domingo, 4 de junio de 2017

"La muchacha de la casa".

No son mis espinas las que me defienden,
dijo la rosa, es mi perfume.
Paul Cludet.

No hay nada tan vívidamente evocador,
como el recuerdo de un aroma guardado
fielmente en la memoria...
Hortensio Farwel.

Me acuerdo de muchas cosas de cuando era niño, pues le puse mucha atención y fue una precisa atención, como es desde luego todo descubrimiento y ese fue precisamente el que más se fijó en mi mente; porque fue el disfrute del placer estético y hoy puedo decirlo a la inmensa distancia de los años, que fue puro... puro placer estético y nada más.
La muchacha de la casa...

Cerré mis ojos y respire profundo el aroma de ese papel de envoltura 'negra y florida' que en algún momento albergó una pastilla de jabón, ese aroma me situó por sorpresa en el mismo instante en que lo percibí por primera vez y volví a mi temprana pre-adolescencia cuando la descubrí a Ella... Belén. La ví con mucha atención, de esas en la que no cabían ni los prejuicios ni la distracción, esa atención profunda que transformó lo que veía y sentía, en un bellísimo recuerdo, una extraña sensación primaria que supe atesorar en ese preciso instante y que sin previo aviso se me reveló al oler ese perfumado papel, era pura memoria olfativa en ese milagro que de verdad es el cerebro humano.

Y el recuerdo de Belén, -así se llamaba la "muchacha de la casa" y que algunos idiotas la llamaban peyorativamente "la sirvienta"- fue tan intenso que quedó grabado en mi memoria hasta ese día en que tomé la envoltura de aquel jabón con que se bañaba Ella y que dejaba un fresco olor en el ambiente por el que ella se desplazaba en nuestra casa; pude recuperar el recuerdo y vivirlo de igual forma. Exactamente igual a como la vi saliendo del pequeño baño del servicio y con una sonrisa pícara y sensual que me enamoró.


Lo que sucedió después es algo que con el tiempo desapareció, pero me quedó esa bella sensación que guardé como 'joya en paño' y que ese destello, ese fulgor que aguardaba en algún recoveco de mi memoria (en lo no recordado) como era el olor de ese exquisito aroma ('Paramí', esa era la marca del jabón) lo trajo de nuevo a mi y a mis vivencias queridas. Y le doy gracias a mi cerebro por esa obra de arte indescriptible que es convertir en milésimas de segundos un recuerdo amado... "ese instante eterno" y traerlo al ineludible presente. Es aquel recuerdo que hemos atesorado en las márgenes de la memoria y que de nuevo me vuelve a deslumbrar y se impregna a mi piel con la sensación querida de lo que un día pasó.
Belén, rota en el olvido pero viva en el recuerdo. 

Y en medio del caos y del ruido de la rutina amable de mis días, miro hacia atrás para retenerla, pero ya se ha ido de nuevo dejando una inefable y dulce nostalgia de ese recuerdo irrecuperable que late en los oscuros laberintos de mi cerebro en el que habitas Tú... Belén.  

Un recordado abrazo.

Hortensio.