todo se lleva inevitable e irremediablemente, paso su factura de cobro funesto adiós de exilio de esperanzas en ese transcurso existencial huérfano de lucidez nostálgico místico insustancial, ilimitado y emotivo, tácito e inequívoco de momentos imprecisos ya forjados en psicosis de vida y de muerte... seremos historia concluyente de una realidad cruel fin que justifica muchos medios en distancias que no logran difamar las formas, el movimiento y la imagen de la orfandad angustiosa sin consuelo, sin futuro abierto a los misterios.

Sin futuro abierto a los misterios.

Crepúsculos de todas las vidas ya vividas desbordadas de imperfecciones y de minucias de hábitos errantes de asombros milenarios que proscriben una definición de armonía sin gravedad de agravios infecundas tolerancias de proscritas cobardías antípodas de héroes desplazados por dogmas de mortal fragilidad ficticios pero mortíferos que quebrantan el sentido común siempre frío y despiadado con los estúpidos fideísmos incubadores de ignorancias aceptadas en espurios subconscientes homologados por todos los signos que la estupidez humana voluntariamente puede concebir rendida de miedos a la incredulidad de poder ver otros mundos llenos de bellas sorpresas y necesarias dudas que nos mueven por otros senderos -aunque cuentes con esas secuelas- de infortunios pasados y la desdicha ligada a esas gráficas de estadísticas locas de toda historia humana de peripecias cíclicas, paradigmáticas y relevantes cronologías de proverbiales acontecimientos.

Viriato, guerrero estoico lusitano.

Cuando lo creas todo perdido, busca en tu destino como un estoico griego que sale al encuentro de la gnosis de sus precarias vidas siempre ciclotímicas que urgan en sus rutinas pequeñas ligerezas bajo el sol de un nuevo abril y el polvo de carencias que levanta un caminante que aquilata sin menosprecios 'lo inevitable' sabiendo que el silencio es el honor más grande cuando la rebeldía muestra su cara de fatalidad inútil y fallida, como eclipsada por toda una vida de reflejos esquivos que hacen pensar en la terrible soledad del nómada pisando las arenas del inquietante y despiadado Sahara y librarnos del estadio existencial de la locura donde la imaginación nocturna nos hace anhelar la melancólica partida que nos corta a contrapunto ese macerado olor a tierra húmeda; Humus seremos para renacer en ese eterno ciclo que se solo concede nuestra madre Naturaleza. 

Las cosas que la fiebre nos hace escribir.

Un febril e incoherente abrazo.

Hortensio.





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