domingo, 7 de febrero de 2016

El Primer Papa Americano.

A raíz de la visita del Papa argentino a México y en éste Plácido domingo... la curiosa historia de un cura capuchino terciario o cómo decirlo mejor: sacerdote de la tercera orden de san Francisco - el canónico y 'gonfalonero' de Senigallia e hijo del conde Girolamo Mastaï-Ferretti y la condesa Antonia Cattarina Solazzi... Giovanni María Mastaï-Ferretti, quien (según él), se jactaba de ser el 'Primer Papa Americano' y hasta chileno, como solía repetirlo "Por que nada de lo que puede ocurrir en los países de allende el mar puede serme ya indiferente". Por otra parte algunas raras coincidencias con Francisco

Nacido en la ya decaída ciudad de Senigallia, la casa solariega de los condes Mastaï-Ferretti, había venido a menos, y él, noble por sus apellidos y abolengos en medio de una 'miseria altiva' de esas de "toma agua y eructa vino" en su palacio ya ruinoso, de muchacho conoció el idioma castellano que tantas aventuras le habría que deparar en sus lecturas de la picaresca española y de la mano de un soldado español herido que llegó a ésta ciudad para recuperarse de sus locas incursiones en la Nápoles hispana, lo aprendió con mucha pasión a leerlo a escribirlo y por sobre todo a dialogar con su buen amigo el soldado español, luego encontró un libro de que cambiaría su vida, "El Criticón" alegoría de la vida humana en una fabulosa critica social del aragonés, Baltasar Gracián y Morales, que recorre todo el ciclo de la vida de un hombre en medio de la crisis de esa sociedad del barroco. 
Mastaï-Ferreti en América.

Con este libro bajo el brazo y curado de su aparente epilepsia, partió hacia Roma el novel aventurero, con algunas cuantas monedas que le regaló su madre, allí con algunas recomendaciones se internó en la fastuosa sociedad romana que lo acogió gracias a sus apellidos ignorando la precariedad casi mísera del apuesto joven conde quien adoraba las invitaciones, no por las hermosas muchachas o el baile al compás de la 'licenciosa novedad de la valse' o los conciertos y recitales sino por la angustiosa llamada de los mayordomos a pasar al comedor en donde podía saciar su hambre atrasada.

En una de esas 'fiestas' conoció a una bella muchacha que lo enamoró de 'prima facie' y todo parece que la cuestión se volvió pasional, hasta que el padre de la enamorada descubrió que su amado 'novio' no era lo que decía y solo era un "condecillo de pacotilla" que no tenía en que caerse muerto y los separó, la decepción fue de 'colapso fatal'... solo pensó en dejar este mundo y al mejor concejo ingresó a la orden mas "humilde" de la cristiandad la franciscana, para perderse en medio de su humildad, voto de castidad y pobreza a la que ya estaba habituado y en la que vivió toda su vida; así se ordenó sacerdote. Si mal no estoy, a Francisco le pasó algo parecido, su novia lo dejó y se fué de cura.

Estando es su aislamiento de humildad y resignación en un oscuro hospicio de huérfanos como mentor, llegó el "milagro" no deseado a su vida; monseñor Giovanni Muzzi, arzobispo de Filipópolis en Macedonia, cuna de Alejandro Magno, es nombrado Delegado Apostólico en Chile por el Papa Pío VII a quien el Libertador Bernardo O'Higgins, quien quería organizar la curia con sacerdotes criollos que dependieran directamente de Roma y no de España y sacar a esos curas españoles, monarquistas, conservadores y revanchistas que atentaban a cada paso la estabilidad precaria de la libertad en aquellas latitudes. Muzzi, jamás ha visto a Mastaï-Ferrara, pero fue muy bien recomendado por un abate amigo en común, ya se podrán imaginar el porqué... sí, su dominio total del castellano y su condición de franciscano, imagen secular de humildad y pobreza que siempre despierta admiración.

Mastaï, recurre a un viejo amigo masón español, caballero Kadoch de la Logia Lautaro de Cádiz, hija de la Gran Reunión Americana de Londres, fundada por Francisco de Miranda y que ya tenía filiales en todas las capitanías y virreinatos del 'Nuevo Mundo'; este singular y antiguo amigo de farras en Roma lo pone al tanto de los acontecimientos de la 'América libertada' y de sus personajes, cultura y costumbres de esas lejanas y agrestes tierras a las que se dispone viajar en la gran aventura de su vida. Le cuenta de Simón Bolívar, de Sucre, de San Martín y del mismo O'Higgins, el estuvo en una ocasión en Cuba y Cartagena y por esto era el más idóneo para ponerlo al tanto y así lo hizo al son de unos tragos de pésimo morapio, que por su poca calidad y alta gradación alcohólica, lo puso a cantar como una cotorra.

Rumbo al mar de Colón...

Así, el 5 de octubre de 1823, desde Génova se hizo rumbo a las Columnas de Hércules y al mar de Colón, cuando leva anclas el navío "Heloísa" (¿la de Abelardo?) camino de América en compañía de Muzzi, don Salustio, secretario particular del Nuncio, el dominico Raimundo Arce, y el archidiácono Cienfuegos, ministro plenipotenciario de Chile ante la Santa Sede en reciente nombramiento hecho por Director General, O'Higgins. La odisea oceánica termina sin novedad cuando hace presencia ante sus ojos las ondas terrosas del Río de la Plata, y atracan en una escala 'técnica' en el puerto de Montevideo. La impresión es decepcionante, en sus palabras :"parecía un enorme establo,...todo era rústico". Luego la llegada a Buenos Aires, la ciudad huérfana por años de un obispo y que "ni siquiera tenía un puerto, sino una mala bahía.." "Las calles, ciertamente eran rectas, como tiradas a cordel, pero demasiado llenas de un barro revuelto, chapaleado, apisonado y vuelto a apisonar, amasado y revuelto otra vez..." "Demasiado olía a talabartería, a curtido de pieles, a pellejo de res, a ganado, a saladura de tasajo, de cecina, a sudor de hijares y sudor de jinetes, a boñiga y estiércol,...".

"Pero, al lado de esto, florecía una auténtica, aristocracia de vida abundosa y refinada -como decía Carpentier-  vestida a la última de París o de Londres". Pero, por desgracia, las modas ultramarinas no llegaban solas y con ellas había llegado la "peligrosa manía de pensar". Y así, no fué bien recibida por Bernardino Rivadavia, Ministro del Gobierno y destacado francmasón argentino, la delegación papal, cuando le hizo saber a Muzzi, que le quedaba prohibido hacer confirmaciones y le invitaba a que continuara su viaje a Chile.
El Aconcagua... en los Andes chilenos.

Y así lo hicieron después de dos meses de hostilidad del gobierno y una muy nutrida afectividad incluso de la nueva oligarquía argentina de ese entonces; a mediados de enero de 1824 los clérigos emprenden el camino hacia su destino... Chile. La pampa infinita, fue su hogar interminable por los próximos días, pareciera que no se movieran ante la inmensidad monótona del paisaje, camino sin fín. Pero al cabo de muchísimos días, el infinito horizontal se convirtió en infinito vertical... habían llegado por fín a los Andes, cuyas cimas se extraviaban entre las nubes casi perpetuas como sus nieves, empezando el penoso y lentísimo ascenso por caminos al borde de acantilados sin fondo y ventisqueras ululantes y llegar a la terrible soledad de los páramos, luego a volver a subir hasta el próximo conjunto de montañas y una vez alcanzado volver a subir y hasta la próxima y entre ellas los inhóspitos páramos, al filo de la cordillera... hasta que un día de esos tantos de intensos fríos, empezaron el descenso por caminos interminables hacia los cálidos verdes valles de Chile... nueve meses desde la partida de Génova, habían terminado, ¡Qué parto...! dijo aliviado el franciscano al ver los primeros campos arados de esa parte del mundo. 

Al llegar los viajeros a Santiago, conocieron la infausta noticia de que O'Higgins, había sido derrocado por su hombre de confianza, el general Ramón Freire, quien los trató con infinita indiferencia y descortesía, pues tenía en mente secularizar el clero chileno; pero para el joven conde, fue de dicha y admiración vivir esos días en Santiago, y al ver esa oligarquía criolla pedante  e ilustrada, optó por una estrategia que consistía en presumirse más liberal que los mismos liberales y le dió resultado, era invitado de honor a las más refinadas tertulias capitalinas en donde despotricaba sutilmente contra contra los filósofos como Voltaire y Rousseau, "habían sido hombres de extraordinarios talentos" pero que "pertenecían a generaciones  muy superadas" y había que ponerse al ritmo de la época... ésto desconcertaba a los jóvenes políticos que veían a Mastaï-Ferreti, como un hombre avanzado a su tiempo y gran inspirador de temas de avanzada, atropellaba a la 'Revolución Francesa' que no la bajaba de ser un acontecimiento dejado atrás y que ya no era en Europa, sino una referencia de gentes de otro siglo: "utópico afán que a nada había llevado, promesas incumplidas, ideales traicionados..." y "eso lo afirmo yo que soy eclesiástico y que ustedes me deben como un hombre encerrado en los límites de un pensamiento dogmático y anticuado" "hay en Europa un liberalismo de nuevo género, un liberalismo situado a la izquierda de la misma izquierda".

Y así se hizo amigo de la vieja y joven aristocracia chilena que se iba compactando en torno de la misión apostólica pero como todo con el tiempo empezó a deteriorarse, el puntillazo se clavó cuando monseñor Muzzi, aplicó una viejísima y obsoleta ley evocadora de tiempos coloniales cuando tercamente se negó a casar a un viejo y viudo aristócrata con su hijastra y se llegó a decir que el mantenimiento de la misión inoperante venida de Roma, le costaba al erario público 50.000 pesos y para colmo de chismes se les consideró espías de la 'Santa Alianza' y se anunció que el clero chileno ya quedaba eximido de toda obediencia a Roma...

Sin embargo el joven Mastaï, seguía siendo admirado por la alta sociedad de Santiago, lo admiraban, lo invitaban y hasta se hizo querer sinceramente por 'los pipiolos' que lo consideraban un amigo... pero Muzzi, ante tal realidad y en un acto de cólera santa anunció que regresaría a Roma ya que su buena voluntad había sido defraudada por el nuevo gobierno de turno. No bastó los ruegos de los amigos del cura-conde, que le rogaban a Muzzi, que lo dejara a cargo de alguna parroquia de las muchas que había en Santiago, que no se lo llevara... el mismo franciscano lo rogó, pero la himillación estaba sobre toda la misión y no solo sobre Muzzi, que emprendió camino de Valparaiso.

Un bergantín atravesando el temible 'Cabo de Hornos' 

Mastaï, quedó devastado, como quedó la ciudad en los dos terremotos que le tocó vivir, afligido le tocó obedecer después de 9 meses y medio de un "agradable apostolado" se puede decir que fue feliz y la gente de chile llegó a quererlo... la despedida fue triste. Y allí, en una fonda portuaria fue invitado a conocer  las delicias y gloriosos sabores del piure, el loco, el cochayuyo y el monumental centollo de la Tierra de Fuego. Y por fín se hicieron a la mar a bordo del "Colombia", velero de buena andanada y sólido casco, desde allí pudo observar fascinado el paso sonoro de las ballenas rumbo al norte, al paso por el paralelo de Valdivia, y se prepararon para emprender y arrostrar la temible prueba del paso del Cabo de Hornos.

"Y allí, ocurrió un milagro: el mar, frente a la más famosa fragua de tempestades, frente a los monumentos de granito negro barridos por mugientes vientos australes, que marcan el término del continente, estaba quieto como las ondas de un lago italiano. El capitán y los marinos del "Colombia" se asombraron ante una paz que jamás habían conocido en tal lugar del globo" bueno, así paso y el regreso fue también de calma.

Con el paso de los tiempos, ese aventurero, progresista y liberal cura de la tercera orden de San Francisco, fue elegido Papa de la cristiandad y tomo el nombre de Pío IX o como lo llamaban cariñosamente Pío Nono y hasta el día de su muerte estuvo hablando y escribiendo en su amado castellano y recordando su aventura por América del sur.


Pío IX el Papa aventurero.

Un abrazo pleno de aventura...

Hortensio.







  
  

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